A dos ruedas desde el zar Alejandro al Katiusha

Cuadro de Natalia Goncharova.

Cuadro de Natalia Goncharova.

Mirando la historia de la humanidad es posible decir que cada desarrollo en el uso de la rueda trae consigo cambios sociales relevantes. Además de ciertas implicaciones tecnológicas, la invención de la bicicleta está relacionada con el paso de sociedades feudales a modos de vida modernos. De hecho, el ciclismo no sólo es una forma de ocio sino que en su momento ayudó a diluir barreras de clase, permitió la presencia de mujeres en espacios públicos y trajo consigo nuevas maneras de comportamiento y representación.

En el caso de Rusia, la evolución del ciclismo es sin embargo diferente a las pautas seguidas en Europa. Si bajo los zares fue una actividad reservada para las elites urbanas, durante la URSS solo se permitían organizaciones de ciclistas amateurs. En este sentido, el ciclismo muestra los cambios en la sociedad rusa durante los últimos ciento cincuenta años.

Es más, de acuerdo con la enciclopedia soviética fue el campesino ruso Efim Artamonov quien produjo la primera bicicleta en 1801 (una estatua del inventor adorna la calle Vaynera de Ekaterimburgo). Artamonov recorrió unos 2.630 kilómetros para mostrarle el artilugio al zar, quien al parecer no sólo reconoció el invento sino que concedió la libertad al siervo. No obstante, otros documentos datan este hecho en 1876.

Lo que sí está demostrado es que el ciclismo gustó a diversos zares. El barón Karl von Drais inventó en 1813 un artilugio de cuatro ruedas con pedales para el Gran Duque de Baden. A pesar de contar con el apoyo simbólico del zar Alejandro I, las autoridades de Baden y Austria le denegaron la patente y con ello cualquier reconocimiento internacional.

Un artilugio parecido fue inventado por E. W. Bushnell en 1835, aunque en Philadelphia y solo para niños. También por entonces el carpintero de Dover Willard Sawyer comenzó a producir vehículos de madera propulsados por la fuerza humana. Sawyer es considerado de hecho el padre de la bicicleta y publicó su primer catálogo en 1858. Uno de sus primeros clientes fue el zar Alejandro II.

Ya en 1868 se daban carreras de bicis en París, aunque es la Paris-Rouen, organizada el 7 de noviembre de 1869, la primera competición registrada. Catorce años más tarde, el 24 de julio de 1883, llegaron estas carreras a las calles de Moscú.

De entre los zares, fue Nicolás II el más aficionado al ciclismo, quien gastó 381 rublos en bicis durante su primer año de reinado. De hecho, no sólo hay varias fotos de él correteando sobre dos ruedas sino también constancia de que sus guardaespaldas tenían problemas en seguirle cuando apretaba el ritmo.

Nicolás II incluso creó una oficina gubernamental para promover el deporte entre los rusos y así “recuperar energía y reforzar los nervios”. También Lev Tolstói practicaba deporte con frecuencia, “con el propósito de que mis músculos crezcan y ganen fuerza, mi memoria se enriquezca, y con ello mi habilidad para pensar y entender sea mayor”.

El intento de Nicolás II de promover el deporte no resultó todo lo bien que esperaba. A pesar de que desde 1891 jugaba al baloncesto y desde 1895 al voleibol, sólo en 1909 fueron creadas asociaciones deportivas y comenzó a jugarse con frecuencia. En el caso del fútbol, ya en 1879 los obreros ingleses de San Petersburgo le daban al balón, pero este deporte no interesó a los rusos hasta entrado el siglo XX.

El caso del ciclismo es parecido; y es que Nicolás II no tuvo en cuenta que sólo la elite tenía acceso a bicicletas, que los caminos eran horrorosos y que la población urbana de Rusia en 1900 era sólo del 9.9% (en EE UU era ya del 29.1%).

No obstante, existe un informe que el cónsul norteamericano en San Petersburgo, escribió en 1897 sobre la creciente popularidad del ciclismo en Rusia. En la misiva, Mr. Carel informa de:

-       que existen unos 7.000 ciclistas en la capital del imperio.

-       que las mujeres han sido autorizadas a montar en bici desde febrero de 1897.

-       que existen 5 fábricas de bicicletas en Rusia, dos en San Petersburgo, una en Riga, una en Moscú y otra en Varsovia (estas dos últimas fundadas por empresarios ingleses, Mr. Humber y Mr. Singer).

-       Además de una lista con el número de importaciones (Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, por ese orden) y de precios de los modelos, siendo las bicicletas rusas las más baratas, seguidas de alemanas, inglesas y norteamericanas (todas ellas de más calidad que las rusas).

Por supuesto que no faltaron excentricidades, y en 1890 un teniente del ejército zarista fue de San Petersburgo a Londres en bicicleta. Tampoco revistas especializadas, ya que desde 1895 a 1904 se publicó en Rusia la revista Tsiklist (el ciclista).

Aunque concentrada en San Petersburgo y Moscú, la práctica del ciclismo creció rápidamente hasta la primera guerra mundial. Las autoridades de estas ciudades incluso tuvieron que aprobar normas especiales que regulaban desde la vestimenta a las prioridades en el tráfico.

Por ejemplo, en 1914 unas 25.000 personas circulaban con frecuencia en Moscú sobre dos ruedas y grupos profesionales empezaron a organizar excursiones turísticas en bici. La rápida industrialización y urbanización del último período zarista se dejaba notar y la emergente clase media demandaba nuevas formas de entretenimiento.

Sin embargo el auge del ciclismo se vio truncado con la revolución bolchevique y durante la década siguiente esta actividad se asoció con valores burgueses. La producción de bicicletas sólo se retomó con el primer plan quinquenal de 1928. Al parecer, Stalin estaba interesado en las actividades recreacionales que reforzaran ideas de colectividad, cultura de masas y ejercicio físico. De hecho, este tipo de culto al cuerpo fue común con otros regímenes totalitarios.

Así, la práctica de ciclismo se volvió a extender por el imperio, aunque en esta ocasión de forma puramente amateur y popular (por ejemplo con obreros compartiendo bici para ir al koljoz).

Sólo en 1936/1937 y 1937/38 se organizó en la URSS una gran competición ciclista al estilo del Tour de France. Después vino la guerra y tras ella el ciclismo profesional se redujo a competiciones aisladas en el velódromo de Tula. Sólo con la Perestroika, en 1989, 1990 y 1991, se volvió a celebrar una vuelta ciclista a la Unión Soviética.

También en 1990 el primer equipo soviético participó en el Tour de France. De hecho esta escuadra está relacionada con el actual Katiusha, ya que su fundador está también detrás del equipo de 'Purito' Rodríguez.

Sergei Chemezov, actual Presidente de la Federación de Ciclismo Rusa, excompañero de trabajo de Putin en Dresden y empresario con intereses en varios sectores estratégicos como el gas, el armamento, o la automoción (vinculado con Rosoboronexport, Rostechn, Iter etc.), creó en 1989 el equipo Alfa Lum como escaparate para poder exportar corredores a equipos europeos y traer así divisas a las polvorientas arcas soviéticas.

La idea fue promovida por la agencia olímpica soviética Sovintersport, organismo que ya la había puesto en práctica con atletas de boxeo y hockey. Fue así como varios ciclistas de la URSS (Andréi Tschmil, Piotr Ugrumov o Djamolidine Abdoujaparov…) saltaron sobre todo a equipos italianos.

Esta generación de ciclistas rusos abrió paso a los Evgeni Berzin, Pável Tonkov y Denis Menchov que sorprendió al mundo del ciclismo profesional ganando giros de Italia y vueltas a España.

De entre todos ellos, el más popular es Evgeni Berzin, ciclista irregular pero uno de los pocos que ha batido al Indurain hegemónico de los 5 tours. En la actualidad, Berzin vive en Bonasco (un pueblo italiano de 600 habitantes) y tiene 3 concesionarios FIAT en la región de Lombardía.

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