Rusos “indeseables” en la España de los años 20

La colonia de refugiados que vivían en Barcelona ascendía a más de 800. Fueron perseguidos y posteriormente expulsados. Fuente: Museo marítimo de Barcelona

La colonia de refugiados que vivían en Barcelona ascendía a más de 800. Fueron perseguidos y posteriormente expulsados. Fuente: Museo marítimo de Barcelona

La Primera Guerra Mundial dejó a turistas, estudiantes y obreros de Rusia en medio de la geografía europea. Buscaban un terreno neutral donde refugiarse. Aquel escondite fue España. Durante años fueron perseguidos y posteriormente expulsados. Algunos fueron desterrados a bordo del buque 'Manuel Calvo' en 1919. El naufragio fortuito de camino a Constantinopla dejó una imagen deplorable de la España de la Restauración ante la comunidad internacional.

La presencia habitual de extranjeros no era un fenómeno singular en la España de principios del siglo XX. Y mucho menos en la cosmopolita ciudad de Barcelona. 

“La Ciudad Condal se convirtió para los refugiados rusos en una zona ideal para esperar el fin de la guerra. Había negocios. Además, su cercanía con la frontera francesa les permitía mayores posibilidades de encontrar trabajo”, explica Mikel Aizpuru, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco.

El grupo de refugiados más numeroso era el de los marineros, aunque no faltaban estudiantes, turistas u obreros rusos. En su estudio sobre Retornos forzados. La expulsión de extranjeros indeseables de la España Contemporánea, Aizpuru explica que su principal actividad se concentraba en zonas marginales, ya que, tenían “problemas para su integración en la sociedad española” o  una cierta “falta de voluntad”, al no  ser bien acogidos por las autoridades, que buscaban en todo momento un motivo de expulsión.

 La presencia extranjera se relacionaba con prácticas como el vagabundeo, la mendicidad, el robo, la prostitución o las actividades revolucionarias. La urbe catalana se había convertido para algunos periodistas de la época como Domènec Pallerola en  “asilo del crimen y de los vicios”. 

En este contexto, la falta de control y de medidas de seguridad desembocó en un periodo de conflictividad laboral y social en la ciudad industrial. 

Aizpuru relaciona esta etapa con la llegada a la urbe de un “modelo político peculiar” a caballo entre el catalanismo político, el sindicalismo anarquista y la ideología bakuninista. Los llamados “años del pistolerismo” estuvieron marcados por un ambiente radical en calles y fábricas, a partir de 1917. 

Fuente: Museo marítimo de Barcelona

“Sus militantes, la intransigencia de los empresarios o la actitud de las autoridades civiles y militares condujeron a este periodo de fuertes enfrentamientos” afirma el historiador. El gobierno de la Restauración vigilaba sus movimientos, fichaba sus nombres y buscaba excusas para expulsar a los refugiados rusos. 

Una figura destacada en estos años, ligada a la tradición internacionalista, fue Víctor Serge. Este revolucionario ruso participó activamente en los movimientos sindicales de la capital catalana, donde vivió entre febrero y julio de 1917, tras huir de una prisión francesa.

El final de la Primera Guerra Mundial y el inicio de la revolución soviética supusieron un importante aumento del número de extranjeros rusos en España, pasando de 106 en 1910 a 800 en 1918.

Existen pocos testimonios acerca de la forma de vida de aquellos refugiados, aunque el estudio Retornos forzados, señala que se “trataba de una población joven, inferior a 40 años”.

La embajada rusa tuvo un papel destacado en el sustento de los refugiados antes de la revolución del 17. Sin embargo, la situación no se mantuvo mucho tiempo, ya que la inestabilidad de Rusia no permitía que la Embajada representara ni “a los zaristas ni a los bolcheviques”, y las ayudas económicas cesaron poco a poco.

Los refugiados rusos no buscaron en ningún momento la nacionalidad durante su estancia en España, ni permanecer durante toda su vida en el país. Más bien, se trataba de una etapa de transición donde esperaban la capitulación de la Gran Guerra y el cambio de modelo soviético. 

Expulsión y naufragio en el Mar Egeo

La etiqueta de indeseable no fue difícil de colocar. El mero hecho de proceder de Rusia o de Polonia convertía a una persona en sospechosa a ojos de las autoridades.

La mayor parte de los expedientes de expulsión fueron otorgados por participar en huelgas o por denuncias de espionaje. El resto eran acusaciones genéricas: desafecto a la nación, ideas avanzadas, revoltoso, presencia no conveniente,...

En enero de 1919, la prensa se hacía eco de una noticia que era inminente. El diario catalán La Publicidad, informaba de que el vapor Manuel Calvo sería el medio que trasladaría hasta Constantinopla a los refugiados rusos, turcos,  búlgaros y polacos.

Meses atrás, estos refugiados fueron conducidos a la cárcel Modelo de Barcelona. El simple hecho de tener relación con la causa bolchevique era suficiente para ser tachado de persona non grata.

La prensa de izquierdas fue muy crítica con las medidas del gobierno. El director del rotativo El Sol, Manuel Aznar, atacaba así: “Se es algo ruso o se es temiblemente ruso. Todo hombre que proteste contra el caciquismo o contra la carestía de vida es un ruso presunto”.

Finalmente, la fecha de salida del buque se fijó el 21 de marzo de 1919. El Manuel Calvo zarpó del puerto de Barcelona dirección a Constantinopla y Odessa. En total, la lista de pasajeros ascendía a 202 personas.

La presencia rusa la formaban marinos, comerciantes y jornaleros en un número mucho más reducido que la población real en Barcelona.

Aizpuru destaca que en el vapor partieron una mínima parte de estos “indeseables” ya que muchos de ellos huyeron a Francia, se quedaron escondidos en España o hicieron tratos de favor con las autoridades.

Sólo dos de los viajeros habían sido fichados con anterioridad por la policía, Serguéi Skorniakov, un estudiante de 37 años, y el ingeniero Mijaíl Diamant, considerado miembro de un comité afín a los bolcheviques en Barcelona.

En aguas de Mar Egeo, ocho días después de su partida, el Manuel Calvo tuvo un accidente. La mitad de los pasajeros fallecieron y el gobierno de la Restauración no quiso dar explicaciones al respecto.

La información llegaba sesgada a España y a la comunidad internacional.

Abandonados a su suerte quedaron los supervivientes del Manuel Calvo que  fueron trasladados a Constantinopla. Nunca más se informó sobre su estado ni su origen. El miedo ruso había desaparecido. El estado comunista se construía a miles de kilómetros y en España tan sólo concedieron la nacionalidad a veinte rusos en la siguiente década. El resto de compatriotas seguiría permaneciendo en la clandestinidad.

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