El conocido actor de cine y teatro Mijaíl Yefrémov. Fuente: Valeri Levitin / RIA Novosti
Con el incremento, después de 2011, de los movimientos de protesta, la poesía sarcástica empezó a dirigir sus dardos a la política. Las acciones de protesta y las reacciones del poder a ellas relegaron todo lo demás a un último plano. En la actualidad no dejan de aparecer nuevas poesías “que incendian internet”, y los internautas las difunden en las redes sociales.
En el espacio rusófono de internet se ha hecho muy famoso un corrosivo poema de Leo Kaganov, que se presenta como una apelación al tribunal Basmanni (en este tribunal de Moscú se juzgan casos políticos muy mediáticos) en nombre del monumento del poeta nacional kazajo Abay Ibrahim Qunanbayuli.
El monumento habla en ruso cometiendo errores cómicos en las formas gramaticales de las palabras y con el acento propio de las personas procedentes del este que no dominan del todo el idioma: un habla que a menudo se oye en las películas rusas de boca de personajes de Asia Central o del Cáucaso. Junto a este monumento, en la primavera de 2012, se celebró una “sentada” pacífica de jóvenes para protestar, y el Abay de bronce, protagonista del poema, trata de comunicar a las autoridades que no ve nada malo en las acciones de los jóvenes que se reúnen allí.
Otro éxito viral en internet fue el poema de Dmitri Bykov “Putin y el mujik”, en el que un campesino se encuentra en un maizal con Putin y Medvédev, que han acudido a jugar al bádminton en máquinas cosechadoras (poco antes de la aparición de este poema el entonces presidente Dmitri Medvédev hizo una propuesta para introducir masivamente la práctica del bádminton en Rusia). Resulta curioso que este poema, bastante extenso, fuera creado por Bykov literalmente delante de los espectadores, durante una actuación en vivo en el marco del proyecto “Poeta ciudadano”.
Un negocio fortuito
Este proyecto fue creado en vísperas de 2011, cuando Bykov presentaba en el canal de televisión Dozhd un programa de Año Nuevo en compañía del conocido actor de cine y teatro Mijaíl Yefrémov. El proyecto se bautizó así en honor al conocido poema “El poeta y el ciudadano” del escritor decimonónico Nikolái Nekrásov, que habla de la responsabilidad civil del artista y cuyo verso “puedes no ser poeta, pero estás obligado a ser ciudadano” goza de gran popularidad.
La idea original era crear una noticia poética una vez a la semana: emitir vídeos en que Yefrémov leería versos de Bykov “sobre cuestiones de candente actualidad”. Pero en marzo la dirección del canal no permitió que viera la luz uno de los vídeos, estimando que el texto del poema podría ser considerado ofensivo para el presidente Medvédev.
El proyecto se trasladó a la radio y a YouTube, luego se llevaron a cabo actuaciones en directo y un programa de giras. La popularidad de los participantes, el humor combinado con la resonancia de la sátira política garantizaron el éxito de “Ciudadano poeta”. Según datos de la revista Forbes, “Ciudadano poeta” (descrito en el artículo como un “negocio fortuito”) obtuvo en un año y medio unos beneficios de tres millones de dólares, con la particularidad de que un 90% de esta suma provino precisamente de los recitales. No es una cantidad demasiado elevada teniendo en cuenta el dinero que se mueve en el mundo del espectáculo ruso, pero sí desorbitada en cuanto a los estándares de la literatura contemporánea rusa, más aún si se trata de poesía.
Dmitri Bykov participó en las manifestaciones de protesta de 2011-2012 y luego fue elegido para el Consejo de Coordinación de la Oposición rusa. Después de que lo ocurrido en el Maidán de Kiev dividiera a la sociedad en dos partes desiguales, Bykov fue incluido por partidarios no oficiales de las actuaciones del poder en la “quinta columna” y declarado un traidor nacional. Su retrato casi siempre está presente en las pancartas con imágenes de los nuevos “enemigos de Rusia” que enarbolan las organizaciones de jóvenes que apoyan al gobierno.
Una de las declaraciones más lúcidas respecto a las actuales relaciones ruso-ucranianas se encuentra no en un poema satírico de Bykov, sino en uno lírico: “Durante todo un año curramos como estúpidos / y no te llevé a Crimea. / Mientras Crimea siga siendo “nuestra” / ya no será mía” (“Crimea es nuestra” es un conocido eslogan patriótico).
O de todos o de nadie
El concepto de “poesía de protesta” se asocia sobre todo con el nombre de Vsévolod Yemelin. Quizá sea el único de los poetas satíricos cuyos versos han atraído la atención de críticos serios y estudiosos de la literatura.
Yemelin se convirtió en una estrella de los hangouts poéticos ya en la década de 2000, cuando se puso en marcha la escena literaria en los clubes y empezaban a adquirir importancia las actuaciones en vivo de los poetas, para las cuales los versos rimados y cincelados a machamartillo de Yemelin encajaban a la perfección.
Es mordaz, agudo, un virtuoso. Ha creado a un héroe de rasgos bien definidos en cuyo nombre también habla. Sus características se detallan en el libro Canciones del pantano, creadas por el poeta después de la oleada de protestas callejeras de 2011-2012 (la denominación “del pantano” se debe al nombre de la Plaza Bolótnaya -“pantanosa”, en ruso- de Moscú, donde tuvieron lugar disturbios entre los participantes de la protesta y la policía, y ahora así se llaman a menudo también todos los movimientos relacionados con la oposición).
Este héroe se muestra equidistante con ambos puntos de vista, con el oficialista de las autoridades y con el de la oposición. En eso se siente su proximidad al “pueblo llano” (A mí, como a Putin, está cercana la comunidad / de fresadores y de torneros).
Asiste a los mítines de la oposición, pero tiene muchos problemas con sus líderes. Es como si repitiera ingenuamente los latiguillos del discurso que le impone la televisión, pero a la vez los vuelve del revés de tal manera que no es posible hacer ningún lavado de cerebro con su ayuda.
En uno de los poemas más conocidos de Yemelin, el héroe está mirando dos canales de televisión: el oficial NTB le informa que recibe dinero del Departamento de Estado de los Estados Unidos y el canal Dozhd, de la oposición, en qué restaurante de Moscú venden los mejores huevos escalfados.
Ni una cosa ni la otra tienen relación con su vida, nunca ha visto dinero estadounidense, y en el restaurante no se somete a un test de control facial ni al código de vestimenta, algo habitual en la capital rusa. Precisamente esta postura es la que puede mantener con total naturalidad la mayor parte de rusos formados, es decir, los que son capaces de interesarse al menos en los textos poéticos.
Yemelin, cuyos versos despertaron las sospechas de las fuerzas de seguridad, fue citado “para una conversación” en los departamentos especializados en la lucha contra el radicalismo, aunque no tuvo consecuencias graves. El “centrismo” de su héroe, arraigado en necesidades humanas básicas, primordiales, transforma sus poemas en algo original. Los textos de Yemelin empezaron a publicarse en los periódicos cuyo contenido fundamental son las críticas furiosas e implacables a toda la oposición. Los publicaban en sus blogs los nacionalistas radicales. Pero también los lectores más escorados a la oposición consideran a Yemelin uno de los suyos.
“Me parece -dice Yemelin- que en los últimos seis meses la popularidad de la poesía social ha caído drásticamente. Ahora la vida pública se ha reducido al triunfalismo o a la fustigación. Considerando que la poesía social contemporánea es, en general, postmoderna, ambas cualidades están categóricamente contraindicadas. La poesía social adquirió relevancia precisamente en la época del “deshielo” (período entre 1956 y 1964 en que la represión política y la censura se relajaron en parte), mientras que con la libertad de Yeltsin apenas existía”.
Las experiencias en que poesía satírica y televisión se fusionaban forman ya parte del pasado. La red proporciona a la poesía y a los poetas un medio para comunicarse con un número de lectores al que ninguna edición en papel puede aspirar. Pero en la avalancha informativa general, los versos, incluso los más mordaces, ocupan un lugar muy modesto.
Sin embargo, los poetas reivindicativos han sabido diversificar sus instrumentos de influencia. Hoy se han convertido en figuras públicas, y la sociedad no sólo presta atención a sus versos, sino a sus declaraciones directas en entrevistas y programas de debate en la televisión.
Mijaíl Butov es escritor, crítico literario y presidente del Consejo del Premio Gran Libro de Rusia.
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