La industria rusa se renueva

La reestructuración de las manufacturas desafía los procesos industriales, territoriales y urbanos de la Federación. Fuente: flickr / Expectmohr

La reestructuración de las manufacturas desafía los procesos industriales, territoriales y urbanos de la Federación. Fuente: flickr / Expectmohr

No se deje engañar por la desaparición de bienes y fábricas icónicas de la Unión Soviética. La industria rusa no se ha contraído, sino reestructurado. En cualquier caso, los desafíos son enormes. ¿Cómo fortalecer la innovación? ¿Cómo lidiar con los territorios perjudicados? ¿Y qué hacer con la nueva industria y los viejos espacios industriales en las urbes del país? La reestructuración de la industria es mucho más que la modificación de un proceso industrial.

Si planea encontrar un Lada 2107 o un Kaláshnikov recién producido, será mejor que desista. Por mucho que los busque, no los encontrará, discontinuados, como muchas otras manufacturas emblemáticas de la Unión Soviética. 

No hace falta que remueva tierra y mar para encontrar, en cambio, viejos pabellones industriales ocupados antes por miles de objetos y cientos de personas, y ahora huéspedes de la ruina y la nostalgia. 

Y si piensa en la industria como matriz del empleo y la estructura social, será mejor que eche un vistazo en los libros de historia. La actividad fabril ha perdido el valor estructural e ideológico que ostentaba durante la Unión Soviética. 

Reestructuración 

Pero no se confunda. La caída de ciertos sectores, empresas y productos es sólo una parte del comportamiento del sector industrial de la Federación Rusa. 

Es cierto que los servicios se han expandido. Pero el crecimiento de la industria es irrefutable. Según la OCDE, la producción industrial del país aumentó desde 1999 hasta 2012. Ese año, tras recuperarse de la caída de 2009, era un 50% mayor que en 1994. 

Hay más: la producción industrial creció al mismo ritmo que la economía. De acuerdo con el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, la participación de la industria en el PIB ha permanecido relativamente constante. 

Y no ha sido solo la producción y exportación de hidrocarburos. Según el Banco Mundial, la participación de las manufacturas en el PIB se mantuvo en torno al 40% entre 1998 y 2010. 

Así que, más que desindustrialización, lo que ha habido, en términos agregados, es reestructuración industrial. 

La industria pesada, sobre todo metalúrgica y de maquinaria de gran tamaño, privilegiada en época soviética por el volumen y estructura de su empleo, se ha transformado. 

Salvo en algunas ramas específicas, la industria ligera ha dado, por su parte, un paso hacia delante. O más bien un salto significativo, si se considera que una parte de la industria se cataloga en las estadísticas como servicios. 

De modo que ya no se fabrican Ladas 2107, pero se producen Ladas más modernos  (como el Granta) y coches de otras marcas,  como Ford, Toyota o Nissan. De hecho, en 2010 se produjeron más automóviles en Rusia (más de 2 millones de unidades) que en el momento pico de la Unión Soviética (en 1985). Y se producen nuevos textiles, armas y tecnologías. No es exagerado afirmar que Rusia está atravesando un renacimiento industrial. 

Innovar más y mejor 

Pero no cometamos la equivocación contraria. Si algo sobresale, son los retos mayúsculos que Rusia tiene por delante, lo menos parecido a una invitación a cruzarse de brazos. 

Para empezar, para profundizar la competitividad y sostenibilidad del sector industrial en términos económicos y medioambientales. 

Además de renovar fábricas obsoletas, se trata de relevarlas con un ojo puesto en la diversificación, impulsando los subsectores con mayor valor añadido y afirmando ventajas competitivas basadas en el conocimiento. 

Para ello hay que asumir que la I+D no es un gasto, sino una inversión. Y que no basta con  fortalecer el capital humano y tecnológico, sino que hay aplicarlo sin pausa en los procesos y los productos. 

Ahí se ubica uno de los retos principales de la Federación: la financiación. La reindustrialización tecnológica exige canalizar recursos hacia esas industrias. Eso pasa por atraer inversión, recibir y asimilar tecnología, y usar de manera eficaz los escasos recursos domésticos.

El desarrollo de infraestructuras vinculado con los ambiciosos planes gubernamentales y los grandes eventos internacionales, como los Juegos Olímpicos de Invierno Sochi 2014 y el Campeonato Mundial de Fútbol de 2018,  tirarán de algunas ramas de la industria, y brindarán recursos. El desafío será invertirlos bien, en investigación e innovación. 

El gobierno no alberga dudas sobre la pertinencia de políticas estatales activas en este sentido. A mediados de 2011, creó la Agencia de Iniciativas Estratégicas, responsable de la promoción de la innovación nacional. La Agencia se concentra en apoyar a jóvenes profesionales altamente formados y nuevos negocios, especialmente del sector tecnológico. 

Ganadores y perdedores 

Pero hay más retos, muy concretos y complejos, que no se pueden obviar. El primero se refiere al equilibrio territorial. Como es habitual, el balance de la reestructuración ha sido positivo en algunas regiones y ciudades, y negativo en otras. 

Las ciudades más grandes y dinámicas, con un tejido industrial más tupido y ágil, se han adaptado relativamente bien. Pero las ciudades que el Estado había creado en base al funcionamiento de grandes industrias, sobre todo en el este de Siberia y el Lejano Oriente, han sufrido, descartado el respaldo soviético, estáticas y rígidas, un verdadero calvario. 

El asunto es complejo. Se requiere una visión nacional de largo aliento que oriente los recursos de manera óptima y sensible. La combinación de políticas espaciales neutrales y la atención de los colectivos más perjudicados, a quienes debe brindarse herramientas personales (móviles y flexibles) para integrarse a los nuevos mercados, es el abecé. Los planes de desarrollo en estas regiones deben ser inteligentes y apostar más por el capital humano que por la infraestructura. 

La industria en la ciudad 

A escala más reducida, el desafío consiste en la ubicación de las nuevas industrias y la gestión de los espacios industriales decrépitos regados por las urbes del país. Esto dependerá de cada tejido urbano, y del tipo de industria y, sobre todo, las características específicas de cada proceso industrial. 

Es razonable que las industrias o actividades que requieren mucho espacio, como las logísticas, y son muy molestas, como muchas de las tradicionales, sigan ubicándose en polígonos periféricos. Y es indudable que muchas de las enormes viejas fábricas diseñadas en las afueras tendrán difícil reutilización. 

Pero los espacios fabriles céntricos ofrecen oportunidades extraordinarias de renovación. Para empezar, por parte de industrias o procesos industriales que requieren menos espacio y son más limpios, basados en el uso intensivo de la tecnología, el conocimiento y la innovación. 

La tendencia global a que las empresas y un número significativo de manufacturas regrese a los centros urbanos tiene raíces profundas. No solo se trata de reducir, con la mezcla de usos, la necesidad de desplazarse, y por tanto de impulsar la sostenibilidad ambiental. Para las empresas, se trata sobre todo del intangible del que depende la propia innovación: el intercambio de conocimiento, habitualmente flexible, dinámico e informal, que es el rasgo distintivo de la urbanidad. 

Así que, aunque se produzcan Ladas, Fords y Nissans, la fuente de la innovación viajará con dos piernas y se sentará en sillas de cuatro patas, en la profundidad de las urbes, en muchas ocasiones en espacios recuperados de fábricas soviéticas. 

Los espacios de coworking son un síntoma de un proceso más complejo y más vasto, que se expande por empresas de todos los tamaños de manera viral. El reto reside en intercambiar ideas propias y ajenas sobre procesos y productos concretos y hallar la forma de rentabilizarlos. Antes, durante y después, la reestructuración de la industria es mucho más que la modificación de un proceso industrial.

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