Los cinco episodios más dramáticos de la historia de Crimea

La peste, el exilio y la guerra han asolado la península. Fuente: Ria Novosti

La peste, el exilio y la guerra han asolado la península. Fuente: Ria Novosti

El mundo volvió los ojos hacia la península de Crimea mucho antes de los últimos acontecimientos.

1.Peste de exportación

En 1346 una rata se coló en un barco en Caffa, la actual Teodosia. El roedor mató a más personas que el Holocausto y la bomba de Nagasaki juntos. Fue desde Crimea que la muerte negra llegó a Europa.  La peste no se originó en Crimea. Esta pandemia de peste bubónica del siglo XIV surgió en los oasis del desierto del Gobi y asoló primero India y China.

Desde allí las caravanas la llevaron a Occidente, por la gran Ruta de la Seda, que en aquella época llegaba hasta las manufacturas genovesas, en la costa del Mar Negro. Es posible que se hubiera quedado allí, sin alcanzar la Europa continental, sin uno de los más antiguos casos de uso de arma biológica.

Los mongoles asediaron Caffa y lanzaron los cadáveres de las víctimas de la peste dentro de la ciudad con catapultas. Después, una sola rata bastó para que la enfermedad se propagara. Los barcos genoveses pasaban por puertos del Mediterráneo extendiendo cada vez más la epidemia. Esta lección precoz sobre los costes de la globalización le valió a Europa entre 20 y 25 millones de vidas, un tercio de su población en aquel tiempo.  

2. El mito de Potemkin

La actual anexión de Crimea a Rusia no fue la primera. En el siglo XVIII Catalina la Grande y el príncipe Potemkin, su más próximo colaborador, hicieron lo propio. Las estepas del norte del Mar Negro fueron anexionadas a Rusia, reprimiendo a los tártaros que llevaban tiempo asolando el sur del imperio. Entre los territorios anexionados estaba el kanato de Crimea. El príncipe Potemkin obtuvo carta blanca para el desarrollo de los nuevos territorios, y en 1787 la emperatriz quiso ver con sus propios ojos cómo transcurrían las obras.

El viaje de Catalina hacia Crimea y su vuelta no se puede comparar con ningún otro en cuanto a lujo y envergadura. Entre el séquito que la acompañaba viajaba de incógnito José II, Emperador del Sacro Imperio romano-germánico y archiduque de Austria. Varios embajadores extranjeros también integraban la ilustre comitiva, que fueron llamados para que vieran cómo gobernaba Rusia sus nuevas tierras.

En un panfleto publicado 25 años después se denunció que Potemkin construyó falsas aldeas “prósperas” para engañar a la emperatriz y a sus acompañantes extranjeros. Pero, en realidad, no era preciso levantar “aldeas potemkianas”, pues Táurica, nombre con el que era conocido la península de Crimea en la Antigüedad Clásica, así como Novorossiya habían pasado de ser lugares solitarios a terrenos de lo más prósperos. El príncipe ilustre se convirtió en una de las primeras víctimas de la propaganda negra. 

3. El ataque de la Brigada Ligera

El 25 de octubre de 1854 James Brudenell, 7º conde de Cardigan, comandó un ataque llevado a cabo por 600 caballeros británicos contra una batería de artillería en la ciudad de Balaclava, Crimea. Perdió a casi la mitad de los hombres que integraban la brigada en un ataque brillante y suicida, que cantaron Tennyson, Kipling e Iron Maiden.

El mariscal francés Pierre Bosquet calificó la operación de “espléndida, pero nada que ver con la guerra. Fue simplemente una locura”. La derrota de la Brigada Ligera constituyó el mayor éxito de las tropas rusas en la guerra de Crimea de 1854-1856, un acontecimiento gracias al cual Crimea entró en la historia mundial.

El Ejército ruso, a pesar de su prodigioso estoicismo, no pudo ganar la guerra contra toda Europa: Francia, Inglaterra, Cerdeña y el Imperio otomano estaban apoyadas también por Austria y Prusia.

Además, el armamento anticuado y la corrupción entre los comandantes militares no contribuyeron a mejorar la situación. Pero sin Balaklava y la defensa de Sebastopol todo podría haber sido mucho peor. Además, precisamente gracias a la guerra de Crimea, el mundo de la cultura se enriqueció con el gorro balaklava y la chaqueta cardigan, inventada por el propio conde de Cardigan, porque los ingleses pasaban mucho frío en los alrededores de Sebastopol. 

4.El gas en las canteras

Uno de los grandes enigmas de la Segunda Guerra Mundial aún por desentrañar es por qué la Alemania nazi no utilizó masivamente las armas químicas. De hecho, la única vez que usaron gas de combate fue en Crimea.

La Wehrmacht se apoderó de la mayor parte de la península en otoño de 1941, pero los combates se prolongaron hasta el verano siguiente. En el cerco de Sebastopol los alemanes tuvieron que usar el cañón Dora, un inmenso cañón de largo alcance de 800 mm, el arma más grande de la Segunda Guerra Mundial. Una parte del Ejército Rojo reculó de Crimea al este, pero más de 10.000 soldados se refugiaron en canteras de 40 kilómetros de extensión junto a la aldea de Adzhimushkai y resistieron el cerco durante medio año.

Los nazis no consiguieron entrar en las canteras, pero destruyeron túneles y pozos. Cuando esto resultó insuficiente inundaron la zona con sustancias tóxicas. Apenas 40 defensores de las canteras de Adzhimushkai sobrevivieron.

5. El exilio de los tártaros

En 1941 vivían en Crimea unos 200.000 tártaros. Tres años más tarde oficialmente no quedaba ni uno. Hasta 1989, la mayoría de tártaros oriundos de Crimea se instalaron en Uzbekistán pero muchos de ellos (los registros indican que entre el 15 y el 50 %) murieron en el viaje o intentando adaptarse a la vida en desiertos sin apenas agua.

Fueron deportados por el NKVD (el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) por decisión de los líderes soviéticos. La deportación era el castigo impuesto por colaborar con los nazis. Pero aún hoy se discute la dimensión y la forma de colaboracionismo de los tártaros, aunque no cabe duda de que muchos de ellos ayudaron a los alemanes: trabajaron como guías para las  unidades antiguerrilleras y de policías, incluso algunos combatieron en el grupo de las SS “Crimea”.

Los tártaros tenían razones de peso para no aceptar el régimen soviético, pues con él perdieron su ganado, sus viñas y sus plantaciones de tabaco. Además, un gran número de sus intelectuales fueron represaliados en la década de 1930 y el islamismo, así como otras religiones, no era bien visto por el bolchevismo. Si costaron las viejas ofensas una nueva guerra sería tema para un largo debate, pero, en cualquier caso, los tártaros de Crimea pagaron muy cara la elección de quienes libraron la guerra Adolf-Efendi.

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