Maksim Amelin, poeta editor y ensayista, ganador del premio Alexander Solzhenitsyn. Fuente: Wikipedia / Rodrigo Fernandez
Poeta de la generación de la década de 1970, Maksim Amelin, traductor de Catulo y Píndaro, ha recibido este prestigioso galardón de las letras por su diálogo con la Antigüedad aunque atendiendo a la renovación del verso, pero también por sus actividades educativas. Dirige la editorial OGI, que enriquece el mercado editorial ruso con productos poco estandarizados. Maya Kucherskaia conversa sobre el valor de la educación y de la poesía con el galardonado.
De entre toda la obra literaria de Alexander Solzhenitsyn, ¿qué le parece más valioso?
Solzhenitsyn es un artista polifacético, en cuyas obras casi todo el mundo puede encontrar afinidades.
El Premio Alexander Solzhenitsyn fue concebido por el autor de Archipiélago Gulag en 1978 y se entrega desde 1998. Optan a este galardón los autores que viven en Rusia y escriben en ruso “cuya obra se distinga por su alto mérito artístico, contribuya a ahondar en el conocimiento de Rusia y constituya una aportación significativa a la conservación y al desarrollo respetuoso de las tradiciones de la literatura nacional”, y a investigadores por sus trabajos sobre historia rusa, sobre el sistema estatal y el pensamiento filosófico y social rusos.
Personalmente, me resultan próximos sus trabajos en prosa escritos antes de la emigración, sus piezas periodísticas, sus experimentos poéticos y también sus ensayos sobre escritores publicados en Novi Mir. Por ejemplo, me acuerdo de un texto curioso sobre Brodsky, ambiguo, pero muy profundo.
A juzgar por el número de sus publicaciones, en los últimos años escribe usted menos…
Nunca he escrito mucho. Casi toda mi obra poética está incluida en Gnutaia rech (Discurso doblado).
Al pie de algunos poemas figuran dos fechas, ¿qué significa?
Las dos fechas reflejan el proceso de creación. Compongo las poesías muy despacio, a menudo durante varios años. No concibo mis poemas como metales que se funden en una fábrica, hacer piezas idénticas no me interesa.
Maksim Amelin nació en 1970, en Kursk. Graduado en la Escuela de Comercio, estudió en el Instituto de Literatura Gorki. Es poeta y traductor del griego antiguo y del latín, entre otras lenguas, así como redactor jefe de la editorial OGI. Vive en Moscú.
En realidad, no hay nada más sencillo que escribir un poema según los patrones ya conocidos y trabajados por mí; por eso, no lo hago. Cada poema individual es una aleación específica y un coágulo de discurso poético. La reproducción infinita de incluso los mejores hallazgos conduce a la mecanización del arte y, por último, al agotamiento.
¿En qué formas trabaja actualmente?
Ahora me interesa la posibilidad de una gran expresión poética que aúne el poema y el drama, pero no tal como estamos acostumbrados.
Son pocos los que pueden discernir con claridad las alusiones literarias que rebosan sus poesías. ¿Eso no le preocupa?
No, en absoluto. En general, considero que la poesía contemporánea seria debe ser compleja y sustanciosa, con guiños a los poetas anteriores, juegos de significados poéticos, experimentos lingüísticos. Creo que los tiempos de la sencillez quedaron atrás.
A veces la poesía es ingenua, pero eso es otro tema. Hacer ver que eres el primero que habla y que antes de ti no existía la poesía es irresponsable y estúpido. Especialmente en una época en que se ha devaluado casi por completo la palabra poética, cuando las masas han aprendido no sólo a leer sino también a escribir. Por eso, estoy más preocupado por la calidad de la lectura que por la cantidad.
Le han premiado también por su trabajo como divulgador. Uno de sus últimos poemas reza así: “… las generaciones venideras… que ya no podrán diferenciar a un burro de Píndaro”. ¿Quiere decir que la actividad educativa está condenada a desaparecer gradualmente? Si es así, ¿por qué continúa dedicándose a ello?
No me gustaría que las nuevas generaciones llegaran a encontrarse en una nueva Edad Media, aunque a veces parece que todo apunta en esa dirección.
En todas las artes han dejado de valorarse la habilidad, la práctica, la experiencia y el trabajo reflexivo. Por eso, también surge la sensación de que entre lo que se crea venciendo dificultades y lo que se crea sin esfuerzo no hay diferencia alguna.
En la poesía esto es especialmente patente, ya que el material es el lenguaje, que parece estar al alcance de todo el mundo y disponible para todo aquel que lo quiera utilizar. Por ello, es imprescindible llevar a cabo actividades educativas, sin escatimar tiempo o energía, porque de lo contrario el salvajismo acabará imponiéndose sin falta.
¿Cuál es la situación de la poesía rusa contemporánea?
Parece un caldo que se prepara a toda prisa. Sin embargo, comprender qué se está cociendo en ese caldo y qué se recocerá es casi imposible. Me refiero a los poetas que ahora tienen entre 20 y 35 años.
La pérdida total de referentes no sólo en el arte, sino también en la vida, es manifiesta. La urgencia por crear productos superventas (en un sentido amplio) en lugar de obras maestras también ha penetrado en el campo de la poesía. Son pocos, aunque los hay, los poetas de talento.
Sospecho que el tiempo de maduración y el proceso de formación del poeta se ha alargado en el mundo contemporáneo hasta, aproximadamente, los cuarenta años. Por lo demás, para emitir juicios de valor se necesita una gran distancia que yo no tengo, pues soy parte implicada y, probablemente, esté valorando desde una postura rigurosa algo que no comprendo del todo.
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