La semana pasada, el artista ruso Nicolai Troshinsky culminó un proyecto sobre el que ha volcado sus esfuerzos durante meses. Formado en Francia como ilustrador y arraigándose en España como creador, Troshinsky parte, siempre, desde las disciplinas permeables para construir objetos que toman prestados lenguajes de otros espacios.
De la ilustración adquiere la sencillez del relato; del mundo del videojuego, el ambiente lúdico y de la animación el ritmo. La presentación fue el pasado jueves 26, en el Instituto Europeo del Diseño de Madrid, dentro del marco de las jornadas de homenaje a la ilustración y el entusiasmo con el que fue recibido es la traducción del esfuerzo realizado. Y es que este corto pertenece a esta reciente hornada de obras construidas a través de colaboraciones monetarias casi anónimas y que cubrían parcialidades del proyecto.
Troshinsky, ha conseguido sacar adelante este proyecto en España donde, por ejemplo, faltan facilidades como una productora que se dedique en exclusiva a cortos de animación. Así, en parte de ayuda estatal y en parte con microcolaboraciones, ha podido sufragar parte del proyecto.
Nicolai Troshinsky nace en Moscú en 1985, se forma entre Madrid, Sárdeme (Italia) y en la “La Poudrière”, Valence (Francia). Ha dado clases de cinematografía en Madrid al igual que ha trabajado en ilustración y proyectos para la edición infantil y juvenil. Ha ganado premios en países tan dispares como Gran Bretaña y Corea del Sur en disciplinas que van del cortometraje a la creación de videojuegos.
Nicolai Troshinsky es una persona que se muestra con cercanía y como un observador. Sabe lo que es la solvencia y resuelve, a lo largo de su carrera como ilustrador o diseñador de videojuegos que fueron muy premiados, con una amalgama digna de hacer desaparecer la mano del autor.
Se ha servido de los mundos del art brut de Martín Ramírez o de los diseñadores de Atari, algo en apariencia inconexos, pero que lo han nutrido. Así, su obra, con esta dispersión, nos hace preguntarnos quién es Troshinsky. A cada pieza mostrada, en vez de llegar con una respuesta, la novedad nos hace más extensa la pregunta. En este caso le ha llegado el turno a los maestros rusos de animación, con los que el cortometraje Astigmatismo, mantiene la mirada y hace una relectura personal.
Quizá sea Yuri Norstein el más reflejado en los cuatro minutos que dura la obra. En España, que la animación rusa no ha cruzado las puertas de las grandes distribuidoras, probablemente se conozca poco y en la mala calidad de internet y, ojalá, el trabajo de Troshinsky pueda señalar de una manera nueva y cercana a muchos este tesoro tradicional.
La elaboración de su cortometraje, como él asegura, parte de un sentido musical, de las variaciones cromáticas y de formas que sugieren los ritmos, lo que para él es lo esencial en el cine, pese al soporte de las narraciones. Astigmatismo está dividido así en tempos, que son mundos construidos y que permiten la ascensión rítmica y musical, un deleite que embarga y transforma. Reinventándose en su diálogo con el animador ruso, argumenta, en realidad, desde la música, ya que su formación viene desde una familia músicos profesionales.
Como si fuese un latir del corazón que se acelera por la llegada del amor, en esa idea comienza todo el corto, plagado de personajes ocurrentes y situaciones oníricas, como un armario lleno de cajones (imagen repetida en distintos de sus cortometrajes).
En él este deseo barroco de ocurrencias parece tomado de España, ya que, en realidad, cada personaje del corto daría para un spin-off propio. Pero la luz es innegablemente rusa. El acabado general hace que este barroco sea confortable y vuelva a llamar al espectador, para que pueda sumergirse varias veces en el mismo corto y descubrir las historias paralelas que se entrecruzan o simplemente dejarse llevar, como uno se deja llevar por la música o el corazón.
Cuando se le ha preguntado a Nicolai qué quiere hacer después, dice que videojuegos. Para él, el campo con más entusiasmo de todos los que ha transitado y que ahora mismo vive un auge creativo en el que, posiblemente, un animador, ilustrador y músico íntimo tenga curiosidades que ofrecer.
Aquí os dejamos a esta captura recién salida de la pecera.
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