La Cumbre de la OTAN en Gales: “siempre nos quedará Rusia”

Dibujado por Serguéi Yolkin

Dibujado por Serguéi Yolkin

La OTAN ha encontrado en la crisis de Ucrania el leitmotiv para reinventarse una vez más, con Rusia como enemigo.

Los días 4 y 5 de septiembre se celebró en Gales la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de los 28 países miembros de la OTAN. Precisamente el día 5 Ucrania y las autoridades de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, reunidas en Minsk, acordaron un alto el fuego con la mediación de Rusia y la OSCE.

La Declaración final de la Cumbre se dedica, en gran parte, a evaluar la situación en Ucrania y las relaciones entre la Alianza y Rusia, en unos términos de inusitada dureza. De hecho, esa crítica de los representantes de la OTAN hacia Moscú ha sido una constante en los últimos meses, a un nivel muy superior incluso al de la sus Estados miembros a título individual.

Rusia en la Declaración de la Cumbre de Gales

El primer punto de la Declaración menciona que “las acciones agresivas de Rusia contra Ucrania han cambiado fundamentalmente nuestra visión de una Europa unida, libre y en paz”. En realidad, la necesidad de constituir un espacio único de seguridad de Vancouver a Vladivostok ha sido una petición constante de Moscú desde el final de la Guerra Fría, sistemáticamente ignorada.

Más adelante, la Declaración condena enérgicamente la “ilegal intervención militar” de Rusia en Ucrania, le pide que retire sus tropas, y afirma que esta violación de la soberanía de Ucrania y de su integridad territorial representa una seria brecha de la ley internacional y un grave desafío a la seguridad euro atlántica.

Ante eso, cabe preguntarse dónde radicó la legitimidad de la campaña de bombardeos que la OTAN llevó a cabo contra Serbia en 1999, sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, y el respeto a su integridad territorial al reconocer una mayoría de aliados (no España) la declaración unilateral de independencia de Kosovo en 2008, que abrió la Caja de Pandora de los “conflictos congelados” del continente.

Con  respecto a la soberanía de Ucrania, es también cuestionable que fuese respetada durante las protestas que acabaron con la presidencia de Yanukóvich, ya que hasta en 47 ocasiones representantes políticos extranjeros hicieron acto de presencia en la plaza Maidán para apoyar a la oposición, en un hecho sin precedentes en Europa.

La Declaración continúa afirmando que Rusia debe usar su influencia sobre los separatistas del Bajo Don para permitir una solución política y diplomática. Evidentemente, Rusia podría dejar a su suerte a las milicias y a la población. Sin embargo, eso parece poco probable dado que la defensa de los rusos étnicos es un interés clave de la Federación.

La solución pacífica podría haberse alcanzado mucho antes, si se hubiesen impedido medidas sectarias como la anulación de la ley de co-oficialidad del ruso, o se hubiese desaconsejado el lanzamiento de una “operación antiterrorista”  para acabar con las primeras protestas, en vez de acometer un proceso de reconciliación nacional y de definición de un nuevo modelo de Estado.

También es paradójico que se considere a Rusia y a los separatistas responsables de la crisis humanitaria y la destrucción material del Este de Ucrania, cuando ha sido causada por una ofensiva militar del Gobierno que ha incluido bombardeos indiscriminados, con el resultado de la muerte de 2.000 civiles y la huida de cientos de miles a Rusia, que además de acogerles ha enviado convoyes humanitarios a las ciudades asediadas.

Con respecto al trágico derribo del avión de pasajeros malasio el 17 de julio, la Declaración se abstiene de culpar a los separatistas o a Rusia, aunque inicialmente se les responsabilizó. Puede que existan dudas sobre el resultado del interminable análisis de las cajas negras o de la investigación sobre el terreno, que tuvo que ser interrumpida al no respetar las fuerzas gubernamentales el alto el fuego demandado por la ONU. 

A continuación los líderes de la OTAN apoyan las sanciones impuestas por la UE y el G7 contra Rusia. Parece lógico, ya que la Alianza no debería ser más que la suma de sus Estados, y 22 de ellos pertenecen también a la Unión y seis al G7. Ese apoyo a sí mismos sería absurdo de no ser porque estos documentos son elaborados en Bruselas por los burócratas de la organización, lo que la lleva a actuar como un actor independiente con sus propios intereses corporativos.

En lo relativo a las relaciones con Rusia, la Declaración destaca que se ha “roto la confianza”, a pesar de los esfuerzos de la Alianza durante más de dos décadas por forjar una asociación. Para Rusia, esos “esfuerzos” incluyen la pervivencia de la OTAN cuando desapareció la URSS, las ampliaciones al Este a pesar del compromiso de que eso no ocurriría, la mencionada campaña de Kosovo, o el despliegue de un escudo antimisiles en las fronteras de Rusia. En todo caso, la OTAN suspende toda cooperación con Rusia, algo que no le quitará el sueño al Kremlin.

A continuación se afirma que la Alianza no busca la confrontación, pero se aprueba un “Plan de Adestramiento para la Acción” orientado a hacer frente a la supuesta amenaza rusa: continua presencia y actividad militar en el Este de Europa, creación de una Fuerza Conjunta de despliegue inmediato, establecimiento en la zona de medios de mando y control, preparación de infraestructuras para recibir tropas y material de refuerzo, y ejercicios de defensa colectiva.

Al respecto, es totalmente impensable una acción armada de Rusia contra miembros de la OTAN, ya que provocaría un conflicto militar de proporciones incalculables y un posible enfrentamiento nuclear, por lo que todas esas medidas son de cara a la galería y una muestra más de que la Alianza es, ante todo, una solución en busca de un problema.

A continuación se afirma que “una Ucrania independiente, soberana y estable es clave para la seguridad euro atlántica”. Si ello es así, y Ucrania contaba en noviembre de 2013 con un presidente democráticamente elegido (con más del 90% de los votos en el Este), no se explica por qué no se respetó su decisión de posponer la firma del acuerdo con la UE, y en su lugar se apoyó a la oposición hasta desestabilizar el país.

Por otra parte, cuando la OTAN alaba el compromiso del “pueblo de Ucrania” con la libertad y la democracia, parece apuntar que la mitad de la población que respaldaba a Yanukóvich no forma parte de ese pueblo, por lo que debe tratarse de una quinta columna rusa cuya voz y derechos pueden obviarse.

Por último, se llama a Rusia a establecer un diálogo constructivo con Ucrania, justo el día en el que se acordaba un alto el fuego en Minsk, y se insta a Ucrania a tratar de evitar bajas entre la población civil, aunque tenga todo el derecho a restaurar el orden, una potestad de la que aparentemente no gozaba el anterior Presidente.

Conclusión

La Cumbre de la OTAN de Gales ha sido un auténtico “aquelarre antirruso”, con una dureza en la Declaración final sin precedentes desde la Guerra Fría. Dado que ha coincidido con el alto el fuego en Ucrania, puede que sólo se haya tratado del cénit de la tensión creada durante los últimos meses, y que ahora mejore la situación.

No obstante, las relaciones formales entre la OTAN y Rusia, que siempre habían estado lastradas por la desconfianza mutua, se pueden considerar rotas para siempre. Eso no es algo que deba preocupar a Moscú, ya que Estados Unidos y la UE son los primeros en ignorar a la OTAN salvo cuando les interesa que juegue el papel de “policía malo” en alguna crisis internacional.

En todo caso, ese ensañamiento con Rusia es el reflejo del mencionado interés corporativo de la Alianza por justificar su raison d’être, en un momento de indecisión por el fin de las operaciones en Afganistán, combinado con el visceral resentimiento contra Moscú de sus miembros más orientales.

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