El equipo ruso de natación sincronizada posa con la medalla de oro. Fuente: RFEN
“En realidad no consideramos a Rusia un rival, puesto que no podemos competir con ellas. Nuestro rival es España por la plata”, explica de forma muy gráfica la china Liu Ou. Pese a tratarse la natación sincronizada de un deporte artístico por puntuación en el que por tanto hay un cierto componente arbitrario, la contundencia de los resultados y la unanimidad de crítica, rivales y aficionados deja poco lugar a sospechas, las rusas son sencillamente las mejores.
Lo que cabe preguntarse es qué las hace tan superiores, tanto como para forjar una de las mayores dinastías del deporte mundial de la última década, comparable por ejemplo a la de China en tenis de mesa. Y es que Rusia ha ganado todas las medallas de oro posibles de natación sincronizada en los últimos cuatro JJOO (8) y en los últimos dos mundiales (14), incluyendo el que se disputa estos días en Barcelona.
“No podemos competir con Rusia, donde hay muchísimas más chicas y pueden elegirlas iguales de talla, color de piel, elasticidad y peso”, recuerda la española Andrea Fuentes.
Y no es sólo que ganen, es que acostumbran a
hacerlo por amplio margen en las puntuaciones. El último oro que se les escapó,
combinada libre en los mundiales de 2009, fue sencillamente porque no se
presentaron a competir...
Una de las claves del éxito es el método, la escuela rusa presente cuenta con
la valiosa herencia de la tradición soviética en deportes artísticos por
puntuación (súmenle la gimnasia rítmica y artística), una escuela tan exigente
como efectiva.
El método se adapta a los tiempos pero mantiene las líneas maestras: sesiones espartanas de entrenamiento y reclutamiento desde edades tempranas. “Entrenamos y competimos juntas desde los 14 años. Nunca discutíamos y nos entendíamos con una simple mirada o expresión de la cara. Éramos como hermanas”, explica la ya retirada Anastasia Davídova sobre la que fue su compañera, Yermakova, con la que compartió seis oros entre JJOO y mundiales.
Nacieron el mismo año (1983), en la misma
ciudad (Moscú), bajo el mismo nombre (Anastasia), estudiaron en la misma
escuela y, sobre todo, tenían la misma complexión corporal, una ventaja notable
en la sincronizada para los ejercicios de grupo o pareja.
Otra de las claves de la hegemonía es la ‘ventaja numérica’. Rusia es un país
de 140 millones de habitantes y gracias a los éxitos de sus nadadoras y su
repercusión mediática la sincronizada se mantiene como un deporte bastante
popular entre mujeres de todas las edades. Más practicantes significan una
mayor muestra para reclutar talento.
La ventaja numérica ayuda también a asegurar el relevo generacional. La carrera
de las nadadoras de sincronizada es fugaz, raramente se alarga más allá de los
27-28 años de edad, a lo sumo un par de ciclos olímpicos en la élite. Sirva
como ejemplo la leyenda Natalia Ischenko, retirada en 2012 tras los JJOO de Londres a la edad de 26, con tres oros
olímpicos y 16 mundiales al cuello.
Sin embargo, Rusia no ha tenido mayor problema
para cubrir en apenas meses el enorme espacio dejado por su nadadora estrella.
En los mundiales de Barcelona ha emergido Svetlana Romashina, moscovita de 23
años, que se ha colgado cuatro oros, los dos individuales y los dos por
parejas, erigiéndose así en heredera al trono de Ischenko, con la que formó
pareja hasta el año pasado.
El éxito es también una cuestión de estilo, cada selección tiene el suyo
particular. “Rusia nada más limpio y sincronizado”, explica la exseleccionadora
española, Anna Tarrés.
Durante años el equipo ruso recurrió a la música clásica para sus rutinas, principalmente Tchaikovski, delicia de jueces (en general veteranos), pero quizá con menos tirón en la grada.
Sin embargo, en las citas recientes Rusia ha mostrado su dominio en otros estilos menos ortodoxos, por ejemplo, en los mundiales de Barcelona la pareja de Svetlana’s (Romashina-Kolesnichenko) impresionó con su rutina al ritmo de música de Michael Jackson.
“El proceso de preparación de cada rutina dura
alrededor de un año y comienza con la elección musical. Nuestra entrenadora
escucha música casi las 24 horas del día, en el coche, en casa, donde sea, y
después elige una canción. Entonces diseñamos los bañadores y los movimientos
de la rutina”, explica Elena Ischenko.
Dado el dominio de Rusia en la natación sincronizada en los últimos años, ganar
se ha convertido en una rutina, una exigencia, siendo el reto no defraudar.
En las entrevistas en los grandes medios nacionales previas los a mundiales y JJOO las nadadoras sincronizadas rusas procuran quitarse algo de presión, rebajar un poco las enormes expectativas, repitiendo que los demás países también compiten y que si alguna vez no se gana tampoco sería un drama.
Sin embargo, no lo sabemos porque hace mucho tiempo que no se da el caso.
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