Iglesia ortodoxa de la Trinidad en la Antártida. Fuente: Dmitri Malov.
Reparto internacional de la Antártida
Para los países con pretensiones territoriales al sexto continente, las estaciones científicas son un modo de “marcar el territorio”, mientras que para el resto de países son una posibilidad de unirse al Tratado Antártico y convertirse en un estado antártico. En comparación con los espacios despoblados del sur, Rey Jorge es una auténtica metrópoli: la base Frei y la población chilena polar están divididas de la estación rusa Bellingshausen por un riachuelo, en menos de una hora se puede llegar en moto de nieve a la base china, llamada “La gran muralla”, y el resto de estaciones se encuentran a menos de diez kilómetros una de otra.
La Antártida, como si fuera
un pastel, está “cortada” por meridianos en pequeñas porciones. En el Polo Sur
rige la zona horaria de Nueva Zelanda, ya que es de allí de donde salen los
vuelos a la base Amundsen-Scott, situada en el polo. Y la hora en las
estaciones, separadas por varias decenas de kilómetros una de otra, puede
variar en unas cuantas horas. Los barcos que viajan a la Antártida cambian varias
veces la hora cuando cruzan las zonas horarias.
Los científicos rusos pueden pasar un invierno en la Antártida a través del Instituto de Innovación Científica del Ártico y la Antártida, tramitando una solicitud de investigación en el ámbito de la biología o glaciología antártica. Los glaciólogos a menudo viajan a este continente para intentar averiguar si el hielo antártico se derrite o si bien, al contrario, va adquiriendo masa. Cuando en 1968 llegaron científicos por primera vez a la base rusa, 11 personas se quedaron a pasar el invierno. Ahora cada año viven en la base 23 personas: debido a las suaves condiciones climáticas (-6,8 es la temperatura media de agosto, el mes más frío, y -1,1 es la media del mes más cálido, febrero) los científicos rusos lo llaman “el balneario”.
Paraíso del turismo extremo
Para los turistas amantes de los lugares extremos, Rey Jorge es un verdadero paraíso: a menudo llegan vuelos llenos de gente que sueña con ver pingüinos y pescar cerca de ballenas y focas. Uno de los tres refugios del sexto continente pertenece a la estación científica Bellingshausen. “El alojamiento es sencillo: dos camas, moqueta en el suelo, una mesa, sillas, paredes recubiertas con madera… Pero si quieres ir al Polo Sur no necesitas nada más, sólo lo imprescindible” – escribe en su blog un turista de la Antártida.
Cuando las compañías aéreas extranjeras llevan a los turistas a la isla Rey Jorge, los viajeros reciben alojamiento gracias a un acuerdo con los científicos rusos. Este negocio es muy ventajoso: los rusos reciben a cambio verduras frescas, ya que en la isla se reciben alimentos una vez cada dos años. “La mayoría de estos alimentos son conservas, evidentemente. Pero nosotros no nos quejamos, porque hay electricidad. Tenemos generadores diésel que generan 11-12 metros cúbicos de combustible al mes, con los que obtenemos la electricidad…” – cuenta Ruslán, mecánico de la estación científica, fotógrafo y administrador del blog de los científicos polares rusos en Livejournal.
Otro de los entretenimientos de la isla es la Maratón Antártica Anual. La primera de esta serie de carreras se organizó en 1995. En 2012 participaron en la maratón 145 personas, que recorrieron una distancia de 42 kilómetros por un áspero camino montañoso. Las condiciones climatológicas durante la maratón, así como durante cualquier expedición antártica, son imprevisibles. Hace varios años los atletas se vieron obligados a organizar una carrera dando cientos de círculos por la cubierta de un barco que no pudo atracar en la isla debido a una tormenta.
En la base rusa se construyó la primera iglesia ortodoxa de la Antártida: el templo de la Santísima Trinidad. Esta iglesia se encontraba en Altái, después fue derribada y trasladada por piezas en camiones hasta Kaliningrado, desde donde se transportó en el barco Akademik Serguéi Vavilov hasta la Antártida, donde una brigada de ocho personas la reconstruyó en 60 días. Desde el momento de su construcción (2004) cada año cambia el sacerdote de la iglesia, del mismo modo que cambian los empleados de la estación científica. Algunos de estos sacerdotes han pasado varias épocas allí: el padre Calístrato ha pasado dos años en la estación.
“Durante un Bautismo bendecimos el agua del lago y después rociamos toda la estación, el padre Protoleón bautizó incluso a los pingüinos…” – comentaba el padre Calístrato.
Ahora la iglesia posee un sacerdote fijo, el padre Grigori, un explorador polar con 20 años de experiencia. El padre Grigori vive cerca de la iglesia. Al riachuelo que separa las estaciones chilena y rusa lo llaman Jordán. Este riachuelo nace en la presa Kitezh y desemboca en el océano Atlántico. Allí van a buscar el agua para el Bautismo. En 2007 en este templo se celebró la primera boda en la Antártida entre la rusa Angelina Zhuldybina, hija de un científico ruso, y el chileno Eduardo Aliaga Ilabaca, que trabajaba en la base antártica chilena.
La Antártida tiene un estatus especial: no pertenece a nadie. Allí no hay ni autoridad, ni fronteras, ni vallas. Se puede pescar pez hielo y otros pescados antárticos, observar ballenas, pingüinos y focas que no sienten ningún miedo por el ser humano. En verano, a 1 grado bajo cero, la gente se baña en el mar y toma el sol que reflejado en el hielo. Existe una leyenda que cuenta que allí se encontraba la perdida Atlántida, cuna de la civilización, enterrada bajo el hielo. Ahora en estas costas se hallan personas de distintas nacionalidades que conviven en paz en una “Tierra diminuta” donde Chile y Rusia han resultado ser vecinas y en la que para llegar a China se tarda sólo 40 minutos en moto de nieve.
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