¿Qué puede aprender la UE del conflicto en Ucrania?

Fuente:  Photoshot / Vostock-Photo

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Invitamos a siete analistas a hacer un ejercicio de autocrítica para mejorar las relaciones entre Moscú y Bruselas.

Un reciente artículo publicado en The New Yorker bromeaba con la posibilidad de que Vladímir Putin creara su propio G-1, una especie de ‘contra todos’, después de ser excluido del foro de potencias occidentales. Sin duda, la escalada de tensión y las sanciones ya han provocado los primeros efectos negativos en Rusia, como salida de capitales (55.000 millones de euros), boicot de eventos (Manifesta 10 y Foro Económico Internacional de San Petersburgo), auge del nacionalismo y aumento de la represión.

No hay mejor antídoto contra la escalada de conflictos y la falta de entendimiento que la interdependencia y el diálogo sustancial. En este sentido, examinamos cómo mejorar las relaciones entre Rusia y la UE con una invitación a la autocrítica (en la parte en la que se puede hacer autocrítica).

La anexión de Crimea se ha comparado con varios acontecimientos históricos, como la toma de Goa por India, la independencia tutelada de Kósovo y Osetia del Sur, la autonomía de facto de Abjasia, la entrega de Hong Kong a China, el Anschluss Nazi de Austria, la invasión de Kuwait por parte de Saddam Hussein o la extensión de los asentamientos de Israel en Palestina. Lo cierto es que ninguno de estos ejemplos se ajusta al caso de Crimea, a pesar de los evidentes puntos en común (referéndum, uso de la fuerza, separación de una región de su país soberano, legitimidad histórica y étnica…).

Hemos entrado en un contexto de revisionismo de las relaciones de poder y de los acuerdos internacionales. Rusia no se anexionaba ningún territorio desde el final de la Segunda Guerra Mundial y participaba de forma activa en los foros internacionales desde 1989. Esta decisión ha creado un nuevo escenario político que intentamos comprender a través de estas siete perspectivas diversas.  

Katri Pynnöniemi, investigadora del Instituto Finlandés para las Relaciones Internacionales:  

“Me parece que la UE podría reforzar el conocimiento real de la situación en este tipo de conflictos. La mayor lección que tiene que aprender es mejorar su capacidad de escuchar y entender lo que los otros están diciendo. Con esto no quiero decir que la UE tiene que estar de acuerdo con la visión rusa sobre Ucrania, sino que desde hace un tiempo la comunicación entre la UE y Rusia no es más que intercambio de fraseología. No puede haber una solución fácil porque el entendimiento de las causas y del origen de la crisis es en sí contradictorio. Así que la UE podría mejorar su capacidad de comunicación con Rusia”.

“La situación en Ucrania no se ha deteriorado de la noche a la mañana. La UE debería evaluar con cuidado hasta qué punto sus actuaciones han propiciado dicha situación. Además de cuáles han sido los éxitos de su política con los países vecinos de Europa del Este, cuál es el rol de los mini-grupos regionales en este tipo de conflictos y qué es lo que funcionó y no funcionó”.

“Y claro, tiene que haber una discusión sobre su política energética, de hecho ya ha comenzado y debería conducir a un aumento de la diversificación de suministro en toda la UE para ser más flexibles ante situaciones como ésta”. 

Serguéi Medvédev, profesor de Relaciones Internacionales de la Escuela Superior de Economía de Moscú

“La lección para Europa es que intente formular una política internacional más cohesionada, con mecanismos de toma de decisión más rápidos, además de desarrollar instrumentos y habilidades que permitan tener impacto en los países vecinos a través de incentivos y castigos. Yo sé que todo esto suena como idealista.

En el actual desbarajuste, la política exterior de la UE es débil y sus mecanismos carecen de sustancia y apoyo nacional.La crisis de Ucrania lo ha vuelto a demostrar y Putin juega con habilidad con las divisiones internas de la UE. En gran medida, esta es una señal de la crisis de actuación política y de liderazgo en Occidente, y refleja el actual desprestigio de la UE. No creo que la UE crezca como un actor internacional de peso en un futuro próximo”. 

Katarzyna Stoklosa, profesora de estudios fronterizos la Universidad de Sønderborg (Dinamarca): 

“La UE ha visto que lo más importante para resolver problemas y evitar futuros conflictos es una mayor solidaridad entre sus miembros. También, que es importante analizar los problemas de forma más estratégica y menos emocional. Además, la UE tendría que darse cuenta de que nuestros valores democráticos no son tan obvios para países que no han tenido experiencias democráticas hasta ahora. Estos países todavía tienen que concluir sus procesos de transformación para comenzar a vivir en democracia con cotidianeidad”. 

Yulia Latínina, periodista rusa de Nóvaya Gazeta, The Moscow Times, Eco de Moscú y Yezhednevny Zhurnal: 

“La Unión Europea tiene que darse cuenta de que en un mundo en el que las naciones decentes rechazan luchar y dicen que la violencia no es una solución -a pesar de ser fuertes-, el matón y el gamberro se vuelven los más poderosos del lugar; no porque son fuertes, sino porque el resto son decentes. Es igual que con el terrorismo islamista. No se trata de radicales que son muy fuertes, sino de que Occidente es cada vez más débil”. 

Marcos Farias-Ferreira, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Lisboa

“Al ver los tanques rusos embestir contra la base militar Ucrania de Belbek, derrocando muros y disparando para asumir su control, crece la sensación un poco por todo el continente de que se está inaugurando la Europa post Crimea. La de que hay una Europa antes de Crimea y una Europa después de Crimea. Han pasado 25 años desde la caída del muro de Berlín, en los que Europa buscó utilizar los mecanismos del mercado como instrumento para recomponer la estructura normativa del continente y transformar los antiguos enemigos soviéticos en socios comerciales y de seguridad.

La primera lección que Europa debe sacar de Crimea es que el mercado no va a ser el mecanismo universal para estructurar el complejo de interacciones en el continente porque, como subrayó el propio Putin, Rusia se rige por normas ‘técnicas’ privativas y se reserva el derecho de defenderlas por la fuerza.

La segunda es el fracaso de la idea neoidealista de la confianza y la paz basadas en el mercado. En la Europa post Crimea, las desconfianzas y los dilemas de seguridad se van a multiplicar – de hecho, ya se están multiplicando a cada día que pasa – y van a impedir que la Unión Europea (UE) y Rusia se vean e interactúen como socios. Una tercera lección es que la UE representa una estructura normativa y un statu quo que Rusia busca hoy revertir sin tapujos y que ésta no vacilará ante las oportunidades que se le presenten para fragmentar política o territorialmente a Europa”. 

Carlos Buhigas Schubert, analista político hispano-alemán: 

“Conociendo la UE, me sorprende muchísimo la rapidez con la que han llegado a una postura común respecto a la cuestión ucraniana porque no hay falta de diferencias. Me pregunto si habrá un antes y un después de la política exterior europea después de Ucrania. Por el momento, el actual estado de la Unión, sin un Ministro único encargado de las Relaciones Exteriores sino esta especie de estado híbrido permanente (Ashton + diferentes Ministros de Exteriores o Primeros Ministros) no ha sido mala idea. El hecho de que la relación con Rusia se pudiese gestionar mejor con un o varios ‘enviados’ (sin duda el ministro alemán Steinmaier siendo uno de ellos) posiblemente aparezca como la mejor alternativa, ya que la Unión no quiere por el momento personalidades fuertes en sus principales puestos”.

“Creo que esos dos puntos, rapidez de reacción y unanimidad son cuestiones que Rusia debe tener en cuenta porque tal vez no esperaba una reacción así. Creía que Rusia tenía un campo de acción enorme para dividir a la UE y sin embargo esta vez no ha sido así. Tal vez siga habiéndolo pero el juego esta vez está lleno de sorpresas. La UE puede ser frustrante en muchas ocasiones pero, a pesar de las grandes críticas que recibe sobre su supuesta ‘inutilidad’, es el bloque que mejor se maneja en una forma de diplomacia permanente y constructiva con la que vale la pena tener una buena relación. Yo entiendo que Putin crea ahora que está por encima del bien y del mal, pero la exclusión de Rusia de los principales foros globales no es ninguna coña”.

“La gran pregunta para mí es si el juego de provocaciones mutuas acabará pronto o irá a más. Yo prefiero pensar que no irá a más pero reconozco que muchas de las actuaciones rozan cierta irracionalidad o ‘ganas de guerra’ que a mí me sigue sorprendiendo. La UE puede aparecer unida pero yo no estoy seguro de que pueda ofrecer mucho más.

Si la violencia se extiende en Ucrania entraremos en un territorio muy diferente donde ni las sanciones ni los acuerdos de asociación importarán ya demasiado. Con el fantasma de la antigua Yugoslavia (y especialmente Kosovo) todavía reciente no hay duda de que será la prueba de fuego para la UE. Pero bueno, mejor no adelantar acontecimientos que no deben pasar...”. 

Thomas de Waal, analista del Centro Carnegie de Washington:  

“La UE creó un buen proyecto de soft power con los acuerdos de Asociación Oriental para sacar del limbo a los países europeos del Este. En Bruselas pensaban que Vladímir Putin mantendría su distinción entre OTAN (mala) y EU (aceptable), como acostumbraba desde el 2000. Sin embargo, se encontraron con que Putin estaba preparado para usar el hard power en estos países y la UE no supo qué hacer, no tenían un plan B. Ahora tendrán que rediseñar los mecanismos de la Asociación Oriental para hacerlos más dinámicos, al mismo tiempo que volver a presentar este proyecto como económico y no nocivo para la soberanía de Rusia”.

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