Un enroque curioso: Eisenstein y los orígenes del cine mexicano

Fuente: AFP / East News

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Desde la década de los 40 y hasta los años 70 del siglo pasado Emilio, “el Indio”, Fernández llegó a ser considerado por muchos el realizador más destacado de la llamada “Época de oro” del cine mexicano. Pocos saben que el gran éxito de este director deriva en parte de una relación muy particular que, en los inicios de su carrera, sostuvo con la URSS y el cine soviético.

La historia comienza cuando hacia 1924, Fernández —hombre salido de las filas de la Revolución mexicana con el grado de coronel, pero también con convicciones patrióticas y nacionalistas que simpatizaban con los postulados socialistas de aquel entonces—tuvo que exiliarse en los Estados Unidos.

En aquellos años, Hollywood intentaba filmar películas con actores latinos. El advenimiento del sonido en el cine supuso la posibilidad de producir filmes en castellano para una población cada vez mayor de emigrantes hispanohablantes y para un mercado latinoamericano en rápida expansión donde la industria hollywoodense podía tener una buena acogida.

Inmerso en estos procesos, en poco tiempo “el Indio” —ahora radicando en Estados Unidos— se convirtió en uno de los primeros actores hispanoparlante haciendo pequeñas partes y trabajando como doble en los filmes de acción. Incluso, curiosamente, con la recomendación de la ya muy entonces famosa y también actriz mexicana Dolores del Río, su figura sirvió en 1928 como modelo para la elaboración de la estatuilla del “Oscar” que se consagraría como la mayor condecoración de la recién integrada Academia de Arte y Ciencias Cinematográficas.

Serguéi Eisenstein fue uno de los directores rusos más aclamados. Fuente: Borís Ejenbaum.

Teniendo derecho de ingresar a los varios estudios cinematográficos, Fernández —por casualidad y a escondidas— tuvo oportunidad de ver de primera mano todos los “rushes” de una extraña película que un soviético semi exiliado filmaba en México. El impacto visual y emocional experimentado fue de tal magnitud que cambió su vida, la visión de su país y su vocación. Desde ese momento entendió que él debía realizar películas con el corte temático y visual que veía en esos “rushes”, material en bruto de un tal Eisenstein.

“El Indio” pasó horas y horas mirando ese material fílmico sin sonido: los cielos mexicanos, las nubes y los pasajes interminables de magueyes y cactus; las montañas, las selvas tropicales y el desierto; las ciudades, las haciendas, las pirámides y los mercados; las ferias y la celebración del día de muertos.

Le impactarán las tomas de los niños pícaros y sonrientes; de los campesinos con pantalones y camisas de manta portando sombreros de paja anchos y picudos; de las mujeres con sus rebozos y sus trenzas… Pero más aún, aunque el material se encontraba en desorden y sin montaje o edición alguna, el director mexicano pudo adivinar, debido a la composición de las tomas y a los emplazamientos de la cámara, una temática social fuerte e ideológicamente definida. 

Fue esa revelación la que —aunada a la decisión en 1936 del presidente mexicano Lázaro Cárdenas de indultar a todos los mexicanos exiliados al otro lado de la frontera— le inspiró retornar a México.

A su regreso, Fernández rápidamente se instaló en el boom que experimentaba la cinematografía mexicana y en pocos años llegó a ser aceptado como el director de cine más reconocido en México y en el extranjero. Varias veces premiado en su país y colocado entre los grandes del cine mundial —a la par de Rossellini, Renoir, Fellini, John Ford o Kurosawa— “el Indio” hizo pareja creativa con el gran fotógrafo Gabriel Figueroa para regalar al mundo grandes obras maestras como María Candelaria, Flor Silvestre, Río Escondido, La Perla, Pueblerina y muchas más… 

Pocos saben que el estilo y la estética de su cine radican en el material original de la película de Eisenstein ¡Que Viva México!. Filme del que bebió y, como por ósmosis, absorbió en su inconsciente. No copió, sino hizo suyas esas imágenes que miraba por primera vez. Y es que lo curioso es que nadie, ni en la URSS ni en México ni en ninguna parte del mundo, conocía el material filmado por Eisenstein y Tissé. Celuloide que permaneció escondido y mutilado. Si acaso fue utilizado en otros documentales con diferentes nombres como Tormenta sobre México.

Así pues, se dio el enroque: habiendo sido Eisenstein el primero que visualizó a México como una cultura milenaria de realismo mágico, místico, romántico y multiétnico, es al “Indio” Fernández —siendo su lenguaje cinematográfico muy semejante al material del realizador soviético— a quien se le atribuye la originalidad y paternidad de “lo mexicano”. Dudo mucho que Serguéi Mijáilovich en las postrimerías de su vida haya visto alguna película del “Indio” y si vio alguna lo más probable es que haya decidido callar.

Cabe decir que años después la URSS recuperó el material de ¡Que Viva México! en su totalidady, por tanto, se pudo reconstruir la película en al menos sus episodios más importantes. En México todos los cineastas valoramos y reconocemos la gran aportación de Serguéi Eisenstein en la cinematografía mexicana. En particular, destacamos la influencia que tuvo sobre el cine del “Indio” Fernández, pero también sobre otras películas mexicanas como Redes (1936)de Fred Zinnemann y Emilio Gómez Muriel con la actuación de la actriz Italiana Rosana Podesta y la música de Silvestre Revueltas. Esta última, al ser inaccesible el filme de Eisenstein, se consideró por mucho tiempo como la primera obra que orientó la estética del cine mexicano.

Las películas de Emilio “el Indio” Fernández se difundieron ampliamente en todo el territorio de Rusia y la URSS y él mismo fue varias veces homenajeado y aclamado en territorio soviético. De hecho, también participó como invitado especial en el Festival Internacional de Cine de Moscú. Afortunadamente yo tuve la oportunidad de conocerlo y de compartir su cariño. Siempre le deberé el que me haya extendido una carta de recomendación cuando me propuse ingresar al Instituto Cinematográfico de la Unión Soviética. Lugar donde, por cierto, para mi sorpresa, un aula llevaba su nombre y otra la de su fotógrafo Gabriel Figueroa. 

Aún recuerdo cómo le gustaba beber tequila... Entonces le salía el macho bronco mexicano que tan bien supo retratar en sus películas y en los personajes rudos que personificaba como actor. Este año se cumplen 25 años de su fallecimiento y muchos lo recordamos con afecto y admiración.

Sergio Olhovich es director, productor y guionista de cine.

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