En 1958 se instaló una estatua del fundador de la Cheka, Felix Dzerzhinski. Durante décadas fue símbolo del sistema represivo soviético. En 1991, año de la caída de la URSS el alcalde de Moscú ordenó su retirada, que tuvo lugar el 2 de agosto de ese año. Fuente: ITAR-TASS
Tras los acontecimientos revolucionarios que tuvieron lugar en Rusia en 1917, llegaron al poder los bolcheviques, el Partido Comunista, en cuya composición había una mezcla heterogénea de individuos, no solo materialistas y ateos, sino también satanistas y gente que creía en diferentes concepciones idealistas y otras órdenes antiguas que practicaban la magia.
Precisamente entonces atrajo la atención de las autoridades la sociedad secreta masónica conocida como Hermandad Unitaria de Trabajadores. Los miembros de la Hermandad aspiraban en particular a la liberación de la energía espiritual y mental de la persona.
Uno de los experimentos más demostrativos era la experiencia de la acumulación de la voluntad colectiva. Se tomaban de las manos y al concentrar la fuerza del pensamiento podían levantar una ligera mesa de madera. El objetivo de la Hermandad era la búsqueda del conocimiento antiguo, el logro de la armonía, y paulatinamente, la transformación de toda la vida de la humanidad.
En una ocasión, en una de las reuniones tomó parte un neófito. Se llamaba Gleb Boki y era uno de los mandatarios de la Cheka, la primera de las organizaciones de inteligencia política y militar soviética. Y al ver los resultados que conseguía la Hermandad, les propuso trabajar para el poder soviético. Oficialmente, el departamento para el que él trabajaba, se ocupaba de la codificación y descodificación y no oficialmente, se dedicaba a la investigación de fenómenos paranormales. Lubianka era el centro del ocultismo en la época soviética.
Gleb Boki explicó a los miembros de la Hermandad que sus ideas fundamentales y las de los Consejos del nuevo Estado coincidían prácticamente en la armonía y la felicidad de toda la humanidad. Y simplemente había que unir las fuerzas.
El poder estaba dispuesto a apoyar cualquier investigación, proporcionar financiación, designar un laboratorio en Lubianka y todo lo necesario para el trabajo. La mayoría de los ocultistas aceptaron trabajar para el poder soviético. Pero algunos miembros más veteranos, se negaron categóricamente, estos fueron desde entonces sus oponentes. Alegaban que cualquier poder político utilizaba la fuerza y especialmente el soviético. La proposición de trabajar precisamente en Liubianka, tampoco les gustó, pues lo consideraban un lugar donde se concentraba el mal, ya que ahí habían tenido lugar trágicos sucesos mucho antes de la existencia de la Cheka.
Después de la revolución, cuando la capital se trasladó de Petrogrado a Moscú, en el enorme edificio de la plaza de Lubianka se instaló la Cheka, la entonces seguridad del Estado. Y no muy lejos de él, en un callejón, se situaba el laboratorio de Gleb Boki, bajo la atenta vigilancia de los chequistas.
El laboratorio secreto de Liubianka era el proyecto personal y preferido de Gleb Boki que desde joven se interesaba por el ocultismo, lo que no le impedía ser un completo revolucionario. El laboratorio unía sus dos pasiones: la parapsicología al servicio del Estado era su sueño. Si tenía éxito en sus experimentos se le abriría un horizonte sin límites.
Podría penetrar en la conciencia de los enemigos del pueblo; y si conseguía suscitar los pensamientos necesarios en una gran cantidad de gente, incluso podría dominar al poder soviético. Consideraba que estos experimentos tenían una gran perspectiva. Y no solo estudiaban las potenciales posibilidades del cerebro humano en el laboratorio, también hacían experimentos con animales a los que pretendían convertir en espías que transmitieran información. Los mejores resultados se consiguieron con perros.
G.I. Boki, |
Frente a tal ambicioso proyecto, Lubianka se convierte en un lugar de peregrinación de chamanes, hipnotizadores y adivinos. Su labor es enseñar a los empleados ocultistas de Lubianka a resolver la tarea principal: aprender a dirigir los pensamientos de la gente.
De todos aquellos que pasaron por ahí algunos eran puros charlatanes a los que enseguida arrestaban y los que realmente poseían capacidades extraordinarias se quedaron a colaborar. Uno de los chamanes, como muestra de sus capacidades, les reveló los experimentos altamente secretos del laboratorio y para predecir el futuro construyó un ritual chamánico sagrado. Para un trabajo más efectivo era imprescindible conceder fuerza a las cosas mediante ciertos objetos mágicos que se encontraban en el museo étnico de Gorni Altái.
El chamán enumeró una gran cantidad de ellos, el principal de los cuales, según sus palabras era el así llamado zhezl, el báculo del inframundo. Había que traer todos esos objetos a Lubianka, aunque nadie sabía si funcionarían. Aun así, cumplieron sus órdenes. El cuidador del museo de Gorni Altái intentó oponerse por todos los medios al saqueo de la exposición y, mientras luchaba por su vida, explicar a los saqueadores que el báculo del inframundo que tenía en sus manos solo podía traerles desgracias. Pero los enviados no quisieron escuchar las advertencias.
Fueron tomando estrictamente todos los objetos que estaban anotados en una lista. Lo que no esperaban es que la predicción del cuidador del museo se cumpliera. Precisamente en esa época se incrementó el terror. En Lubianka tuvieron que construir una cárcel, pues no había espacio para tal cantidad de arrestados. En los órganos oficiales se sucedía una limpieza continua.
Y unos de los primeros arrestados resultaron ser los empleados de la Cheka que habían usurpado las mágicas piezas de exposición del museo de Altái, justo después de entregar el báculo chamánico al laboratorio.
Enseguida empezaron a investigar las cualidades del báculo chamánico del inframundo. En su presencia, las capacidades mágicas de la persona aumentaban múltiplemente. Y nadie prestó atención a que también ayudaba en aquellos casos en los que las fuerzas estaban enfocadas a la destrucción y el engaño. Por su parte, los oponentes de la Hermandad secreta intentaban oponer resistencia al grupo de investigadores chequistas. La plaza de Lubianka se convirtió en arena de lucha de fuerzas sobrenaturales. Pero incluso la magia más vigorosa, a favor de la poderosa máquina del Estado se encontraba condenada al fracaso.
Los maestros de la Hermandad secreta en sus intentos de interceder entre los ocultistas de la Cheka, siguieron de cerca la actividad del laboratorio, muchos poseían el don de la clarividencia y eran los primeros a veces en encontrar un artefacto u otro.
Los objetos conseguidos los escondían allí donde llevaban a cabo sus reuniones secretas, en el edificio del Museo Politécnico, el cual, no fue elegido al azar como lugar de encuentro y escondite de dichos objetos pues los propios miembros de la sociedad, amantes de las ciencias ocultas, antropólogos y etnógrafos lo crearon en el siglo XIX.
Un día, al llegar al laboratorio de Lubianka, Gleb Boki advirtió que todos los empleados se encontraban en un extraño estupor, como si alguien los hubiera hipnotizado. Uno de ellos incluso encendió una pequeña hoguera y ya se disponía a colocar en ella el báculo chamánico del inframundo cuando el jefe del departamento, no sin dificultad, intentó que volvieran a un estado consciente.
Boki entendió enseguida que aquello era obra de los oponentes ocultistas y exigió que los empleados del laboratorio descubrieran dónde se encontraban. Los encontraron y finalmente los arrestaron en el Museo Politécnico y nadie volvió a oír hablar de los asuntos de los maestros ocultistas. Boki personalmente se llevó del museo todo lo que pudo que tenía que ver con la magia.
El mágico báculo del inframundo se convirtió en un objeto de adoración. El laboratorio se volcó a la investigación de las prácticas chamánicas, los antes parapsicólogos y espiritistas se convirtieron en seguidores de la magia negra y practicaban oscuros y apasionados rituales. Decían que los artefactos funcionarían mejor si organizaban un sacrificio humano. Finalmente, los empleados del laboratorio consiguieron un éxito o al menos estuvieron muy cerca de él.
El báculo del inframundo resultó tener la capacidad de dirigir la voluntad donde se quisiera e incluso la de varias personas. Pero no consiguieron mantenerlo en secreto. Las autoridades supieron que ahora Gleb Boki era capaz de ejercer su voluntad sobre cualquiera y se alertaron. Arrestaron a Gleb Boki y a los empleados del laboratorio. Tras el arresto se hizo una revisión del laboratorio pero no encontraron el báculo.
Una de las colaboradoras de Boki decidió poner fin al mágico objeto, lo robó, lo partió en dos y lo escondió en la plaza de Lubianka, allí donde en un tiempo se ubicaba una fuente y donde tiempo después, en el lugar de la fuente erigieron un monumento a Dzerzhinski, el fundador de la policía secreta bolchevique, la Cheka. En 1954, mientras preparaban la base para instalar el monumento, uno de los trabajadores sufrió un ataque de enajenación.
A mediados de los años 50 del siglo pasado en la plaza de Lubianka aparecen nuevas fuerzas capaces de contrarrestar la oscura energía de los laboratorios secretos de la Cheka. El Detski Mir, unos grandes almacenes para niños se convirtió en uno de los primeros signos del deshielo. Y no es casual que se construyera junto a los edificios más serios y oscuros del paisaje urbano.
El centro de la alegría y la felicidad infantil fue llamado a cambiar el aura de la plaza ensombrecida por el siniestro edificio del KGB.
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