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En los debates sobre la economía y la sociedad rusas hay un invitado frecuente, que viene asociado a varios estereotipos, como la contaminación, el suicidio o la bebida, y en realidad funciona como uno de ellos: el decrecimiento natural de la población.
Avalado un periodo por los datos, esta asunción ha ido perdiendo sin embargo su capacidad de proveer una idea aproximada de la demografía de la Federación.
Crecimiento natural
Según su Servicio Estatal de Estadísticas, hasta 2004 Rusia conoció una dinámica demográfica ciertamente negativa.
Desde la caída de la Unión Soviética hasta entonces, el derrumbe del sistema de salud, las condiciones de vida y las expectativas multiplicaron las muertes y contrajeron dramáticamente los nacimientos. Durante más de una década, Rusia perdió naturalmente en torno a 6 habitantes por cada 1.000 al año, unas 800.000 personas solo en 2004.
Desde 2005, las cifras han venido, sin embargo, mejorando de forma progresiva y estable. El año pasado la población natural del país creció, aunque ligeramente, por primera vez desde 1992.
Natalidad y mortalidad
La evolución de la natalidad y la mortalidad lo explican. Tras caer casi un 60% entre 1990 y 2000, la tasa de fertilidad ha crecido desde entonces. El año pasado fue ya más alta que al final de la era soviética. Aunque sigue siendo más elevada que en 1990, la tasa de mortalidad se ha reducido paulatinamente desde 2005, recortando el crecimiento del 45% del periodo 1990-2004.
La esperanza de vida ha seguido un patrón similar. Tras situarse entre 1995 y 2002 cerca de los 65 años, se ha venido recuperando el nivel de 1990, aunque los 68 años actuales siguen siendo bajos entre los países desarrollados. La esperanza de vida de los hombres rusos es apenas de 60 años.
El crecimiento económico, las políticas públicas, el cambio cultural
Pese a que el cambio en la estructura demográfica ha influido en esta tendencia, la mejora responde mayormente a transformaciones en el comportamiento personal.
A la confianza generada por la firmeza del crecimiento económico se han sumado los incentivos y desincentivos creados por las políticas del gobierno, preocupado por la estabilidad demográfica. Si en 2011 fijó el objetivo de aumentar la natalidad un 30% en tres años, este febrero se propuso alargar la esperanza de vida a los 74 años para 2018.
En el campo de la natalidad, se ha mejorado la sanidad prenatal y materna y el programa Capital Materno concede unos 7.500 euros por un segundo hijo. Además, en algunos casos, como en Moscú, se ha incluido, aunque de forma aún muy limitada, la fecundación in vitro como parte de los servicios públicos de salud. No exenta de tintes ideológicos, la ley para regular el aborto, muy elevado en Rusia, también apunta a dilatar el número de nacimientos.
Las esfuerzos para reducir la mortalidad se han centrado en atajar el consumo de alcohol y tabaco, las dos principales causa de muerte en Rusia y responsables de casi la mitad de los fallecimientos, según la OMS.
En enero se incrementaron los impuestos sobre el vodka, se prohibió la venta de alcohol después de las 10 de la noche y se reforzó la persecución de la producción y venta ilegal. Según Daria Jaltúrina, codirectora de la Coalición para el Control del Alcohol en Rusia, pese a las deficiencias, la política podría consolidar la tendencia positiva de los últimos años. Las muertes vinculadas con el abuso del alcohol se han contraído un 80% desde 2005. En 2012 eran un 65% menores que en 1992.
Este mismo enero, la Duma Estatal aprobó también la ley antitabaco, que incluye restricciones para la venta, la promoción y el consumo, y entrará en vigor entre junio de este año y el siguiente. La ley busca reducir las cerca de 400.000 muertes diarias provocadas por el tabaco (el 40% de la población adulta fuma en Rusia, según el Ministerio de Sanidad).
El cambio cultural ha aportado también su granito de arena. Tras dispararse entre 1992 y 2000, los índices de suicidio y homicidio han disminuido al menos a la mitad desde el cambio del milenio.
El desempeño demográfico de Rusia ha sido mediocre si se compara con otros países de herencia comunista: fue mejor que el de Lituania, Estonia o Rumania, pero peor que el de Polonia, República Checa o Eslovaquia. En todo caso, en la actualidad la población rusa es naturalmente más estable que la de muchos de los países de la Unión Europea, como la propia Alemania.
Población total
Las noticias son aún mejores si se toma en cuenta la población total, adicionando el balance migratorio al crecimiento natural. Aunque la población de la Federación era en 2012 (143 millones) un 5% más pequeña que en 1991, con unos siete millones menos de personas, el país ha ganado casi un millón de habitantes desde 2008.
Estabilidad temporal
El buen desempeño podría, sin embargo, ser apenas un respiro y la asunción del decrecimiento volver a reflejar relativamente bien el comportamiento demográfico de Rusia.
No parece prudente, de hecho, esperar un crecimiento demográfico sostenidamente acelerado. La mayoría de los analistas proyectan un crecimiento muy modesto en los próximos tres a cinco años y luego un leve pero prolongado declive.
Es razonable. La pronunciada caída de la natalidad del periodo 1990-2005 se dejará notar cuando esa generación se embarque en la edad reproductiva. La tasa de natalidad debería dispararse hasta niveles improbablemente elevados para compensar la reducción en el volumen de las personas en edad de tener hijos.
Pero operan muchas variables imprevisibles para predecir con precisión qué ocurrirá. En su reciente plan económico hasta 2018, el Ministerio de Desarrollo Económico sitúa la población del país en 2030 en una horquilla muy amplia: entre 141 y 150 millones de personas.
El desafío del mercado laboral
Lo que sí parece claro es que el país deberá hacer frente al envejecimiento de su población. Según el Rosstat, el número de personas en edad de trabajar descenderá de 87,5 millones en 2011 a 76,8 millones en 2030, comprometiendo el desarrollo económico.
Pase lo que pase con la natalidad, Rusia deberá atraer inmigrantes para cerrar esa brecha. Aunque la diferencia de nivel de vida aumente el porcentaje de personas dispuestas a emigrar, el decrecimiento natural que asola algunos de los potenciales países emisores afectará la trayectoria demográfica de la Federación.
Al igual que otros países europeos, el gobierno deberá hacer también esfuerzos por sostener su sistema de pensiones, impopular ejercicio en el que ya se ha puesto manos a la obra. Módica (el 35% del salario medio nacional), la pensión podría incluso bajar más, impulsando a más jubilados a trabajar para completar su ingreso (en enero más del 35% ya lo hacía).
Una de las claves consistirá, en todo caso, en reducir el número de personas empleadas de manera informal, que no contribuyen al sistema de pensiones. Según Vladímir Gimpelson, director del Centro de Estudios de Trabajo, el 30% del empleo del país es informal.
El mayor problema de las asunciones, al final, es que impiden identificar desafíos y oportunidades, e inhiben estrategias que atajen los primeros y aprovechen los segundos. La demografía es un invitado al que merece la pena dejar hablar de vez en cuando.
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