Las enseñanzas militares de la Horda de Oro

Rudolf Kucherov

Rudolf Kucherov

Vasallos del Imperio mongol durante más de dos siglos, los rusos aprendieron de sus conquistadores porque estudiaron cuidadosamente sus tácticas militares hasta que finalmente se fortalecieron lo suficiente para utilizar lo que habían aprendido como para vencer, batalla tras batalla, a sus antiguos señores, abriendo así el camino a la formación del Estado ruso.

A finales del siglo XII los mongoles liderados por Gengis Kan revolucionaron el arte de la guerra. Fuente: Rudolf Kucherov / Ria Novosti

Fundado por Gengis Kan, el ejército del Imperio mongol se reveló como una de las maquinarias militares más modernas de la historia de la Humanidad. Su organización perfecta, férrea disciplina, tácticas sofisticadas y poderoso armamento perfeccionaron a estos nómadas hasta convertirlos en una amenaza mortal para los pueblos de Asia y Europa.

Verdaderos pioneros del arte de la guerra, los mongoles ya asediaban fortalezas con artillería 100 años antes que los europeos. Incluso en ausencia de comunicaciones y canales de suministro, podían movilizar y equipar una tropa numerosa, desplazarse miles de kilómetros y atacar, aparentemente salidos de la nada. Estos hijos de la estepa también eran hábiles constructores de barcos de guerra y su flota estuvo peligrosamente cerca de conquistar Japón a finales del siglo XIII.

Tras poner de rodillas al Imperio chino, la Horda de Oro irrumpió a través de Asia Central para atacar el sur del Cáucaso y la antigua Rus, llegando incluso hasta el mar Adriático.

De todos los pueblos que conquistaron las hordas de Gengis Kan, los rusos resultaron ser los más capaces en adoptar las técnicas del invasor, mientras aprendían duras lecciones de sus propios errores y sus amargas derrotas en batalla.

En 1223 el jefe mongol, Gengis Kan, fingió una retirada para engañar y aniquilar así los ejércitos de los príncipes de Rus en el río Kalka, actualmente la región de Donetsk, en Ucrania. En 1238, la caballería de Batu Kan adelantó a las fuerzas rusas por los flancos, las rodeó y las aniquiló en el río Sit, en lo que es hoy la región de Yaroslavl. Y en 1377 los mongoles aprovecharon su superioridad en las labores de reconocimiento del terreno para localizar a su enemigo y aplastar las tropas rusas en el río Piana, en la región de Nizhni Novgorod.

Donskói derrota a los mongoles

Para resistir los ataques mongoles, los rusos tuvieron que adquirir sus mismas habilidades: movimientos de reconocimiento, tácticas de lucha a caballo y emboscadas. Y a partir del siglo XIV, los mongoles también empezaron a sufrir derrotas, a medida que los príncipes moscovitas conseguían que cambiasen las tornas.

En 1378, en la batalla del río Vozha, en la región de Riazán, los ejércitos de Dmitri Donskói formaron en arco, como los mongoles, y atrajeron al enemigo hacia el centro de la horquilla para destruirlo. Dos años después, las fuerzas mongolas sufrieron la peor derrota de su historia en la batalla de Kulíkovo, derrotados otra vez con sus propias armas, esta vez en una emboscada.

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Pero los mongoles no solo enseñaron a los rusos a luchar. A lo largo de los siglos llegaron a formar parte integrante del Ejército ruso. La caballería tártara encarnaba las tradiciones guerreras de los jinetes de Gengis Kan y sembró el terror entre los enemigos europeos del zar.

Durante la Guerra Livona en el siglo XVI, los comandantes de Iván el Terrible ganaron muchas batallas contra los alemanes, los polacos y los suecos, triturando al enemigo mediante raids rápidos, cargas de caballería y las singulares tácticas de retaguardia de los tártaros.

En el siglo XVIII, Pedro el Grande llevó a cabo su famosa reforma del Ejército ruso siguiendo el modelo europeo, pero decidió no tocar la caballería ligera, un elemento vital de la tradición militar oriental.

La caballería ligera tártara fue evolucionando al mismo tiempo que la caballería de choque, que se convirtió en elemento clave de todos los ejércitos europeos antes del siglo XX. Los jinetes armados con lanzas largas tenían un valor incalculable en el combate a caballo, ya que eran capaces de desmontar a un enemigo con la lanza a pleno galope y rematarlo con el sable.

El zar tenía buenos motivos para admirar las destrezas de los nómadas en la lucha; por tanto, los primeros regimientos de Lanceros Rusos fueron adiestrados por jinetes tártaro de las estepas del Mar Negro. En 1709, en la batalla de Poltava contra el hasta entonces invencible ejército suevo, los jinetes calmucos del Bajo Volga rechazaron un poderoso ataque de la infantería regular y contraatacaron hasta aplastar las filas suecas.

También los cosacos del Don adoptaron las refinadas tácticas bélicas de los tártaros mientras convivían con ellos. Los ejércitos napoleónicos descubrieron en carne propia las habilidades de las gentes de la estepa durante la invasión de Rusa en 1812.

Igual que los mongoles cansaban, atraían y rodeaban a las fuerzas rusas, los cosacos supusieron una pesadilla para los franceses, con sus ataques relámpago y la destrucción de los convoyes de provisiones. Sobre el papel que tuvieron en la derrota de su ejército, se dice que el propio emperador francés afirmó: “Si tuviese tan solo 10.000 cosacos, conquistaría el mundo entero”.

Aparte de la táctica, el aspecto del guerrero ruso con sus armas también se asemejaba mucho al de los mongoles hasta la reforma militar de Pedro el Grande.

Los primeros sables llegaron a Rusia en el siglo X, pero su uso se generalizó solo después de la invasión mongola. Era el arma perfecta para el jinete, ligero, fácil de blandir y excelente para dar reveses contra enemigos tanto a caballo como a pie. En el siglo XV, el sable ya había desbancado casi completamente a la espada tradicional en Rusia.

Los hijos de Gengis Khan

El arco también se convirtió en una de las armas más indispensables de los soldados rusos. Rusia fue el único país europeo que utilizó consistentemente el “sadaak”, el arma clásica del arquero a caballo, que consistía en un arco tensado en una funda y un carcaj de flechas cubierto. El “saadak” no era solo un arma, sino que también servía como símbolo de estatus en Rusia, al igual que en la cultura mongola. Se sabe que todos los zares anteriores a Pedro el Grande tuvieron un “sadaak” con ornamentos especiales en su tesoro.

Aunque en su día fue uno de los elementos clave que el ejército ruso adoptó de la práctica militar mongola, hoy en día la caballería casi está retirada de los anales de la historia. Pero la tradición militar de los hijos de las estepas aún florece hoy en día en Rusia y en todo el mundo: el grito de “¡Hurra!”, derivado de la raíz mongola “ur”, que quiere decir “golpear”, todavía resuena a través de los siglos desde las terribles cargas de los jinetes de Gengis Kan.

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