Nabokov era muy estricto con las representaciones visuales. ¿Qué era lo que para él era más importante en la representación, en un cuadro o en una película?
Era discípulo del genial Dobuzhinski, aunque no fuera el más aplicado. No aguantaba el arte abstracto. Una vez dijo que Salvador Dalí era como un gemelo de Norman Rockwell que en la infancia había sido raptado por los gitanos. En la edad madura adoraba los cómics.
En cuanto al cine, prefería las comedias y en las conversaciones privadas no hablaba muy bien sobre la adaptación cinematográfica que hizo Stanley Kubrick de Lolita. Decía que la película “estaba rodada con los ojos de un pasajero acostado en una ambulancia”. Por lo demás, el marketing de Lolita a través de los dibujos de chicas en poses provocadoras para él era un mal inevitable que contribuía a las vendas. En cuestiones de marketing literario Nabokov no tenía competencia.
¿Cómo veía Nabokov los intentos de “hacer visualizar” su texto? ¿No consideraba que la portada de Lolita conduce a un único tema, el del sexo?
Nabokov estaba totalmente en contra de que en las portadas de Lolita se representaran señoritas jóvenes pero posteriormente empezó a ver con cierto grado de indulgencia las nínfulas de las cubiertas.
Le hizo gracia la edición francesa de Gallimard de tapas blandas: en la cubierta anterior hay una chica que nos mira, con aspecto de campesina con trenzas color castaño claro a los lados y en la cubierta posterior vemos su nuca, la raya del cabello bien dibujada, las mismas dos trenzas. Como si de esta forma el texto de la novela se metiera en la cabeza del personaje protagonista.
¿Qué hacían los ilustradores para señalar que se trataba de la sexualidad infantil y no de la sexualidad en general?
Solo en el continente americano se venden un promedio de 50 mil ejemplares de Lolita anualmente, la novela atrae al lector independientemente de la portada que lleve el libro. Por eso las alusiones a la sexualidad infantil con caramelos o pintalabios son más bien una concesión a los convencionalismos.
Un ejemplo magnífico es el de las ilustraciones de las obras de Nabokov en la revista masculina Playboy. En los años 60 la redacción encargó a Robert Parker y a Roland Ginzer ilustraciones para las traducciones publicadas en esa revista de las novelas Desesperación, El ojo y también fragmentos de Ada o el ardor.
Se conservaron las valoraciones críticas de Nabokov a esta iniciativa: en uno de los telegramas amonestó al artista por haber dibujado de una forma no realista el busto de Ada aconsejándole ir a clases de anatomía.
En cuanto a la ilustración de dos amantes que de noche se están besando apasionadamente la bautizó con el nombre de “dos ranas abominables”.
Hubo un caso muy curioso con la obra del conocido diseñador de libros John Gall, encargo de la respetada editorial Random House. Al principio Gall eligió un primer plano de unos labios de mujer y los colocó en la portada de Lolita en posición horizontal, dando a la ilustración un doble sentido muy fuerte porque al mismo tiempo hacía alusión a la boca y a los genitales.
La reacción a esta acción tan audaz resultó opuesta: a uno de los redactores le entró un ataque de ira mientras que otro pidió que le regalaran una copia y la enmarcó. Finalmente el libro se editó con esos mismos labios pero en posición horizontal.
¿Qué piensa de las portadas rusas?
En la mayoría de los casos se trata de repeticiones de imágenes existentes que ya se han utilizado como obras de pintura clásicas, nínfulas apetecibles según la mirada de algunos, fragmentos de pósteres de anuncios.
Una categoría aparte en las portadas rusas es la del uso de fotogramas simples de secuencias de películas de Hollywood. Por ejemplo, a finales del siglo pasado, en el momento de más popularidad de la segunda adaptación cinematográfica de la novela de Nabokov, la del director Adryan Line, salieron como mínimo seis ediciones rusas con los rostros de los actores Jeremy Irons y Dominique Swain, que interpretaban los protagonistas en la película.
Por cierto, en Estados Unidos la distribución de la película de Line fracasó porque poco antes de que apareciera el Congreso norteamericano adoptó una ley para la prevención de la pornografía infantil y los distribuidores se asustaron. En la Rusia de Yeltsin a los distribuidores esto entonces no les importaba.
La idea que se hacían los editores rusos de Lolita coincide con la frase de Serguéi Dovlátov, que calificó a la heroína de Nabokov de “típica señorita rusa”. La representaban como a una niña en una chaqueta marinera y también con un fondo de abedules rusos. Hubo algunas curiosidades: la edición de Lolita el año 1997 (¡en la serie “Prosa de amor rusa del siglo XX”!) utiliza un perfil encantador de una chica, un fragmento de un póster de mediados del siglo pasado que anunciaba cuellos de hombres. En la portada se ve solo una cabecita femenina sacada de contexto pero en la versión completa del cartel su creador Joseph Leyendecker con la composición focaliza la atención del público hacia los hombres que hay detrás de la chica. El artista era gay.
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Entre las portadas no adecuadas no se puede pasar por alto la edición de Lolita del año 2000 con una chica de un lienzo de Gustav Klimt, cortada de forma humillante por la rodilla y con el logotipo de la editorial Eksmo colocado en la ingle. Es inimaginable que en la cubierta posterior de una editorial occidental respetada apareciera una foto frontal de una chica adolescente desnuda como permitió la editorial moscovita TF-Progress. No se trata de una estilización ni de un dibujo sino de una fotografía contemporánea de una muchacha menor de edad desnuda que traslada la percepción de la novela a un registro totalmente distinto.
Una buena portada es un intento de coautoría que tiene que ser una interpretación viva y original. Pero cuanto más complicada es la novela más difícil es para el artista expresar en una forma muy concentrada la idea principal de la obra y al mismo tiempo crear un gesto artístico y a la vez complacer al editor y al comprador en el cada vez más estrecho y competitivo mercado del libro.
Lolita es una obra complicada porque obliga a posicionarse sobre los protagonistas, a superar la atracción estética del texto y a aclararse en el laberinto ético (¿a quién compadecemos a Lolita o a Humbert? ¿Quién fue el primero de seducir al otro? ¿Qué hacer con el insulso, viscoso y puritano mundo de EE UU de los años 1950? Y etcétera). La oscilación moral está presente en el texto como una mina de acción retardada. De esta forma, cualquier intento de visualización de la obra es como jugar con la clavija de la granada, puede explotar o no.
En San Peterburgo, la patria de Nabokov se aprobó una ley sobre la prohibición de la propaganda de la pedofilia y la homosexualidad. ¿Cómo puede afectar esta iniciativa en la publicación de Lolita en Petersburgo?
No creo que estuviera mal introducir una moratoria en la edición de Lolita en Rusia, bueno, y en el mundo en general. Cuando hay demasiado de un solo libro, por muy genial que sea, empieza a observarse una determinada devaluación. Tras una pausa de cinco años yo editaría Lolita con una cubierta negra y con un anexo grueso con comentarios.
Artículo publicado originalmente en ruso en lenta.ru.
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