La revolución comenzó un día como hoy

El episodio fue de gran importancia histórica y adquirió fama por la película del director soviético Serguéi Eisenstein.

La razón de la rebelión es el intento, por parte de la jefatura, de alimentar a los marineros con carne podrida y llena de gusanos. Los rebeldes, liderados por Grigori Vakúlinchuk y Afanasi Matúshenko, se lanzan hacia los oficiales y los tiran por la borda. En el tiroteo muere Vakúlinchuk. Sus camaradas llevan el barco al puerto de Odesa y organizan una solemne despedida en honor al compañero fallecido. Durante unos días, en el acorazado ondea la bandera roja. Su equipo quiere levantar una rebelión en toda la flota del mar negro, pero no lo consigue.

Para reprimir la revuelta, el emperador Nicolás II envía otra escuadra de buques de guerra del mar negro contra el ‘Potemkin’, pero estos se niegan a disparar contra su tripulación.

Tras agotar las provisiones de carbón y alimentos, el buque atraca en la costa de Rumanía y se entrega a las autoridades locales de Constanza. Al poco tiempo, Rumanía devuelve el buque a Rusia y los marineros se quedan en el extranjero. Algunos de ellos, entre los que se encuentra Matushenko, tratan de volver a la patria, donde son arrestados y ejecutados. A finales de septiembre de 1905, el gobierno zarista renombra el sedicioso acorazado como ‘Pantaleón’.

Tras la revolución de febrero de 1917, el buque recupera su antiguo nombre, aunque en seguida se le vuelve a cambiar el nombre por el de ‘El luchador por la libertad’. En mayo de 1918, el antiguo ‘Potemkin’ es capturado por las tropas del Káiser alemán. Más tarde pasa a manos de la guardia blanca de Denikin y, la víspera de la entrada en Crimea del ejército rojo, es destruido por los invasores anglo-franceses que se retiraban de Sebastopol.

El 1925 el director soviético Serguéi Eisenstein realizó la celebérrima película El acorazado Potemkin que reproduce la historia del motín. Su fama no sólo se debe a las innovaciones técnicas en relación al uso de la cámara y su inclinación, con lo que se consigue crear nuevas sensaciones y enfatizar determinados aspectos, sino también al uso social que si hizo de ella. Rodada pocos años después de la revolución de 1917 sirvió para legitimar el naciente poder de los soviets.

La escena de las escaleras de Odesa es una de las más famosas de la historia del cine. En ella los cosacos disparan contra el pueblo inocente para acabar con el apoyo a los rebeldes.

Se ha llegado a afirmar que la idea de presentar la matanza sobre los hoy famosos escalones nació a partir de la imagen de un puñado de cerezas rodando pendiente abajo por esas mismas gradas.

Sin embargo, el propio director explicaría que ante aquel monumento a la vez útil y espectacular, vio en su imaginación la caída de los cuerpos muertos, “el último ademán ante la muerte, la huida atropellada de las víctimas”. Aquella represión que se saldó con más de 2.000 víctimas.

El escritor Jesús Fernández Santos explica en un artículo en El País de 1977:

“La escena de la escalera no fue tampoco totalmente improvisa, sino realizada a partir de un guión que, aunque sólo ocupaba unas tres páginas, aún puede verse anotado por el realizador con precisión. Su técnica y estilo, su modo de mostrar la realidad, alternando planos muy cortos con vistas casi generales han llenado y llenarán aún muchas páginas de los manuales de cine. Su forma de presentar personajes o acontecimientos, mostrándonos la parte o rostro más representativa de ellos, la utilización del montaje, según la moda, al uso o el interés por elevar a protagonista no al hombre como ser individual, sino a las masas en un arte a ellas dedicado, explican ese aire documental, auténtico del motín del acorazado Potemkin y, en especial, de su secuencia más importante. También explica su carrera triunfal por todo el mundo, a pesar de prohibiciones y censuras y el hecho de que desde cualquier prisma artístico o político se le reconociera como una obra, a la vez peligrosa y maestra.

'Acabo de ver un filme cuya voluntad estética se afirma con una fuerza que va más allá de lo realizado hasta hoy por franceses, americanos y alemanes. Es el Potemkin. Es magnífico. Toda la primera parte es como si se hallara bajo un terrible fatalismo'.

Quien así resumía su impresión ante la obra de Eisenstein no era ningún estudioso del cine, ningún viejo militante de partido, sino Douglas Fairbanks”,  famoso director y productor estadounidense.

Casi un siglo después, la fuerza de aquellas escenas sigue reverberando y, para muchos, son de plena actualidad...

Vea la película completa. 

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