Entrevista al guionista ruso Yuri Arábov, tras el recientemente estreno en Rusia de la película 'Chaikovski'. Fuente: ITAR-TASS
¿Cree que en una película biográfica sobre Chaikovski se deben presentar los detalles íntimos de su vida personal?
¿Habla de la homosexualidad? No es seguro que Chaikovski fuera homosexual. Eso solo es un rumor algo que cree gente sin datos, y el cine no tiene por qué ocuparse de eso.
Pero en su historia hay alusiones directas. En particular, el episodio en el que los condiscípulos de Chaikovski organizan una discusión pública sobre sus tendencias.
En ese caso se trata de un rumor en el que creen todos los que le rodean. El personaje principal de este guión es una persona sin familia, al que persigue la opinión de que le gustan los hombres.
Yuri Arábov es poeta, novelista y guionista. Es un reconocido maestro de los guiones de personajes históricos. Entre sus trabajos destacan las colaboraciones con Sokúrov: Moloch, sobre Adolf Hitler y Eva Brawn; Tauro (Teliets), sobre Vladímir Lenin; El sol (Solntse), sobre el emperador Hirohito. También destaca la película El testamento de Lenin (Zaveshanie Lénina), sobre el escritor Varlam Shalámov, dirigida por Nikolái Dostal.
Y él, realmente, quería a Boba (Vladímir Davídov, sobrino del compositor), a quien le dedicó su última sinfonía, pero este sentimiento tenía un carácter platónico.
En mi adaptación, Chaikovski se ve señalado por los rumores y sufre mucho a causa de esto. Al parecer, según una leyenda generalizada, los amigos juristas del compositor le organizaron un juicio de conciencia; yo he utilizado esta leyenda para convertirla en la pesadilla del propio Chaikovski.
El guión de ‘Chaikovski’ ha pasado por cinco versiones, y en la última no hay atisbo de homosexualidad, el argumento no tiene nada que ver con eso. Este tema me deja completamente indiferente. De hecho, no me interesan las discusiones sobre temática homosexual en el arte.
Que la gente haga en su dormitorio lo que quiera; no creo que sea necesario someter sus actividades a un juicio público, porque al final este tipo de debates se acaba pareciendo a las discusiones moralistas de la época soviética.
Otra cosa es que el rodaje se haya desviado completamente de lo que se había plasmado en el guión, esperemos que no sea así. Yo no firmaré una película que hace “propaganda de la homosexualidad”. Este campo se encuentra fuera del ámbito artístico.
En este guión he descrito problemas que, en mi opinión, son comunes a todos los artistas. Preocupaban a la gente del siglo XIX y continúan inquietando a nuestros contemporáneos. Hablo del modo en que la sociedad nos define y de quiénes somos en realidad. La sociedad no nos ve como realmente somos, pero lo peor no es eso, sino que se nos acabe etiquetando.
¿Qué le parece la iniciativa del Ministerio de Culturaen relación con el cine ‘patriótico’ y de ‘relevancia social’?
Una cosa es hacer películas biográficas específicas para mostrar en las escuelas de enseñanza secundaria en el marco de un programa educativo, y otra muy diferente es el cine destinado a la gran pantalla.
Yo creo que el patriotismo solo se puede inculcar mediante una educación humanística. Una persona se vuelve patriótica automáticamente cuando aprende la historia, la literatura y la música de Rusia en la escuela. Nuestra historia no solo tiene fracasos, también cuenta con victorias brillantes, y el mundo aún se quita el sombrero ante la literatura rusa del siglo XIX y principios del XX.
Para inculcar el patriotismo no es necesario repetir la experiencia del cine de los años 30, que trataba de enseñar nociones de historia a un país sin formación a base de martillazos. Para eso ahora tenemos las escuelas de secundaria.
El cine se debe encargar de otras cuestiones más complejas y polémicas. De momento, el Ministerio de Cultura está intentando hacer de Ministerio de Educación. Veo con escepticismo lo que está ocurriendo. El propio Vladímir Medinski es historiador y quiere que la cultura rusa resuene, pero la historia no es un camino de rosas, también deben sonar las ‘cuestiones malditas’. Comprender las preguntas eternas es precisamente lo que nos hace fuertes.
Pero no es este el problema, sino que no podemos vivir de los fondos ridículos que aporta el Estado. Entendemos que el Estado tiene asuntos más importantes: las Olimpiadas, Skólkovo (un centro de innovación tecnológica de reciente creación), las pensiones; y no necesitamos apoyo de los presupuestos.
Yo solo pido una cosa a quienes están más cerca del gobierno: que el cine pueda ser un negocio. Ahora no lo es porque nueve de cada diez películas son deficitarias, y solo empezará a ser rentable en el momento en que se muestre un poco de comprensión desde ‘arriba’. Mientras esto no ocurra, cualquier intento de hacer cine comercial con fondos del Estado carecerá de lógica. El Estado no puede mantener a los cineastas, hay que decirlo abiertamente.
Artículo publicado originalmente en ruso en Izvestia.
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