Cuentos e ideología en la literatura soviética infantil

Fuente: ITAR-TASS

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Tres de los cinco autores que más se editan en Rusia actualmente son escritores soviéticos de culto: Chukovski (según la Casa del Libro, solo en 2013 se publicaron más de dos millones de ejemplares de sus libros, una tirada increíble para la Rusia actual), Agnia Barto (ocupa el tercer puesto con más de un millón de ejemplares vendidos) y Nikolái Nósov (ocupa el quinto puesto con 787 .000 ejemplares).

Estas grandes obras de la época soviética profesaban el humanismo al tiempo que burlaban las trampas de la censura y de la ideología. Sus autores respetaban y amaban la infancia, entendían a los niños a la perfección. Precisamente por eso se siguen leyendo en la actualidad.

Al principio, la literatura soviética infantil se publicaba con unos fines determinados: el joven gobierno bolchevique necesitaba un instrumento de divulgación ideológica para los niños y los adolescentes. La amenaza recaía sobre aquellos valores que suponían un obstáculo para la educación en la línea socialista. Por ejemplo, las obras en las que la vida familiar se representaba de un mundo atractivo o bien donde se hacía referencia a la magia eran motivo de un severo escrutinio.Entre los más destacados censores del cuento se encontraba Nadezhda Krúpskaya, la viuda de Vladímir Lenin.

En 1933, el gobierno se hizo con el control de las publicaciones infantiles. El Estado prestó un apoyo sin precedentes a la literatura infantil mediante la asignación de una cantidad enorme de recursos, pero a cambio exigió lealtad ideológica.

Sin embargo, por mucha ideología que se imponga, no puede llegar a decidir todo. La literatura soviética tuvo suerte en este sentido. Su consolidación fue posible en parte gracias a Maxim Gorki (1868-1936), un escritor controvertido que no solo tenía una enorme autoridad moral de cara a las autoridades y al pueblo, sino también una fuerte convicción de que era imprescindible inculcar la cultura general y el gusto por el arte en el nuevo hombre socialista.

Gorki estaba convencido de que los libros debían “garantizar el desarrollo del interés en los más pequeños, así como el gusto por el conocimiento… darles a conocer las viejas realidades quebrantadas por su padres, así como la nueva realidad que estaba siendo construida para ellos”. También afirmaba que “no hay que pensar que todos los libros infantiles, sin excepción, tienen que proporcionar material informativo. También creía que hacía falta diversión, libros entretenidos que despierten en el niño el sentido del humor.

Los preescolares necesitan versos sencillos y al mismo tiempo creativos, “que sirvan también como material de juego”. Estos eran los postulados que proponía Gorki en un artículo titulado ¡La literatura para los niños!, publicado en 1933 por el periódico Izvestia.

Kornei Chukovski (1882-1969) está considerado como el padre de la ‘era de los nuevos libros infantiles’. Su nombre lo conocía cada niño soviético, y ahora también los rusos, Muchos se iniciaron en la literatura con sus cuentos en verso. En el periodo soviético se publicaban millones de tiradas de sus libros infantiles, y su dacha a las afueras de Moscú se convirtió en lugar de peregrinaje para las excursiones de escolares y los escritores noveles.

Fuente: Ria Novosti

¿Cuál es el secreto de los cuentos de Chukovski? Que empleaban un lenguaje comprensible y divertido para los niños, un lenguaje auténtico y nada zalamero, estaban vivos y rezumaban dinamismo, jovialidad y audacia. Chukovski, él mismo padre de cuatro, conocía a la perfección las necesidades de los niños: los trataba con respeto, considerándolos “los elementos más creativos de la humanidad”.

Los cuentos de Nikolái Nósov (1908-1976) también se siguen publicando con gran acogida hoy en día. Los personajes de su libro son malishí (apelativo cariñoso con el que se refieren a los niños que viene a decir ‘peque’), unos hombrecillos que ven el mundo con la mirada del niño.

Sin embargo, a pesar de su baja estatura, los malishí viven en la sociedad y solucionan problemas de adultos. El relato lo narra Neznaika (Nosabenada), un pequeño ingenuo, aunque valiente y atrevido. En la novela ‘Neznaika en la ciudad del sol’, Nósov describe la ciudad del futuro, en la que los niños viven según los cánones comunistas; y en ‘Neznaika en la luna’, los personajes llegan a una sociedad capitalista en la que conocen las novedades de la ciencia y la tecnología.

A los niños no les importaba mucho el contexto político, mientras que con los malishí aprendieron a compartir, estudiar, mantener la higiene, respetar a las niñas, ayudar a los amigos… Nósov daba prioridad a la relación entre los personajes (y aquí resultó ser un magnífico psicólogo), la comicidad de las situaciones, la magia del argumento...

Estos son solo algunos nombres, los grandes escritores y poetas de literatura infantil soviética se cuentan por decenas.

 

La llavecilla dorada o las aventuras de Buratino, de Alexéi Tolstói

Buratino. Fuente: Ria Novosti

Alexéi Tolstói no era un escritor de literatura infantil, sin embargo decidió adaptar para los niños rusos el cuento de Carlo Collodiо sobre un niño de madera llamado Pinocho. El resultado fue un cuento propio con un argumento diferente: más aventurero, más alegre y 'adecuado' para el Estado socialista. En su cuento, el niño de madera aprende a leer y escribir, además de buenos modales y que la riqueza y la gloria solo se consiguen a base de esfuerzo. Enseguida los niños soviéticos se familiarizaron tanto con Buratino y sus amigos —el perro Artemon y la niña Malvina— que ya se les podía considerar rusos. Y el nombre Buratino se convirtió en marca. Numerosos productos recibieron su nombre, desde una limonada a un lanzamisiles.

 

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