En el interior de la mejor escuela de Rusia

Fuente: Elena Pochetova

Fuente: Elena Pochetova

El Liceo N.º 1535 ha obtenido los mejores resultados escolares de Rusia del año académico 2012-2013. Así lo confirma un índice elaborado con la colaboración del Ministerio de Educación de este país. Por alguna razón, de aquí salen los niños más inteligentes.

Fuente: Elena Pochétova

Se oye una canción en el pasillo: “Estoy sentado al sol... estoy mirando al sol…”, de unos conocidos dibujos animados sobre un cachorro de león que disfruta no haciendo nada. Así suena el timbre del recreo. Un reflejo del sentimiento del alumno tras acabar, finalmente, la lección.

“Creo que el secreto de la escuela se debe a la forma en que fue concebida —comenta la directora, Tatiana Vorobiova. —La idea de crear el liceo se le ocurrió en los años 90 al Instituto de los países de Asia y África adscrito a la Universidad Estatal de Moscú y al colectivo pedagógico de la escuela-internado con estudios avanzados de chino N.º 14. Decidieron que había que fundar un liceo que ofreciera a los niños una amplia gama de posibilidades”.

Y lo crearon... Primero se abrieron dos grupos experimentales, en los que los niños podían dedicar más horas a las asignaturas de su elección. Y en 1991 el internado se transformó en un liceo. Se matricularon niños de todo Moscú. Superaron las pruebas los niños que podían y querían aplicarse en el estudio. A partir de dos grupos experimentales, se formó un liceo con 38 grupos, siete perfiles formativos y 1.080 alumnos que podían escoger cualquiera de estos perfiles. Eran profesores y alumnos de lo más corriente.

“Aquí nadie presume de cómo va vestido y ese tipo de cosas, —explica Varia. —Aquí estudian los hijos de algunas personas muy famosas. Ellos presumen más que nadie; para ellos es importante que la ropa sea ‘de Gucci’. Bueno, para ellos es importante... pues vale. Estudiar aquí es difícil, y no solo estudiar; todos son alumnos aventajados. Pero donde yo estudiaba antes me dolía la cabeza y siempre estaba deseando irme de allí. Después de las clases los pasillos estaban vacíos. Y aquí me apetece quedarme, hacer los deberes o simplemente pasármelo bien. Es difícil explicar por qué”.

Simplemente, dio la casualidad de que se reunieron personas de espíritu afín.

Los pasillos de la escuela están amueblados con sofás de baja altura. Los niños se tiran en ellos como les apetece: tumbados, con los pies arriba, de lado... Dos niñas de la clase 9B se sientan abrazadas.

“Es mi tercera escuela y en ninguna he estado como aquí”, nos cuenta Varia. Como no nos escucha ningún profesor, parece que se sincera. “Aquí hay un ambiente… los profesores te hablan de igual a igual. Te escuchan. Te miran como a una persona”.

“Cómo podría explicarle el ambiente que se vive aquí...” , comenta Asia. “Por ejemplo, la escuela de mi hermano también quedó una vez entre las mejores, y están tan orgullosos que solo hablan de eso. Nosotros también estamos orgullosos, pero de otra forma; nos alegramos una vez y seguimos estudiando”.

La escuela 1535 colabora con algunas universidades: los siete perfiles entre los que pueden escoger los alumnos se han creado específicamente para ajustarse a las exigencias de las facultades. En los perfiles histórico-filológico y socio-económico se enseña a los niños lo que luego se les exigirá para acceder al Instituto de los países de Asia y África de la Universidad Estatal de Moscú. Las asignaturas del perfil social y humanístico se han escogido especialmente para que los niños puedan acceder a las facultades de derecho, sociología y ciencias políticas. Y así con todos los demás grupos. Continuamente se crean perfiles nuevos; la escuela se adapta al mundo al que luego se enfrentarán sus alumnos.

“Todo esto parece obvio —le digo a la directora. —¿Existe realmente semejante carencia de comunicación entre las escuelas y el mundo exterior?”

“Desgraciadamente —responde la directora con evasivas—, la ética no me permite criticar a mis colegas. Se puede decir que así es”.

No hay ningún decreto ministerial que obligue a las escuelas a adaptarse a los cambios que experimenta el mundo. Por eso solo unas pocas lo hacen.

Varia y Asia estudian en un grupo de perfil humanístico. Me cuentan quiénes son sus profesores favoritos: el profesor de literatura, el de historia... y —toda una sorpresa— el de física, Andréi Jotúntsev.

El físico sugiere que la verdadera vida del niño está fuera de las clases. Trabaja en esta escuela casi desde su fundación.

“¿Ha visto qué liceo tenemos? —dice—. Y todo empezó, sencillamente, con un grupo de personas que se reunió y decidió forjar unas condiciones en las que sentirse cómodos; un ambiente que no reprimiera las inquietudes, donde reunir a gente para la que aprender es un placer”.

¿Qué tiene que tener un profesor para despertar el interés de los niños?

“Debe amar la materia que enseña. Solo entonces puede entenderla y, por tanto, enseñársela a los niños”. Eso es todo. No le gusta andarse con rodeos.

Este liceo se diferencia también de otras escuelas en que, para las clases de historia del arte, se lleva a los niños a los museos en lugar de enseñarles las obras a través de un proyector. Esto puede parecer obvio, pero pocas escuelas lo hacen. Quizás porque en las normativas internas y en los programas presentados por el ministerio no siempre hay una cláusula que indique expresamente: “Es imprescindible llevar a los alumnos al museo en cada clase de historia del arte”. 

Los profesores dicen que todo depende de la interpretación de la normativa que haga cada escuela. Una escuela que actúa en todo momento con miedo a incumplir alguna norma y que prohíbe todo lo que no esté regulado por orden ministerial es una escuela muerta. Si la directiva comprende que la normativa es solo una guía general de orientación para el trabajo autónomo, la escuela respirará. Porque la vida solo puede existir y desarrollarse en el espacio que queda entre las normas.

“¿Por qué esta escuela es así? —pregunto a las chicas de la clase 9B. —¿Se debe a las personas o a la organización?”

“Es como lo del huevo y la gallina”, comenta Varia. Asia asiente con la cabeza.

“No sé cómo explicarlo —dice Asia. —Aquí, por ejemplo, cada alumno dispone de su propia taquilla en el vestuario para guardar sus cosas. En las demás escuelas no es así, solo hay un espacio común, como los guardarropas del teatro. Aquí todo es así, todo el mundo tiene su propio espacio, ¿entiende?”.

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