"Autorretrato con la paleta en la mano", obra utilizada para la cubierta de la edición en ruso de "Picasso total". Fuente: Editorial Polígrafa.
Es conocido que cuando Picasso daba los primeros pasos en el mercado del arte contó con el decidido apoyo económico de los coleccionistas moscovitas y que se casó en París por el rito ortodoxo con Olga Khokhlova, bailarina de la compañía de Diáguilev, con la que colaboró intensamente en varias producciones y a la que acompañó en su gira española.
También que, entre sus amistades, figuraban Iliá Ehrenburg, quien terció para que sus obras volvieran a colgarse en las paredes de los museos rusos, después de años condenadas al ostracismo por ser consideradas formalistas, y se le encargara el que se convertiría en el famoso símbolo de la paz, o Stravinski, con quien daba largos paseos por Roma y París.
Fue un comunista militante hasta su muerte y llegó a recibir incluso el Premio Lenin de la Paz, si bien su polémico retrato de Stalin por encargo de Louis Aragon había levantado ampollas entre la ortodoxia soviética. A todos estos detalles, más o menos conocidos, debemos añadir otro contrapunto eslavo: Picasso y alrededores, la primera obra crítica sobre el autor de El Guernica, se escribió en cirílico. Y no es sólo una curiosidad porque, lejos de quedarse en lo anecdótico, el ensayo es un apasionante tratado de estética de refinada inteligencia, a la manera de Benjamin o Rozánov.
El primer punto de encuentro entre Picasso y Rusia fue París, adonde se mudó en 1904. Allí se instaló en el bohemio barrio de Montmartre. Había hecho las maletas rumbo a la capital internacional del arte para que su nombre traspasara las fronteras españolas.
Nunca imaginó que, en tan solo cuatro años, sus óleos viajarían tan lejos, hasta Moscú, y que sería precisamente la perspicacia rusa –bien la de los coleccionistas de arte, bien la de la crítica–, la que apreciaría sus innovaciones antes que la occidental. En junio de 1914, en París, fecha y lugar de la redacción de Picasso y alrededores, Iván Aksiónov ya definía al artista como “genio del descubrimiento”.
Entre el grupo de los coleccionistas, encontramos a los famosos Shchukin y Morózov, tan relevantes para la historia del arte como mecenas. Gracias a estos dos rara avis de la efímera burguesía prerrevolucionaria, los museos Pushkin, Ermitage o Tetriakov, después de las nacionalizaciones firmadas por Lenin, cuentan con colecciones tan apreciadas de las vanguardias que florecieron en Francia.
Sus compras no solo espolearon a Picasso sino que fueron el revulsivo para buena parte de la experimentación de principios del pasado siglo.
Si el Ermitage atesora una de las obras más emblemáticas de su colección, La danza de Matisse, es debido al encargo que hizo de la misma Shchukin. Antes de que su colección privada pasara a dominio público, Shchukin tenía en su palacio moscovita una sala entera dedicada a Picasso. Las 51 piezas del pintor malagueño, que cubrían literalmente las paredes, provocaban el estupor de todos los visitantes.
Acabó convirtiéndose, junto al resto de su patrimonio artístico –cuyo criterio de selección había sido la innovación- en toda una sensación para los jóvenes artistas: promovió enconados debates y fue el caldo de cultivo de las incipientes vanguardias rusas.
Entre el grupo de la crítica, destaca Iván Aksiónov (1883-1935), tanto por ser el primero en escribir un ensayo crítico sobre Picasso como por su contenido visionario, pues anticipó muchas de las claves del cubismo picassiano cuando este no hacía sino asomar tímidamente. Picasso y alrededores, escrito en 1914 y publicado tres años después por el grupo futurista Centrífuga, es la respuesta a la primera recepción en Rusia de su obra, tenida por una expresión de la “moribunda cultura occidental” cargada de tintes demoníacos.
Antiguo oficial del cuerpo de ingenieros, Aksiónov empieza a escribir crítica de arte a principios de la década de 1910. Más tarde se dedicará también a la traducción, a la poesía y se consagrará al teatro, gracias a su estrecha amistad con Meyerhold.
Poco se sabe del origen de Picasso y alrededores, más allá de que fue concebido en París y de que su autor trabó amistad allí con el promotor del movimiento cubista Daniel-Herny Kahnweiler. Probablemente también visitara el estudio de Picasso. Al margen de estos detalles, el texto se sitúa a la misma altura de miras que la obra que analiza.
Con un desarrollo analítico de corte formalista, anticipa buena parte de las lecturas semióticas que hoy conocemos de la obra picassiana. Tan lírico como estimulante, el ensayo no sólo se centra en Picasso sino que aborda aspectos de la creación y de su recepción con definiciones y sentencias luminosas de conceptos resbaladizos como el arte y la crítica artística, muy dada a tratar todo lo que rodea a la obra, en lugar de a la obra en sí.
Picasso y alrededores se compone de cuatro partes, que suman un total de 112 fragmentos, y un “Anexo polémico” titulado Pablo Picasso, pintor, en el que se pregunta sobre el papel que desempeña la crítica y sus límites, desmontando –ahí la polémica- las opiniones vertidas sobre Picasso en artículos previos de intelectuales rusos como Berdiáyev. La edición original, además, incluía trece reproducciones y una cubierta de la pintora Aleksandra Exter.
El interés que despierta Picasso en Rusia no ha pasado desapercibido a algunas editoriales españolas. La barcelonesa Polígrafa, por ejemplo, ante la petición directa de las librerías que reclamaban una edición de calidad sobre la vida y obra del artista para ofrecer a los visitantes rusos, decidieron traducir al ruso un título de referencia, Picasso total, de Marie-Laure Bernadac, Brigitte Léal y Christine Piot. La traducción corre a cargo de la misma traductora que ha vertido el ensayo de Aksiónov, Olga Korobenko. Como apunta Aina Mercader, de la casa editorial Polígrafa, es una iniciativa pionera que nace de una necesidad real y que esperan poder repetir en el futuro con otros artistas españoles de fama internacional.
-Picasso y alrededores, Iván Aksiónov. Traducción a cargo de Olga Korobenko con la colaboración de Marta Rebón. Editado por la Fundación Picasso-Museo Casa Natal.
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