Un objeto soviético: las máquinas de agua con gas

Con la desaparición de la Unión Soviética en los años 90, uno de sus iconos fue retirado de las calles rusas. Estamos hablando de la “máquina de agua con gas”, aunque si se presta un poco de atención, todavía es posible localizar alguna superviviente.

El proceso de creación del agua con gas (o soda) responde a un intento de replicar el agua mineral tal y como surge de la tierra. Al fin y al cabo, desde hace miles de años que se conocen las bondades de este tipo de aguas, convirtiéndose los manantiales en auténticos lugares de peregrinación. 

El primer proceso de fabricación del que se tiene constancia se remonta a finales del siglo XVIII. Mediante dicho proceso, el sueco Tobern Bergman y el inglés Joseph Priestley fueron capaces de saturar una determinada cantidad de agua con el dióxido de carbono.

Los expendedores de soda aparecieron por primera vez en Europa a principios del siglo XIX, extendiéndose su fabricación al otro lado del Atlántico donde gozaron de gran popularidad. En su apogeo, estos aparatos, llamados popularmente “fuentes de soda” estaban presentes en todo tipo de establecimientos, tales como heladerías, cafeterías, grandes almacenes e incluso farmacias (no olvidemos el origen terapéutico de este invento). 

En Europa del Este, y en particular la Unión Soviética, las máquinas de agua carbonatada adquirieron una gran popularidad a mediados del Siglo XX. Incluso Bela Ajmadúlina, destacada poeta rusa les dedicó una poesía titulada “Agua con Gas” y cuyos primeros versos decían: “Aquí que al distribuidor de agua con gas, / benjamín altivo entre todas las máquinas, / se acerca, como a un juguete de cuerda, / un misterioso niño de hoy.”

El funcionamiento interno de la máquina es muy sencillo: para que el dióxido de carbono sea presurizado correctamente, el agua se refrigera a menos de 8ºC (algo muy sencillo en invierno). Además, se le añade un compuesto alcalino como el bicarbonato sódico para reducir la acidez del agua, de ahí las grandes propiedades digestivas del producto final.

 

 

Diagrama del proceso de carbonatación del agua. 

 Y todo esto por un kopek, equivalente aproximadamente a menos de un céntimo de euro durante la “Primera Década Espacial” (1961-1971). Pero los más sibaritas podían añadir dos kopeks (dos céntimos de euro y medio aproximadamente)  para que al agua con gas se le añadiera una cantidad de sirope de fruta y así se convirtiera en un auténtico refresco.

Pero el proceso de servirse una bebida tenía mucho de comunitario, puesto que las máquinas no disponían de un dispensador de vasos de plástico (ahora esto se limita sobremanera en un esfuerzo por cuidar el medio ambiente), sino que el usuario mismo tenía que proveer un recipiente.

Pero como no todo el mundo pasea por la calle con un vaso en el bolsillo, era habitual encontrarse uno de vidrio encima de la máquina para su uso comunitario. La máquina disponía de un receptáculo en el que apoyar el vaso, parecido al de los bares actuales, que al apretar liberaba un chorro de agua que de alguna manera lo limpiaba. 

Contrariamente a lo que se pueda pensar, el vaso comunitario rara vez era robado. Eso sí abundaban los trucos para convertir mágicamente un kopk en tres y así obtener el producto de lujo, algunos de ellos universales, como el lanzar la moneda con tanta fuerza que podría travesar la máquina, atarle un cordel, el puñetazo … 

En definitiva, la máquina del agua con gas es sin duda otro icono de la tecnología al servicio del ciudadano, y en este caso, a pie de calle. Como ya se indica al principio del artículo, estas máquinas han desaparecido casi totalmente, pero las que sobreviven lo hacen porque alguien se ha hecho cargo de ellas para que nos convirtamos en “ciudadanos soviéticos sedientos” por unos segundos.

MÁS INFORMACIÓN 

Película de 1962 en la que se muestra el uso de una de las máquinas, con algunas de las situaciones desafortunadas que se podían dar durante el mismo

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