El problema de la inseguridad en el Cáucaso Norte

Los choques armados entre radicales islamistas y las fuerzas del orden son una constante en “Distrito Federal del Cáucaso Norte”. Fuente: ITAR-TASS

Los choques armados entre radicales islamistas y las fuerzas del orden son una constante en “Distrito Federal del Cáucaso Norte”. Fuente: ITAR-TASS

En la actualidad la principal batalla por el Cáucaso Norte no se libra ya entre las autoridades y la insurgencia, sino en el campo de la opinión pública.

El atentado contra el aeropuerto moscovita de Domodédovo en enero de 2011 ha sido, afortunadamente, la última gran acción terrorista en Rusia, pero los choques armados entre radicales islamistas y las fuerzas del orden son una constante en “Distrito Federal del Cáucaso Norte”, formado por las repúblicas de Daguestán, Chechenia, Ingushetia, Osetia del Norte, Kabardino-Balkaria, Karacháyevo-Cherkesia, y el territorio de Stávropol. Hacer frente a esa violencia es el complejo reto al que se enfrentan las autoridades locales y federales. 


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LasraícesdelaviolenciaenelCáucasoNorte 

La rebeldía de los pueblos caucásicos de religión musulmana ha sido una constante desde que los zares conquistaron el territorio al sur del río Terek, en una guerra que se prolongó desde 1817 hasta 1859. Sin embargo, el desafío independentista no triunfó hasta la etapa final de la URSS, cuando el general de la fuerza aérea soviética Dzhokhar Dudayev proclamó unilateralmente la independencia de Chechenia el 1 de noviembre de 1991. 

El régimen de Dudayev tenía una base nacionalista y secular, pero coexistía con una corriente radical islamista, liderada por Shamil Basayev y vinculada a la yihad global. La actuación incontrolada de estos radicales expulsó a los habitantes no-chechenos de la república y paralizó la industria petrolífera, que era la base de su economía. Cuando el Kremlin intentó en 1994 revertir esta situación dio comienzo la primera guerra de Chechenia, que finalizó en agosto de 1996 con la victoria de los rebeldes y la muerte de 5.500 soldados rusos y unos 75.000 civiles. 

El presidente Dudayev, abatido en abril de 1996, fue reemplazado por Aslan Masjadov, que dio cada vez más poder a los islamistas e introdujo la Sharia en la legislación chechena. En julio de 1999 Basayev invadió la vecina Daguestán, ataque que fracasó pero coincidió en el tiempo con una serie de atentados contra bloques de apartamentos, lo que impulsó al recién nombrado primer ministro Vladimir Putin a dar comienzo a la segunda guerra de Chechenia en octubre de ese mismo año. 

En esa ocasión la campaña fue mucho más eficaz (al precio de 3.500 soldados rusos y unos 20.000 civiles muertos), y Masjádov y Basáyev fueron abatidos en 2005 y 2006 respectivamente. Otra novedad fue que Moscú usó la táctica de “divide y vencerás”, atrayendo a su causa a los líderes chechenos menos radicales. Así, el gran muftí de la Chechenia independiente, Ajmat Kadírov, fue nombrado jefe de gobierno de la República en junio de 2000. 

Tras el asesinato de Kadírov en 2004 el poder recayó en su hijo Ramzán, que gobierna con mano de hierro la república con el beneplácito del Kremlin, dada la mejora de la seguridad y el incipiente desarrollo económico claramente visible en Grozni. Esta “chechenización” del conflicto permitió a Rusia abolir en abril de 2009 el régimen especial de operaciones militares, de modo que la lucha contra el terrorismo pasó a ser una cuestión de orden público. 

Elbinomiodesarrollo-seguridadenelCáucasoNorte 

Como consecuencia de dos décadas de guerra, terrorismo, e inestabilidad política, la actual situación social del Cáucaso Norte es muy compleja. Los tres grupos étnico-lingüísticos principales (indoeuropeo, caucásico y altaico), y las dos religiones mayoritarias (cristiano-ortodoxa e islámica), se encuentran presentes con diversas combinaciones en cada territorio, dando lugar a una complejidad sin parangón. 

Así por ejemplo, karachais y balkires (altaicos) comparten república respectivamente con cherquesos y kabardinos (caucásicos). En Osetia del Norte son mayoría los indoeuropeos cristiano-ortodoxos, pero existe un 30% de caucásicos musulmanes concentrados en Prigorodni, zona reclamada por Ingusetia. Por último, en Daguestán existe un acuerdo de alternancia en el poder entre los dos principales grupos, ávaros y darguines, lo que crea tensiones con otras minorías como lezguinos (caucásicos) o kumikos (altaicos). 

Lo que comparten todas esas repúblicas es una notable disminución de la población de rusos étnicos, que en Chechenia pasó de representar un 23% en 1989 a tan solo un 3,5% en la actualidad. Además, las últimas encuestas apuntan a que gran parte de los que permanecen en la zona querrían abandonarla, no sólo por la violencia y la falta de oportunidades económicas (las tasas de paro alcanzan el 40% en la zona oriental de la región), sino también por la sensación de ser discriminados frente a las etnias locales. 

Las autoridades federales son conscientes de estos problemas, pero discrepan sobre en qué orden aplicar las medidas correctoras. Como se ha mencionado, hasta 2009 se dio prioridad a la derrota militar de la insurgencia, y se procuró que fuesen cada vez más las autoridades locales las que ejerciesen el control, aún a riesgo de que una represión excesiva y el uso patrimonial del poder pudiesen favorecer la captación de nuevos terroristas. 

Sin embargo, en 2010 se diseñó un plan modernizador en torno a tres ejes: la renovación de los líderes locales, que habían asumido unas cuotas excesivas de poder; la reestructuración de la administración federal en la región, con la creación del citado “Distrito Federal del Cáucaso Norte”; y el desarrollo socioeconómico, en el que juegan un importante papel los proyectos de complejos turísticos en las montañas del Cáucaso. 

Conclusión 

Se puede concluir que en la actualidad la principal batalla por el Cáucaso Norte no se libra ya entre las autoridades y la insurgencia, sino en el campo de la opinión pública. 

En el caso del Cáucaso Norte, la batalla se resolverá a favor de Rusia si la población, hastiada por décadas de violencia, comienza a percibir a los radicales como los culpables de sus problemas y a la administración, en particular la local, como parte de la solución a los mismos. 

Por el contrario, en el resto de Rusia crece la idea de abandonar el Cáucaso a su suerte, por su irresoluble violencia e ingobernabilidad. Aunque el presidente Putin ha advertido sobre los riesgos de esa posición, no se puede descartar del todo que tenga más peso en el futuro, lo que daría una dimensión completamente distinta al problema.

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