Fiel guardián del legado del premio Nobel de
literatura (1970) desde su muerte en 2008, Solzhenítsina, de 73 años,
recuerda el "terremoto" que causó en la sociedad soviética la
publicación de la obra en noviembre de 1962, en la revista literaria
Novy Mir.
"Como toda familia de intelectuales soviéticos que
se preciara, nosotros estábamos suscritos a la revista, por lo que el
segundo día ya pude empezar a leerlo. Todos comprendimos que estábamos
ante un gran talento literario", señaló.
A diferencia de
muchos de sus compatriotas, Solzhenítsina ya sabía de la existencia de
la red de campos de trabajo (gulag), ya que su abuelo había sido enviado
a uno de ellos en la república de Komi (norte).
"Abrió los
ojos a muchos, pero nosotros ya sabíamos lo que eran los campos por mi
abuelo. Mi abuela y yo guardábamos comida y se la enviábamos en
paquetes. Se la seguimos enviando durante años, incluso cuando ya había
muerto", indicó.
"Novy Mir", que arrancó con una tirada de
25.000 ejemplares, llegó a publicar casi un millón, cifra reservada a
los libros sobre Stalin.
"Alexandr Isáevich (patronímico de
Solzhenitsin) pensaba que no se publicaría. Su objetivo era contar lo
que vio en el gulag, pero de manera literaria, no como una recopilación
periodística que mañana se olvida fácilmente", rememoró.
En
realidad, apuntó, el escritor empezó primero "Archipiélago Gulag" en
1958 sobre la base de su experiencia y la de sus amigos, "pero lo dejó
al caer en la cuenta de que eso no era suficiente".
Entonces
comenzó a escribir en 1959 "Un día en la vida de Iván Denísovich", una
novela corta de apenas 100 páginas que no es autobiográfica, sino que
está hecha de retazos de la vida de diferentes presos.
"El
nombre del héroe, Iván Denísovich Sújov, pertenece a un soldado del
batallón en el que combatió Solzhenitsin durante la guerra contra
Alemania", señala la viuda del literato.
El libro narra un día
en la vida de Sújov en el campo de Ekibastuz, en el norte de
Kazajistán, donde el escritor sirvió casi tres años (1950-53) de los
ocho a los que fue condenado por llamar a Stalin "bigotudo" en una carta
cuanto estaba en el frente.
El libro termina así: "Días como
éste en su sentencia, de campana a campana, hubo tres mil seiscientos
cincuenta y uno. Debido a los años bisiestos, se le sumaron tres días.
(Año) 1959".
A Solzhenitsin, que fue deportado en 1974, le
gustaba decir que esta novela era como el pedestal, y "Archipiélago
Gulag", el monumento a las víctimas de la represión soviética.
"Todos sus libros abordan el comportamiento de las personas en
situaciones extremas. Sea la guerra, la cárcel, la enfermedad o el
gulag. Unos reaccionan con generosidad y honestidad, y otros se
comportan como unos traidores. Todo depende de la conciencia y el
espíritu de cada uno", destacó.
Cuando se publicó la novela, la revista y el propio Solzhenitsin recibieron un aluvión de cartas de antiguos presos.
"Unos contaban que las cosas en su campo (Vorkutá, Magadán, etc.)
eran aún peores. Otros simplemente compartían sus impresiones. Él se
reunió con muchos de ellos y pudo conservar la memoria colectiva de las
víctimas", relató.
Solzhenítsina opina que el entonces líder
soviético, Nikita Jruschov, decidió autorizar la publicación de "Un día
en la vida de Iván Denísovich" para utilizar la novela como ariete en su
lucha contra el legado estalinista.
"Jruschov quería que
millones de soviéticos leyeran que cientos de miles de personas
inocentes habían sido enviadas a los campos por Stalin", apuntó.
No obstante, ella cree que "Jruschov se equivocó, ya que pensó que
todos dirigirían sus críticas contra Stalin, pero no calculó la fuerza
de la reacción, ya que en el pueblo cundió la decepción con todo el
sistema soviético".
"Él pensaba que los lectores verían a Stalin como malo y a él como el bueno, pero no logró su objetivo", recalcó.
La viuda del Nobel, quien acusa a los dirigentes rusos de no haber
condenado oficialmente a Stalin como un tirano y a la URSS como un
sistema criminal, cree que la novela no ha perdido vigencia, en gran
medida porque es de lectura obligatoria en la educación secundaria.
"La historia se olvida, pero la literatura llega al corazón e impide
que las desgracias caigan en el olvido. Por suerte, ya no hay peligro de
que se repita un régimen totalitario en Rusia, ya que el mundo de la
información e internet no lo permitirían", sentenció.
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