En primer plano, Aleksánder Kokorin, una de las grandes esperanzas del fútbol ruso. Fuente: RFS.com
Andréi Arshavin, el estandarte de aquella Rusia que alcanzase semifinales en la Eurocopa del 08, ha sepultado en el banquillo del Arsenal su talento y el poco norte de competitividad que le quedase. Tiene 31 años y su carrera deportiva en la élite asoma al ocaso. Este verano termina contrato en Inglaterra y probablemente regresará a Rusia, donde su fama y condición de jugador nacional le asegurarán un contrato por encima de valor de mercado.
De su misma
generación es Román Pavlyuchenko, que volvió del Tottenham para terminar
aburguesado en el Lokomotiv, como el mejor pagado de la plantilla (2 millones
de euros), pero ni siquiera titular habitual. Ninguno de los dos cuenta para el
seleccionador nacional, Fabio Capello, y su ausencia en las convocatorias ya ha
dejado de ser noticia en Rusia. Los resultados acompañan, la selección camina
con paso firme hacia la clasificación para el Mundial del año que viene y dos
nombres se configuran como relevo generacional en la punta:. Alán Dzagóev y
Aleksánder Kokorin
Aunque ambos tienen la misma edad (22 años), Dzagóev es más conocido que
Kokorin fuera de Rusia gracias a sus tres goles en la Eurocopa del pasado verano y
a su participación en la Champions League con el CSKA de Moscú. Nacido y criado
en Beslán, República de Osetia del Norte, Dzagóev se mudó a Moscú con sólo 17
años para firmar por el poderoso CSKA. No es nada fácil que un chaval de
provincia caucásica se plante en la capital y se abra camino en uno de los
grandes del fútbol ruso como el CSKA. Más aún en la zona de ataque,
habitualmente copada por delanteros brasileños y africanos de cierto prestigio.
El camino habitual en estos casos suele ser una larga penitencia de cesiones
por equipos de clase baja. Pero el talento no entiende de geografía ni
prejuicios y Dzagóev se asentó directamente en el CSKA, marcando 13 goles ya en
su primera temporada, pese a ser más bien mediapunta que delantero. A día de
hoy es el único jugador ruso que suena con frecuencia para recalar en las
grandes ligas europeas. Dzagóev no es nuevo en la selección, pues ha sido ya 27
veces internacional, sin embargo su rol pasa a ser de actor principal una vez
desaparecidos del mapa Arshavin y Pavlyuchenko. Algo parecido sucede con
Aleksánder Kokorin, 11 veces internacional, pero del que ahora se espera un
paso al frente en la selección, como el que ha dado en su club, el Dinamo de
Moscú.
Kokorin es el ‘wonderboy’ del fútbol ruso: descarado, guapo y sobrado de
talento. En 2008 se convirtió en el jugador más joven de la historia en marcar
un gol en la liga rusa, tenía sólo 17 años. Entonces se generaron unas
expectativas desmesuradas y Kokorin pasó varias temporadas de barbecho,
regañado con el gol. Esta temporada se ha reencontrado con su mejor fútbol y
con el gol, 12 en 21 partidos, las puertas de la selección vuelven a estar
abiertas para él. Aunque formado en la cantera del Lokomotiv de Moscú, su
carrera profesional se desarrolla toda en el vecino Dinamo, que por ahora se
niega a negociar su venta, pese a la insistencia del Zenit.
El cambio generacional en la selección rusa que marcan Dzagóev y Kokorin cuenta
con la complicidad del nuevo seleccionador, Fabio Capello. El italiano, que
reside desde hace 6 meses en un céntrico piso de Moscú, representa para la
Federación una apuesta clara por la profesionalidad y la mano dura con las
estrellas de mucho ego y poco esfuerzo (no hace falta dar nombres), una apuesta
por los resultados y el cortoplacismo con la vista en el próximo Mundial. Y la
apuesta funciona. Más allá del estilo de juego, algo rácano como buen equipo de
Capello, Rusia ha ganado los cuatro partidos oficiales que ha disputado con el
italiano en el banquillo y marcha líder destacado de su grupo de clasificación
para el Mundial, objetivo prioritario tras dos ediciones de ausencia. Tras
suspenderse el sábado su encuentro en Irlanda del Norte debido a la nieve, el
equipo ruso empató ayer a uno con Brasil en Stamford Bridge (Londres) ante
45.000 espectadores, un encuentro amistoso pero de gran prestigio dado el rival
y el escenario. Rusia dominó el partido, sólido en defensa y creando peligro
esporádico. Fayzulin marcó en el 73’, pero Fred empató para los brasileños en
el descuento. Más allá del resultado importan las sensaciones competitivas, que
volvieron a ser buenas, esta vez sí, ante un rival de entidad. La nueva Rusia
carbura y apunta al Mundial de Brasil.
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