El rostro infantil de la guerra

Fuente: Anatoly Egorov / RIA Novosti

Fuente: Anatoly Egorov / RIA Novosti

La guerra es un fenómeno antinatural para el ser humano. La participación de los niños en la guerra es algo doblemente antinatural. Sin embargo, la historia rusa ha conservado una gran multitud de muestras de heroísmo y de sacrificio de jóvenes soldados que, en lugar de una infancia feliz con juguetes, sufrieron una dura y terrible guerra, la pérdida de sus seres queridos, un odio feroz hacia el enemigo y una trágica muerte.

La redacción de RBTH ha escogido a cinco niños héroes de la Segunda Guerra Mundial que en el momento de su muerte todavía no habían cumplido 15 años. 

ValiaKotik

Explorador partisano, el más joven Héroe de la Unión Soviética.

Los niños héroes ocuparon un lugar imperturbable en la cultura de masas soviética como ejemplos de valentía y heroísmo para las siguientes generaciones, que no habían conocido los horrores de la guerra. Sobre Lara Mijéyenko y Volodia Dobinin se escribieron novelas que llegaron a ser lecturas obligatorias en las escuelas, y Musia Pinkenzon se convirtió en el protagonista de una película de dibujos animados.

Valia Kotik trabajaba en el montaje armas y municiones, dibujaba caricaturas de los soldados nazis y las pegaba por las paredes. En otoño de 1941 realizó un auténtico 'divertimento': emboscado cerca de la carretera, lanzó una granada a un vehículo con soldados, matando a varios de ellos y al comandante de un destacamento de la gendarmería de campo. A partir de 1942 participó en el movimiento partisano en territorio de Ucrania: hizo descarrilar trenes y bombardeó varios almacenes. Murió en 1944 a la edad de 14 durante la batalla por la ciudad de Iziaslav. 

Marat Kazéi

Su padre, un marinero de la Flota del Báltico, le puso su nombre en honor al acorazado Marat. 

Tras la muerte de sus padres, Marat y su hermana se convirtieron en partisanos. En muchas ocasiones se infiltró en las filas enemigas en los pueblos y consiguió valiosa información para los espías soviéticos. Organizó decenas de explosiones en los ferrocarriles. Participó en batallas. Incluso cuando resultó herido se levantó varias veces para atacar al enemigo.  

En 1944, en la aldea Joromitskie (Bielorrusia) los soldados nazis descubrieron un grupo de exploradores partisanos. Los alemanes rodearon al chico esperando hacerlo prisionero. Marat abrió fuego para defenderse y cuando se le acabaron las balas se inmoló con una granada. Tenía 14 años. 

Lara Mijéyenko

A principios del verano de 1941, una niña de Leningrado se fue a pasar las vacaciones al pueblo donde vivía su abuela. 

Cuando comenzó la guerra no pudo volver a su casa porque el pueblo fue tomado por los alemanes.

En verano de 1943, Lara y una amiga suya entraron en un destacamento de partisanos donde se convirtieron en exploradoras. Ella recopilaba información sobre el número de unidades de soldados alemanes y la localización de los fortines y participó en la guerra “de los ferrocarriles”, haciendo descarrilar los convoyes enemigos.

En otoño de 1943, esta niña de 14 años fue capturada por los nazis durante una de sus incursiones. Durante el interrogatorio intentó inmolarse con una granada que por alguna razón no explotó. Tras una larga tortura fue fusilada. 

Volodia Dubinin

Cuando comenzó la guerra, este niño de 13 años junto con otros adultos se fue a una cantera de Kerch (una ciudad de Crimea). 

Volodia era mensajero y explorador en aquella fortaleza subterránea. Durante unos dos meses los alemanes lucharon contra los partisanos de la cantera y cegaron todos los accesos a ella. Como Volodia era el más pequeño de todos, podía salir a la superficie a través de unas pequeñas aberturas imperceptibles para los enemigos.

En enero de 1942, Kerch fue liberada por los soldados del Ejército Rojo y los zapadores comenzaron a levantar las minas del territorio alrededor de la cantera. Volodia se prestó voluntario para ayudarles y falleció por el estallido de una mina. 

Musia Pinkenzon

El más joven de todos, este niño era un violinista prodigioso. 

Es el único de estos cinco niños que no participó en combates ni fue partisano, aunque su nombre se ha convertido en un símbolo del valor de todos los niños héroes de la Segunda Guerra Mundial.

La familia de Musia, que era judía, fue arrestada en verano de 1942 y condenada a muerte. Todos sus miembros fueron llevados junto con otros condenados a la orilla del río Kubán, adónde se había llevado a los habitantes de todo el pueblo. Musia, con su violín en las manos, se puso a tocar “La Internacional”,  el himno de los comunistas, que en aquel momento era también el himno de la Unión Soviética. De pronto, los habitantes del pueblo comenzaron a cantarla, y este chico, de solo 11 años de edad, siguió tocando hasta que lo mataron de un disparo.

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