Es habitual servir el alforfón con mantequilla. Fuente: Anna Jarzéieva.
Esta vez prepararé para el desayuno un plato que conozco muy bien. Todo niños crecimos rusos comiéndolo y estoy casi segura de que todos los lo han adorado en algún momento de su vida. Se trata de “grechka”, las gachas de alforfón, que están por todas partes y que no solo se sirven en el desayuno, sino que funcionan como guarnición también en la comida y la cena.
El alforfón tiene que ser revisado antes de cocerlo y, de niña, siempre me tocaba la tarea de eliminar los granos estropeados. Recuerdo estar sentada en una mesa cubierta de alforfón, hablando con mi madre, mi abuela y mi hermano mientras iba removiendo los granos de cereal; se trata de una experiencia que unía a todas las familias soviéticas.
Hay muchas formas diferentes de cocer el alforfón y la gente que se acostumbra a un método particular insistirá religiosamente en que es el único. El Libro de Cocina Sabrosa y Saludablesugiere diferentes opciones para añadir a este cereal, que incluyen cocinarlo con mantequilla, huevo, hígado, setas o incluso sesos.
Cuando está listo, se supone que hay que envolverlo en mantas y dejarlo en un lugar templado durante unas horas. Mi abuela a menudo desaparecía en el dormitorio antes de servir el desayuno o la comida: es allí donde tenía que ir a buscar una olla de gachas que había arropado amorosamente en su propia cama. Esto hace que sea necesario mirar en la cama antes de echar una siesta, por si hay alguna olla de gachas escondida: no mirar es un error que solo se comete una vez.
Al preparar mis gachas de alforfón elegí la versión más sencilla: grechka con mantequilla. Parece que todos los ingredientes se conseguían con facilidad en la Unión Soviética y sí, es cierto, pero solo en Moscú. Como la típica moscovita que soy, se me suele olvidar que existe el resto de Rusia, una manía de la que no estoy orgullosa. Mi madre y mi abuela también son de Moscú, pero mi padre es de Kursk, una ciudad a casi 500 kms al sur de Moscú, a la que se llega en un tren nocturno. Su madre había nacido en Moscú, pero fue evacuada durante la Segunda Guerra Mundial y no pudo volver a mudarse, ya que en la posguerra era muy difícil conseguir un permiso para vivir en la capital.
La vida de mis abuelos paternos en Kursk era muy diferente de la de los padres de mi madre en Moscú. En Kursk, mis abuelos no podían conseguir productos básicos como mantequilla, nata agria o embutidos. Por tanto, mis abuelos de Moscú iban a la estación de tren y entregaban al conductor un paquete con comida que los abuelos de Kursk recogían a la llegada del tren.
Los trenes entre Moscú y Kursk partían hacia la medianoche y llegaban pronto por la mañana, por lo que requería bastante esfuerzo por ambas partes poder echarle un poco de mantequilla a las gachas del desayuno. Puedo imaginarme a mi abuelo paterno, en una mañana oscura de invierno, tomando el autobús hasta la estación de tren, donde recogería el paquete antes de ir a la Universidad en la que enseñaba. Probablemente guardaba la mantequilla en una nevera del trabajo antes de llevarla de vuelta a casa.
En general, la distribución de alimentos en la URSS era desastrosa. “Había buses turísticos llenos de gente que fingía estar interesada en el Kremlin y la Plaza Roja”, decía mi abuela. “En realidad, venían a Moscú a comprar comida. Los moscovitas nos enfadábamos porque estos provincianos no dejaban en las tiendas ni un solo hueso con restos de carne”. Había incluso un chiste al respecto: el presidente de los EE UU, Jimmy Carter, preguntaba al líder soviético Leonid Brezhnev: “¿Cómo distribuís los alimentos en la URSS” y Brezhnev contestaba: “Es fácil, traemos a todo el mundo a Moscú y se los distribuyen ellos solos”.
La grechka que preparé salió bastante bien, aunque no tanto como la de mi abuela: no tuve el tiempo de dejar que durmiese en sábanas calientes. Necesita una buena cantidad de mantequilla; si no, sale demasiado seca. Afortunadamente para mí, a pesar de las sanciones aún se puede comprar mantequilla francesa y finlandesa en algunas tiendas, por lo que no tengo que ir a la estación a esperar el tren de Helsinki, al menos por ahora...
Gachas de alforfón
Página 228 del libro de Libro de Cocina Sabrosa y Saludable. Haz clic aquí para leer el libro.
Llevar a ebullición una olla de agua con sal. Añadir el alforfón y cocer unos 15-20 minutos, removiendo con una cuchara, hasta que esté espeso. Cuando espese, cubrir un poco con una tapadera y retirar del fuego. Dejar reposar en un lugar templado durante 3-4 horas. Añadir mantequilla antes de servir.
Para 2 tazas de alforfón crudo, utilizar 3 tazas de agua, 1 cucharadita de sal y 2 de mantequilla.
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