Las dificultades de la literatura rusa en el mercado global

Las letras rusas atraviesan por un buen momento. Hay numerosos autores de calidad. Fuente: Reuters.

Las letras rusas atraviesan por un buen momento. Hay numerosos autores de calidad. Fuente: Reuters.

La globalización literaria se ha llevado a término y en la actualidad los autores coexisten en un mismo escenario. Si pensamos el volumen de literatura rusa que se traduce, el porcentaje es muy bajo. ¿Cuáles son las causas, teniendo en cuenta el buen momento por el que atraviesan las letras rusas?

La literatura rusa representa una cantidad mínima de las obras traducidas a nivel global. En el mercado editorial estadounidense, por ejemplo, es poco más del 1 %. No hay demanda de obras con particularidades nacionales, exóticas. O, si existe un interés por esas peculiaridades, se dirige más bien a alguna isla paradisiaca que a Rusia. En general no hay demanda por la gran literatura rusa, al igual que no la hay por la gran literatura alemana, francesa o africana. La globalización literaria se ha llevado a término, todos coexisten en igualdad de condiciones en un mismo terreno.

Desde luego, ninguna firma clásica se ha librado. Al entrar en cualquier supermercado occidental, toda la literatura se ve reducida a unos pocos nombres que ya nadie tiene que leer; basta con saber que existen. Tolstói, Dostoievski, Chéjov, la marca Solzhenitsyn, la marca Pasternak, marca Bulgákov. Es muy probable que Pelevin y Akunin se unan a esa lista, pero no es seguro todavía.

Además, el panorama literario se construye gracias a los esfuerzos de los agentes literarios. Este es, por ejemplo, el caso de Vladislav Otroshenko. No es un escritor de primera fila, pero se traduce mucho en países como Italia. Alguien creyó que un escritor así, con un estilo a lo Nabokov, vendería bien en el mercado italiano. Hicieron la prueba y acertaron.

Hay escritores reconocidos en Rusia que parecen adecuados para la exportación, pero que, en el lugar de importación, de repente, no venden. Hay numerosos ejemplos. Y no solo porque sean demasiado rusos o demasiado provincianos. Se debe a razones casi imperceptibles, sociológicas hasta cierto punto. Igual que las tasas de cambio, tiene que ver con conjunciones muy sutiles.

Actualmente el nivel de la literatura rusa sigue siendo alto. Pero transferirla a otro contexto es difícil, casi imposible. Hay algo de fermento universalmente humano, pero es poco y además no está destacado. Por eso la literatura de autores inmigrantes tiene muchas más opciones de convertirse en un producto de exportación. Por ejemplo, podemos recordar a Joseph Brodsky y sus ensayos en inglés, a Vladímir Kaminer escribiendo en alemán, Andréi Makine o Andréi Kurkov en francés. Todos recibieron una buena acogida. Pero solo Nabokov obtuvo un enorme éxito. Es más, es probable que no todos se acuerden de que era ruso. ¿Podemos decir que sigue siendo literatura rusa?

He releído recientemente El lector, de Bernhard Schlink, la novela en la que se basó el conocido film de Hollywood. Me sorprendió lo bien construida que está, lo bien que llega a su público: la generación que busca el modo de repensar el pasado, el Holocausto, la guerra, el nazismo. Es muy difícil para un lector extranjero no prestar atención a esta novela. Schlink escribe en alemán y lo lee el mundo entero, porque el mundo está interesado en una Alemania que, a diferencia de otros países, lidia de este modo con la herencia nazi. Pero se trata más bien de una excepción, no de la regla.

Sabemos que en su tiempo, Thomas Mann no vendió en los EE UU. Pero Remark, que expresó la psicología de la generación perdida quizá incluso mejor que Hemingway, tuvo bastante éxito. De Thomas Mann se decía, “otra vez este con su metafísica europea...”

 

Recuerdo una ocasión, en una conferencia en los EE UU, en la que un profesor japonés se levantó y dijo: “Llevo toda la vida estudiando literatura rusa y he extraído cuatro rasgos fundamentales. El primero, es algo excesivamente grandioso. Segundo, es edificante. Tercero, es sombrío y no tiene sentido del humor. Finalmente, el autor se coloca en una posición superior a la del lector: es arrogante. Pero también está Serguéi Dovlátov. Tiene las cuatro características, pero al revés: no es edificante, habla de igual a igual con el lector y su estilo es breve y divertido”.

El profesor japonés fue un poco demasiado lejos. La literatura rusa no es arrogante: simplemente, profundiza demasiado para un ser humano normal. Si quisiéramos enfatizar el germen de lo ruso, estaría en la relación que se establece con la literatura como supertexto. Es la literatura la que desborda sus fronteras e influye directamente en la vida, como un sermón. Nada que no sea eso es aceptable. Por supuesto, deben existir realidades análogas. Pero es difícil de trasladar y difícil de traducir.

Dmitri Bak es director del Museo de la Literatura y catedrático de la RGGU (Universidad Estatal de Humanidades).

 

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