Cada vez son más los que se acercan a este arte para tratar de mejorar su imagen o superar problemas y complejos. Fuente: Getty Images / Fotobank
En los años 50 en Estados Unidos y Gran Bretaña tuvieron la idea de dar clases de teatro a los políticos pero en Rusia no se empezó a hacer hasta principios de la década del 2000.
La primera clase que ofrecía era de prueba, gratuita. Se juntaron un vendedor de coches, un especialista en marketing en internet, un agente inmobiliario... Literalmente, desde los primeros ejercicios vi que sus ojos se encendían y que querían hacer el curso.
En ese momento yo ya llevaba diez años enseñando en la Escuela estudio del Teatro Académico Artístico de Moscú y no entendía qué podían tener en común la gente del mundo del teatro y la de los negocios. Pero ante mí se abrió otro mundo: interesante, enorme y muy creativo. A menudo los ejecutivos son gente con talento y multifacéticos. Aunque nuestra comunidad empresarial no entendiera inmediatamente que hay que dignificarse.
Al principio mi motivación principal era el dinero: para dedicarse a la creación se necesita un 'cojín de seguridad' financiero. Esto proporciona la posibilidad de llevar a cabo proyectos teatrales.
Hasta ahora alrededor de 300 personas han pasado por mis clases magistrales. Generalmente empiezo a trabajar con un grupo, después individualmente en función de la tarea (mantener unas negociaciones difíciles, dar una entrevista importante). Entre mis alumnos ha habido ejecutivos de empresas como Sberbank, Kommertsbank o Gazprom.
También trabajo con políticos: hice un curso entero con el gobierno de la región de Kaluga. Acudieron el gobernador, todos los ministros y alcaldes de los centros regionales. Hay una relación directa entre el bienestar de la región y las demandas intelectuales de sus dirigentes. En las regiones abandonadas simplemente no entienden por qué hay que ocuparse de un capricho como puede ser el teatro.
Lo cierto es que trabajo mejor con los ejecutivos que con los políticos. Si los ejecutivos eligen el curso se sumergen en él totalmente. Los políticos a veces simplemente cumplen obedientemente las órdenes de los jefes. De todas formas, ahora la política y los negocios están estrechamente entrelazados.
Jefes tímidos
Hay personas tan acostumbradas a la subordinación de los demás que no saben si tienen razón o no cuando nadie les contradice, si son divertidos al bromear, porque igualmente todos están obligados a reírse...
Utilizo ejercicios enfocados en la atención, en la coordinación, ejercicios de retórica y de arte oratorio, actividades para desarrollar el encanto, y trabajo con la energía positiva. Hacemos muchos ejercicios de improvisación y de liberación. Una persona acomplejada no solo tiene las piernas flojas y las manos frías, tampoco puede concentrarse.
Un artista reprimido se olvida del texto más a menudo, a un político reprimido se le van de la cabeza bloques enteros de información. En la primera clase los alumnos aprenden a levantarse, sentarse, presentarse... parece una tontería pero es muy difícil ser natural cuando te miran de forma escudriñadora.
No he tenido alumnos que me fueran desagradables aunque lo cierto es que tampoco sé mucho de ellos.
Profundos problemas personales
A veces la motivación de la gente que asiste a los cursos puede ser muy personal. Uno de ellos, el jefe de una gran corporación, reconoció en una conversación amigable que era incapaz de seducir a las mujeres y por eso se apuntó al curso para actores. Sí, dice él, puedo comprarlo todo, vivir al nivel más alto, pero entiendo que no atraigo por mí mismo sino por mis posibilidades económicas, y de aquí vienen todos estos complejos que sentiría en su lugar cualquier hombre.
Tuve otro alumno, el jefe de una gran empresa de TIC. Era muy cerrado: bajo, llevaba gafas, reprimido, patoso, incapaz de esbozar una sonrisa de oreja a oreja. Se esforzaba mucho hasta que se le empañaban las gafas del sudor, pero no lo conseguía, y a todos les divertía. Un día me propuso llevarme a casa. Me imaginé que nos desplazaríamos solemnemente en algún Volskwaguen. Pero conducía un coche deportivo, abrió el techo, se aferró al volante e iba a tanta velocidad, saltándose todas las normas de circulación, que sudé del miedo.
Luego supe que también es alpinista, conduce un yate y pilota un avión deportivo. Sin embargo, al ir a parar al ambiente de la gente de negocios, se perdió completamente, hasta que mis clases consiguieron calmarlo un poco.
Relacionándome con este tipo de gente, como él, comprendí, que entre nosotros viven extraterrestres, planean en algún lugar sobre nuestro mundo con todos sus problemas. Saben poco de nosotros y nosotros sabemos poco de ellos. Y realmente gracias al teatro encontramos un lenguaje común.
Material publicado en la revista del Instituto internacional del teatro ITI-Info №21.
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