El papel de Rusia en el conflicto de Nagorno-Karabaj

Ante la escalada de la crisis en Crimea, gana importancia la situación de los restantes conflictos congelados en el espacio postsoviético. Fuente: ITAR-TASS

Ante la escalada de la crisis en Crimea, gana importancia la situación de los restantes conflictos congelados en el espacio postsoviético. Fuente: ITAR-TASS

La actual crisis en Ucrania ha devuelto la atención a la compleja situación de seguridad del espacio postsoviético, algo normalmente ignorado por Occidente salvo en los casos puntuales en los que los conflictos congelados resurgen con fuerza, como ocurrió con la guerra ruso-georgiana de agosto de 2008.

Lo paradójico es que las disputas entre Moscú y Kiev en torno a la península de Crimea parecían resueltas desde 1997, a diferencia de conflictos como el mantenido entre Armenia y Azerbaiyán por el control de la región de Nagorno-Karabaj, considerado mucho más peligroso y difícil de resolver.

Rusia ha jugado un papel importante en esa disputa, tanto en la etapa de guerra abierta de 1991 a 1994, como en los esfuerzos emprendidos desde entonces por parte de la comunidad internacional para lograr una paz duradera. 

Los antecedentes del conflicto

Como es sabido, en la etapa de la URSS se llevó a cabo una política de continuo rediseño de las fronteras administrativas internas, con el objetivo de tamizar las diferencias entre los pueblos y debilitar así cualquier tentación independentista.

En consecuencia Nagorno-Karabaj, a pesar de estar poblado en un 75% por armenios de etnia indoeuropea y religión cristiana, fue integrado como territorio autónomo en la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, cuya población es étnicamente altaica y de religión musulmana.

Era cuestión de tiempo que surgiese el enfrentamiento entre esos dos pueblos históricamente antagónicos. Así, en 1988 y aprovechando el periodo aperturista de la Perestroika, la asamblea local de Stepanakert aprobó una resolución solicitando la reunificación con Armenia.

Esa decisión fue rechazada por Azerbaiyán, que lanzó en 1991 una ofensiva militar contra los separatistas. La guerra duró hasta 1994, y tras ella los armenios no sólo mantuvieron el control del enclave, sino que también conquistaron los siete distritos que lo rodean, en total un 20% del territorio azerí.

Se produjeron 25.000 muertos y unas 600.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares huyendo de los combates. La línea de separación entre armenios y azeríes es una de las más militarizadas del mundo, y anualmente se producen decenas de muertos por enfrentamientos puntuales, en especial entre francotiradores.

Los intereses y el papel de Rusia

El papel de la Federación Rusa en este conflicto fue especialmente complejo, ya que tiene fuertes vínculos históricos con Armenia, al compartir grupo étnico y religión, pero también sus relaciones con Azerbaiyán son clave, tanto por los recursos energéticos del Caspio como por servir de freno a la influencia de Irán en la región. 

Por ello, la posición oficial durante la guerra fue de neutralidad, aunque en la práctica llegó material de combate, de procedencia más o menos legal, a ambos bandos.

Por otra parte, Rusia mantiene en Armenia la 102 base militar, y sus tropas son las que controlan la frontera con Turquía e Irán. En Azerbaiyán, Rusia operaba el radar de Qabala, destinado a detectar el lanzamiento de misiles balísticos desde el Índico, pero lo abandonó en 2013 por desacuerdos con Bakú sobre el precio del alquiler.

En el periodo 2008-2011 el presidente Medvedev se implicó a un nivel sin precedentes en la búsqueda de una solución negociada al conflicto, celebrando hasta nueve reuniones trilaterales de limitados resultados. Con el regreso de Putin al Kremlin se ha vuelto a una política de divide y vencerás entre Bakú y Ereván, manteniendo un complejo equilibrio en base a los intereses rusos.

Eso se puso de manifiesto en agosto de 2013 cuando el presidente ruso visitó Azerbaiyán, elogiando el crecimiento económico y la modernización del país, y anunciando importantes acuerdos comerciales. Por su parte, el presidente azerí Aliyev aprovechó la ocasión para protestar por la ocupación armenia de una parte de su territorio, ante lo que Putin recurrió a evasivas.

Pocos días después de esa visita, y sin duda influido por ella, el presidente armenio Sargsian anunció en Moscú que su país se incorporaría a la Unión Aduanera de Rusia, Bielorrusia y Kazajstán. Eso representaba en la práctica la renuncia al Acuerdo de Asociación con la UE, cuya firma estaba prevista para la Cumbre de la Asociación Oriental de Vilnius en noviembre.

La ratificación de ese nuevo rumbo de la política exterior de Armenia se produjo durante la visita oficial de Putin en diciembre, en la que se anunciaron importantes acuerdos económicos como una rebaja en el precio del gas y de los derivados del petróleo, o el futuro aumento de un 22% de los intercambios comerciales.

Pero lo fundamental es la completa dependencia armenia de Rusia en el ámbito de la seguridad. A diferencia de Azerbaiyán, Armenia pertenece a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, que incluye una cláusula de defensa mutua en caso de ataque a uno de sus miembros, un compromiso también asumido por Rusia en los acuerdos bilaterales de 2010.

Conclusiones

Los principios de resolución de este conflicto han sido establecidos por el Grupo de Minsk de la OSCE, del que Rusia es uno de los copresidentes: devolución de los siete distritos azeríes que rodean el enclave; estatus provisional que garantice la seguridad y el autogobierno de la región; mantenimiento de un corredor que la una físicamente con Armenia; celebración de una consulta vinculante sobre el estatus definitivo del enclave; y regreso de los desplazados a sus hogares.

Sin embargo, Armenia y Azerbaiyán no se ponen de acuerdo con la forma de implementar estas medidas, por lo que el conflicto sigue tan enquistado como siempre. Frente a esa realidad, lo preferible para Rusia es el mantenimiento del statu quo, ya que un posible ataque la obligaría a intervenir militarmente en apoyo a Ereván, lo que rompería sus vínculos comerciales con Bakú.

Eso es lo último que Rusia necesita, ante el escenario de sanciones económicas por parte de Occidente. 

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