Julia Lezhneva, la voz que vino de Sajalín

Una de las jóvenes sopranos más destacadas de la nueva generación rusa actúa en España. Fuente: Decca / Uli Weber

Una de las jóvenes sopranos más destacadas de la nueva generación rusa actúa en España. Fuente: Decca / Uli Weber

La historia de Julia Lezhneva empieza en la isla de Sajalín. Cuenta que en 1989, cuando expulsó su primera bocanada de aire al nacer, el médico que asistió a su madre en el parto, asombrado, auguró que sería cantante de ópera. Lezhneva no ha desaprovechado ese talento innato. Con veinticinco años su nombre está destinado a formar parte de la pléyade de grandes voces líricas.

 ¿Cuándo un cantante deja de ser una promesa? La trayectoria de un intérprete lírico es el resultado de muchas decisiones: encontrar a alguien que sepa apreciar su potencial, contar con los profesores indicados, escoger correctamente el repertorio, permitir que madure la voz sin forzarla, ejercitar la confianza en su justa medida, estar en el lugar y en el momento indicados, caer en gracia a crítica y público y ganarse su respeto, seleccionar con tino el concurso al cual presentarse, etc. Pocas veces esta secuencia encaja de manera natural. Entonces ocurre aquello, un tanto insólito, de que todo el mundo coincida sin fisuras en el prometedor futuro del joven talento en cuestión. La biografía de la soprano Julia Lezhneva parece un ejemplo de esto último. 

Actuó en el Auditori de Girona el 28 de febrero con el programa de su actual gira, que incluye a Vivaldi, Haendel, Porpora, Mozart, Bellini, Schubert y Rossini. El 9 de mayo actuará, acompañada por la formación Il Giardino Armonico, en el Auditorio Miguel Delibes de Valladolid interpretando arias de Haendel.

“Soy de la opinión de que si nacemos con un talento deberíamos compartirlo con los demás y no quedárnoslo para nosotros solos. ¿Qué sentido tendría entonces trabajar con tanta exigencia durante años? -se preguntaba en Bruselas la cantante rusa, poco antes de la gira que la trae a la Península Ibérica-. ¡No sería justo! Tenemos que compartirlo con la esperanza de que el público encuentre lo que andaba buscando y que luego pueda volver a casa con el alma sosegada”. 

Los saltos que ha dado Lezhneva en su trayectoria artística han sido tan grandes como el que dieron ella, con siete años, y sus padres, geofísicos de formación, cuando se trasladaron de Sajalín a Moscú para que la futura intérprete lírica siguiera una formación musical más profesionalizada. 

La música, confiesa Lezhneva, siempre ha estado presente en su casa. Las grabaciones de música barroca –y especialmente Mozart- la transportaban en el tiempo y el espacio de las costas de Sajalín a la Europa de los siglos XVII y XVIII.

A los cinco años Lezhneva empezó a cantar en un coro y a los doce ya participaba en competiciones internacionales, alzándose como ganadora en la mayoría de ellos, como el organizado por la afamada Elena Obratzsova.

Desde entonces ha actuado en las más importantes salas de ópera y conciertos de Europa y Estados Unidos y colaborado con directores de orquesta como Minkowski, Antonini, Welser-Moest, Jacobs, Biondi, Spinosi, Zedda, Fedoseev y Minin, y cantantes como Plácido Domingo, Anna Netrebko, Juan Diego Flórez, Philippe Jaroussky o Natalie Stutzmann. 

Mucho coinciden en señalar dos puntos de inflexión especialmente importantes que sirvieron de trampolín para la carrera artística de Lezhneva: la participación en la gala de inauguración del Festival de Ópera Rossini en su edición de 2008 y su actuación en el Royal Albert Hall durante la entrega de premios de los Classical Brit Awards de 2010. En la segunda había participado por expreso deseo de Kiri te Kanawa. 

La soprano de origen neozelandés, una de las máximas divas de la década de 1980, la presentó de esta manera: “De vez en cuando aparece un talento verdaderamente excepcional y pienso que Julia Lezhneva es precisamente eso. El brillo de la voz y su técnica impresionan profundamente”. 

En una industria discográfica reticente a tomar riesgos con nuevos nombres, Lezhneva ya había grabado su primer disco de arias de Rossini en solitario con la casa Naïve antes de convertirse, desde 2011, en artista en exclusiva de Decca. Del concierto en los premios británicos salío con un contrato bajo del brazo. 

“Una técnica impecable” y “una voz de belleza angelical” son algunos de los motivos que ha dado la crítica para explicar este fenómeno singular, pues la cantera rusa no ha sido muy dada a lanzar a mezzosopranos de coloratura. Su mezcla inusual de escuelas, la eslava y la europea –Lezhneva se acabó de formar en Cardiff-, ha empujado a algunos a colgarle ya la etiqueta de sucesora de Cecilia Bartoli. 

De momento la soprano se curte sobre los escenarios con los conciertos y suma experiencia para incluir progresivamente papeles operísticos en su repertorio. Y, claro está, la música de compositores eslavos, que conoce de memoria como ella misma confiesa, aunque tenga que dar prioridad al Barroco y a los compositores occidentales por las características en estos momentos de su voz. 

Julia Lezhneva no es ninguna extraña en los auditorios españoles. De hecho, uno de los discos hasta ahora más notorios de su carrera, Alleluia, su debut con Decca, fue grabado en el Auditori de Barcelona y fue en la capital catalana donde estrenó su álbum de motetes, que recogen todo el desarrollo de este estilo musical. Incluye también la grabación por primera vez de un motete de Nicola Porpora, más conocido por su labor pedagógica con los castrati Caffarelli, Senesino y Farinelli. 

Gracias a estas dos citas, Girona y Valladolid, el público español podrá comprobar si Lezhneva ya es algo más que una promesa.

 

Fuente: youtube / DeccaClassics

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