Bienal de Arte, Venecia, Giardini. Pabellón de Rusia. De día, en el exterior. Se le escapa la risa a un hombre al que amablemente se le impide la entrada por la planta baja y se le invita a acceder al pabellón por el primer piso. Solo las mujeres, como en un gineceo antiguo, pueden traspasar desde la planta baja el umbral de la instalación Dánae, de Vadim Zajárov. El artista paradigmático del conceptualismo moscovita fue elegido para representar a Rusia en la 55ª Bienal de Arte de Venecia, por la comisaria del pabellón ruso, Stella Kesaeva, que también ha nombrado como curator de la exposición a Udo Kittelmann, exdirector de la Galería Nacional de Berlín.
Con su instalación Zajárov muestra al desnudo el mito de la hija del rey Acrisio, proponiendo una lectura más profunda y más moderna, sin olvidarse de volver a recorrer simbólicamente el pasado. Por este motivo el suelo del pabellón, construido hace 99 años, ha sido destripado y se ha hecho un gran agujero cuadrado que permite ver desde el alto lo que sucede en el piso inferior, donde las mujeres, a las que se presta un paraguas transparente, son rociadas con una lluvia de monedas de oro, procedente de una pirámide colocada en el techo.
Dánae (en griego ‘sedienta’) era una hija de Acrisio, rey de Argos y Eurídice. Decepcionado por carecer de herederos varones, Acrisio consultó un oráculo para saber si esto cambiaría. El oráculo le dijo que sería asesinado por el hijo de su hija. Para que ésta no tuviese hijos, Acrisio la encerró en una torre de bronce o en una cueva. Pero Zeus la alcanzó como una lluvia dorada y la dejó embarazada. Poco después nació su hijo Perseo.
Son las mujeres, no observadoras pasivas sino elemento fundamental de la instalación, cuyo espacio poético deben llenar, las que ponen en marcha el mecanismo que se completa en el piso superior con un proceso de materialización del mito.
Como prueba de la completa falta de sexismo en el representación de este gineceo moderno, están las duras palabras escritas en las paredes y dirigidas al hombre, al que se recuerda que es el momento de confesar, entre otras cosas, mala educación, lujuria, avaricia, narcisismo, demagogia, banalidad, envidia, gula y estupidez. Los hombres están obligados, iconográficamente, a arrodillarse (el agujero practicado para observar la lluvia de oro está circundado por reclinatorios de terciopelo rojo) ante el Dios Dinero.
Un conjunto, completado por otras sugerencias, que sorprende y no deja indiferentes a los visitantes que salen del pabellón divididos entre la diversión y la reflexión. "Es muy interesante que el pabellón ruso, que desde hace varias ediciones está muy atento a la estética, proponga una lluvia de dinero justo en este momento de crisis económica”, afirma Elena Franzoia, periodista del sector y colaboradora del Guggenheim Venezia. “Es muy divertido, no veo ninguna intención sexista en la utilización de la figura de la mujer”, continúa.
La lluvia de monedas, parte de la instalación "Dánae" de Vadim Zajárov, representante de Rusia en la Bienal de Venecia. Fuente: Mariella Caruso
“El proyecto Dánae se propone desplegar una imagen en varios niveles de la cultura", explica Zajárov. "He tratado de decodificar una parábola que ha soportado bien el paso del tiempo, encontrando nuevas interpretaciones. Es un mito que todavía no había sido interpretado hasta las últimas consecuencias. En mi trabajo inauguro un nuevo capítulo en el que Dánae se convierte en un símbolo importante del mundo contemporáneo”.
Entre los elementos de Dánae hay un hombre vestido de traje y corbata, en una silla de montar colocada sobre una viga, comiendo cacahuetes.
En mi visión, es el símbolo de los trabajadores del sistema bancario que, mientras la humanidad se empobrece, siguen sin interesarse por lo que sucede a su alrededor. Su posición, en una silla de montar sin caballo, representa su pérdida del sentido de la realidad.
Cuando ha aceptado el encargo de representar a Rusia en la Bienal, ha dicho que quería encontrar un punto de convergencia entre diferentes tradiciones culturales, no solo rusas. ¿Cree que lo ha logrado?
Sí, por supuesto. He partido del mito griego de Dánae, que es conocido universalmente. Por todas partes se encuentran huellas de esta leyenda y en ellas me he inspirado para mi método de trabajo. También me he inspirado en la última obra de Marcel Duchamp que se basa en la curiosidad del hombre por mirar por el hueco de la cerradura; de ahí el agujero en el suelo para mirar lo que sucede en el piso de abajo.
¿Ha sido difícil el montaje en un pabellón con dos pisos?
No, no lo ha sido. El recorrido se desarrolla como en un laberinto con diferentes significados en cada ambiente. Ha sido muy sencillo entrar en este mundo, pero muy difícil salir: exactamente igual que en el mito de Dánae.
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