Ilya y Emilia Kabakov o el arte de soñar despierto

La galería Ivorypress acoge la muestra “Pinturas verticales y otros trabajos”, concebida por la pareja de artistas. Fuente: Ferran Mateo

La galería Ivorypress acoge la muestra “Pinturas verticales y otros trabajos”, concebida por la pareja de artistas. Fuente: Ferran Mateo

Unas alas de ángel, unos bustos barrocos lanzando manzanas, la esquina olvidada de Malévich. Una pequeña porción del universo Kabakov se puede visitar en la galería Ivorypress de Madrid, que coincide con otra en la BFA Fine Arts School de Londres. Una oportunidad de conocer a la pareja de artistas rusos de mayor prestigio internacional

Fuente: Ferran Mateo

El espacio interior de la galería Ivorypress, amplio y diáfano, se parece mucho a cómo consideran los Kabakov las salas de exposiciones: un templo que hay que cuidar con esmero. Emilia Kabakov recorre esta sala, “grande pero austera y minimalista” en sus palabras, explicando cada una de las piezas que la pareja ha seleccionado de acuerdo con las características del lugar. “Al principio queríamos llenarla por completo, pero luego decidimos que ‘menos es más’, y que así el conjunto tendría un efecto más teatral”, explica a Rusia Hoy.

Con unas pocas obras presentes, ilustrativas de la variedad de técnicas que emplean (instalación, escultura, dibujo o pintura), los Kabakov enfrentan al espectador a algunos de sus temas recurrentes: los anhelos, la utopía, el ansia de perfeccionamiento y, en especial, la evasión. “La evasión era una idea central en la Rusia soviética, pero todavía sirve actualmente para cualquier ismo. Nosotros seguimos formulándonos la misma pregunta: ¿cómo ser mejores personas y, con ello, hacer de este un mundo mejor?”, comenta ante una de las obras más fotografiadas de la exposición, How can one change oneself.

Colgadas en la pared, unas alas de ángel adheridas a un arnés de piel van acompañadas por una ilustración de Ilya Kabakov a modo de instrucciones de uso. “Te las pones unos minutos cada dos horas y gracias a ellas reflexionas sobre tu vida, te hacen sentir como un ángel y te impulsan a ser mejor persona, a incrementar tu creatividad. Luego las escondes, no vaya a ser que los demás piensen que estás loco”, explica con una sonrisa Emilia Kabakov. La ironía, mezclada con el derroche de una fantasía casi infantil, es la seña de identidad de esta prolífica pareja.

Ilya Kabakov (1933) estudió en el Instituto de Arte Surikov de Moscú e inició su carrera como ilustrador infantil en los años cincuenta. Formó parte del grupo de artistas conceptuales moscovitas que trabajaban fuera del oficialismo artístico soviético. En 1985, realizó su primera exposición en París y emigró a Occidente. Tres años más tarde comenzó a trabajar con Emilia Lekach Kanevsky (1945), que posee, además, una sólida formación musical y en filología y literatura hispánicas, y con quien después contrajo matrimonio. Emilia emigró primero a Israel en 1973 y después se trasladó a Nueva York, donde trabajó como comisaria y marchante hasta que conoció a Ilya Kabakov. Desde entonces, han desarrollado un trabajo colaborativo que los ha convertido en dos de los artistas rusos de mayor reconocimiento mundial.

Transitar por la línea que separa la locura de la creación artística, siempre con finas dosis de humor, es otro de los juegos con los que retan al espectador. “¿Cómo podemos juzgar que alguien está loco y no simplemente que tiene una imaginación desbordante?”, preguntó retóricamente la artista.

Como ejemplo de esta imaginación desbocada, entre los trabajos expuestos se encuentra uno de la década de 1970, tal  vez el más celebrado de Ilya Kabakov: los álbumes cuyo conjunto se titula Ten Characters. Combinación de texto e ilustración, en ellos se sugieren diez posibles maneras de afrontar la realidad por parte del Homo Sovieticus, “diez parodias de las tradiciones estéticas, diez aspectos de la personalidad de Kabakov”.

La ilustración y la pintura han sido el campo de experimentación de Ilya, mientras que Emilia se mueve con mayor desenvoltura en la instalación y la escultura. “Ilya se dedicó durante mucho tiempo a la ilustración infantil porque era su manera de ganarse la vida y de crear en un medio un poco menos politizado. Desde la Revolución, fue la manera tradicional en que muchos artistas obtuvieron unos ingresos y pudieron tener acceso a material artístico de trabajo”.

En la esquina opuesta, varios óleos de grandes dimensiones muestran un Ilya más experimental. También más irónico. The Black Corner Missed by Malevich (2006) es una respuesta al autor de El cuadrado negro. “Sí –bromea Emilia-, Malévich hizo muchos cuadrados pero ninguna esquina. Ha sido una manera de completar su obra.”

En 1988, Ilya Kabakov presentó una de sus instalaciones más sonadas, una obra que llevaba gestando diez años. El lugar donde se montó la puesta en escena de Ten Characters fue la galería Feldman de Nueva York y consistía en dos apartamentos comunales con sus pasillos y sus cocinas. En ellos vivían diez inquilinos, cada uno con una personalidad determinada: desde el que no tiraba nada por miedo a olvidar su pasado hasta aquel al que sus sueños de conquistar el espacio lo habían llevado a construir una nave en su cuarto.

“Un taxista de Nueva York me preguntó una vez qué estábamos haciendo –cuenta Emilia Kabakov-. Le respondí que preparábamos una instalación artística sobre kommunalkas y le expliqué lo que eran. ‘Señora, me dijo, no me tome el pelo, nadie vive así’. Para nosotros no se trata de una historia personal, es una historia sobre la gente. Después de todo, no dejamos de ser personas culturalmente transplantadas que luchamos por no perder nuestras raíces. Por eso, intentamos hacer que nuestra cultura sea internacionalmente conocida, que se entienda. Rusia es un sumidero, pero no deja de ser nuestro sumidero”.

De la necesidad de comunicarse con la comunidad nace también su obra escultórica. Podemos ver una de sus piezas, Rosenthal: pianista y musa (2003), en el Jardín Árabe de Alcobendas. “Nuestras esculturas son el resultado de pensar el espacio público. Muchas veces lo que se hace es transplantar la personalidad del artista a un lugar, pero nosotros preferimos sentir el alma de ese espacio, su personalidad, recordar la gente que vive allí para que acepten la obra que proponemos. Si no lo hacen, la escultura acaba pintarrajeada y mal conservada. De la veintena de esculturas públicas que hemos creado hasta ahora ninguna de ellas ha sufrido daños… Bueno, sin contar una que robaron”, explica al lado de tres esculturas que representan a unos hombres de aspecto mitológico que arrojan manzanas doradas.

La composición se puede ver también integrada en un entorno natural de Alemania. “¿A quién están lanzando esas manzanas…? Tal vez no les gusten nuestras pinturas», responde sin abandonar el humor.

A la salida, en una vitrina de la galería, pero sin formar parte de la exposición, se pueden observar los bocetos del diseño de la cúpula para la producción de la ópera San Francisco de Asís, que produjo el Teatro Real en 2011. Durante toda la visita, en cada obra, hay una invitación a convertirnos en personajes aéreos. Incluso en la pequeña instalación situada en una esquina de la galería en la que, a modo de pequeña celda, se ha extendido un colchón en el suelo y se han colgado unas pequeñas ilustraciones en la pared. “Alguien que se encuentre encerrado en un pequeño espacio puede volver siempre a su infancia contemplando unos dibujos. Es el poder de la imaginación”. 

Hasta el 18 de mayo en Ivorypress Gallery

Comandante Zorita 46-48, Madrid

www.ivorypress.com

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