En prisión preventiva desde entonces, ambos
guardan absoluto mutismo y no se espera que hagan declaración alguna en
el proceso, en el que se les acusa de suministrar al SWR cientos de
documentos secretos y confidenciales.
Los acusados no
quisieron ni tan siquiera revelar hoy su identidad real ante los jueces
de Stuttgart al comenzar el juicio, en uno de los casos de espionaje mas
espectaculares desde el final de la Guerra Fría.
La pareja,
infiltrada desde Moscú con documentación austríaca falsa, se afincó en
Alemania, el como ingeniero y ella como ama de casa, a finales de los
años 80 cuando aun existía la Unión Soviética y no había caído el Muro
de Berlín.
Su misión desde entonces fue "recabar información
sobre la estrategia política y militar de la Unión Europea y la Alianza
Atlántica", señala el pliego de acusación elaborado por la fiscalía
local.
Tras residir primero en Marburg, en el céntrico estado
alemán de Hesse, se trasladaron finalmente a Balingen, en el sureño de
Baden-Württemberg, donde en otoño de 2011 un comando de la unidad
antiterrorista GSG-9 asaltó su vivienda y detuvo a la mujer cuando se
encontraba en contacto por radio con su oficial en Moscú.
Los
presuntos espías consiguieron incluso reclutar a un diplomático
holandés, desenmascarado y detenido en marzo de 2012, que trabajaba en
el ministerio de Exteriores de su país y les suministraba información
secreta.
La pareja es defendida por el abogado muniqués
Horst-Dieter Pötschke, conocido en Alemania por ser un especialista en
casos de espionaje con una larga lista de clientes de la Stasi, los
servicios secretos de la extinta Alemania comunista, y el KGB.
Su cliente mas famoso fue Günter Guillaume, el agente que la Stasi
consiguió infiltrar a principios de los años 70 como secretario personal
del entonces canciller alemán Willy Brandt y cuya detención obligó a
dimitir al legendario líder socialdemócrata.
Pötschke duda de
que los fiscales puedan llegar a probar la acusación contra la pareja de
espionaje grave que conlleva una pena de hasta 10 años de cárcel, entre
otras cosas porque en ningún momento llegaron a contar con cargos
relevantes y los daños causados para Alemania podrían ser menores.
Andreas Anschlag trabajó durante toda su estancia en Alemania como
ingeniero en varias empresas de suministro de piezas para automóviles,
un empleo muy poco sospechoso, mientras su esposa Heidrun se encargaba
de las labores del hogar y del cuidado de la hija común.
Esta
última, estudiante de medicina, desconocía completamente las actividades
reales de sus progenitores, según la investigación, y desea quedarse en
Alemania, donde ha nacido y crecido.
Sus padres, en cambio,
esperan que Moscú y Berlín negocien algún tipo de intercambio discreto
una vez finalizado el juicio y comenzado el eventual cumplimiento de una
condena, como otros que en el pasado negoció su abogado Horst-Dieter
Pötschke
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