Protesta en contra del TTIP en Düsseldorf, Alemania. Fuente: AP
El 10 de junio se debate en el Parlamento Europeo acerca del TTIP, el acuerdo de libre comercio entre la UE y EE UU. Liberales, conservadores y socialistas han declarado que apoyan el texto del acuerdo, de unas 100 páginas en su versión abreviada.
Las negociaciones comerciales comenzaron a principios de 2014 y han consistido, básicamente, en la reducción de la barreras regulatorias para las grandes empresas. Entre las leyes y las regulaciones afectadas se encuentran, entre otras, la seguridad alimentaria, la protección del medio ambiente o las medidas de protección bancaria.
Los críticos al TTIP lo han descrito como un asalto de las empresas multinacionales a la soberanía y a las leyes nacionales. Por un lado, los servicios públicos (sanidad, educación y agua) podrían ser vulnerables a la privatización. Además, es probable que se reduzcan los estándares europeos en seguridad alimentaria para equipararlos a los estadounidenses, mucho más laxos.
Uno de los puntos más polémicos del TTIP es el sistema de arbitraje para solucionar litigios entre empresas y estados (ISDS: Investor-State Dispute Settlement), que permitirá a las empresas llevar a juicio a un Estado si un cambio de legislación afecta a sus beneficios, con el agravante de que, en el estado actual de las negociaciones, los árbitros proceden del sector privado y no son jueces de carrera. Este mecanismo de arbitraje recibió el apoyo de los socialistas europeos a finales del mes de mayo.
Varias organizaciones en el Viejo Continente han pedido a la Comisión Europea que cambie la reglas de ISDS. Se preguntan por qué una multinacional puede cuestionar una política gubernamental, pero se descarta que pueda hacerse lo contrario, que un gobierno cuestione la política de una multinacional, sobre todo en casos en los que se vulneren derechos laborales.
Por otro la lado, el TTIP podría tener un gran impacto en la política internacional y en los mercado de energía, ya hace que Europa reduzca su dependencia del gas ruso. Algunos estados europeos han estado presionando al gobierno estadounidense para que rebaje sus prohibiciones de exportación de petróleo y gas natural. El TTIP podría acabar con estas trabas.
En un momento de confrontación entre Moscú y Washington, a Rusia no le interesa que se produzca un fortalecimiento de lo lazos económicos entre EE UU y Europa. Un artículo publicado en Foreign Policy argumentaba que el TTIP va en contra de los intereses de Rusia con un explícito titular "Vladímir Putin odia el TTIP".
El autor, James Stavridis, un almirante de la Marina de EE UU retirado, considera que el TTIP no solamente establecerá una zona de libre comercio entre EE UU y la UE con lo que el comercio podría aumentar hasta en un 50%, sino que también tienen implicaciones para Rusia. Lo considera un arma geopolítica para tratar de debilitar al país euroasiático.
"El aumento de los lazos entre EE UU y nuestros aliados y socios europeos se opone directamente a la estrategia de Putin de tratar de separar a la UE y a los EE UU", dice el autor. "El TTIP es una clara señal a la Rusia de Putin. Europa y EE UU están juntos en todas las dimensiones: valores, política, seguridad y comercio".
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Artículo publicado originalmente en Russia Direct.
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