Monasterio Novodévichi en Moscú. Fuente: Nikolai Vinokurov / Photobank / Lori
A los seres humanos nos encantan las listas. Los diez mejores hoteles, los libros más vendidos, las películas más importantes de la historia... También nos fascinan, claro, los rankings de ciudades. Las más turísticas, las más atractivas para los negocios, las más inteligentes... o, irremediables mortales, en las que mejor se vive.
En los últimos años, distintas agencias se han ocupado de clasificar las mejores urbes del mundo para vivir. La revista londinense Monocle, especializada en estilos de vida, cataloga las 25 ciudades con mayor calidad de vida.
Entre las 25 de 2012, sobresalen las europeas, con predilección por las escandinavas y germánicas, las australianas y las asiáticas. No hay rastro de las metrópolis rusas.
Menos estéticos y lúdicos, los rankings más famosos nacieron con la finalidad de valorar la pérdida de bienestar en la que incurren los expatriados de las empresas multinacionales cuando son destinados por trabajo a las distintas ciudades del mundo. Los escalafones son referencias para determinar las compensaciones económicas que los ejecutivos desplazados reciben en cada metrópolis.
La empresa de consultoría Mercer, especializada en la gestión de recursos humanos, ordena 221 urbes del planeta de acuerdo con su calidad de vida. Este año, las ciudades europeas, sobre todo alemanas y suizas, australianas y canadienses ocupan los primeros puestos. Entre las 50 primeras tampoco hay ninguna rusa.
La Unidad de Inteligencia de la prestigiosa The Economist (EIU) elabora una clasificación similar. Las metrópolis australianas y las canadienses copan el ranking de las diez mejores para vivir dentro de las 140 estudiadas. Las urbes rusas tampoco están entre las 50 primeras.
Las ciudades rusas en los índices globales
Como no están en los primeros ni en los últimos puestos, a cuya información se puede acceder de manera gratuita, pareciera que las urbes rusas no hicieran parte de las listas internacionales. Pero están.
En la clasificación de The Economist, las dos grandes metrópolis rusas, Moscú y San Petersburgo, ocupan, con 80 puntos sobre 100, una posición intermedia (cerca del puesto 70 de 140).
Están peor que muchas ciudades europeas, canadienses, australianas y asiáticas, pero, sorprendentemente, no se encuentran muy lejos de grandes referentes urbanos como Nueva York (56) o Londres (57), ni de las dos grandes urbes españolas, Barcelona (34) y Madrid (39), que salen peor en Mercer y mejor en Monocle. De acuerdo con EIU, en las dos urbes rusas se vive peor que en Buenos Aires (62), Santiago de Chile (63) y Montevideo (64), pero mejor que en Lima (81), México DF (105) o Bogotá (111).
De acuerdo con EIU, en las dos urbes rusas se vive peor que en Buenos Aires (62), Santiago de Chile (63) y Montevideo (64), pero mejor que en Lima (81), México DF (105) o Bogotá (111).
La posición de las metrópolis rusas es razonable dados los criterios utilizados. Los primeros puestos parecen estar reservados para las ciudades de tamaño mediano, poco densas y con buena infraestructura, de ingreso alto, pero baratas, seguras y política y socialmente estables, condiciones que priman en las urbes de la periferia anglosajona (EIU) o de influencia germánica (Mercer).
Moscú y San Petersburgo reciben un notable en infraestructura, educación y vida cultural, pero pierden puntos en estabilidad y seguridad, castigadas por el crimen y las amenazas terroristas.
También les penaliza su tamaño y carestía. De acuerdo con Mercer, que elabora también un ranking global de ciudades según el costo de la vida, Moscú es la cuarta metrópolis más cara del mundo, y San Petersburgo, la 28.
Pero, ¿y qué pasa entre las ciudades rusas? Son las comparaciones entre urbes de un mismo país las que desatan las polémicas más agrias. ¿Moscú o San Petersburgo? ¿Moscú o Surgut? ¿Surgut o Krasnodar?
Los índices nacionales de calidad de vida
El EIU nos de la primera pista. Para los expatriados, San Petersburgo es mejor que Moscú desde 2011.
En 2012, San Petersburgo ocupa el puesto 67 y Moscú el 70 de 140 urbes del mundo.
Más pequeña, con mayor vida cultural y más barata, el resultado no es inesperado, aunque Moscú sea el centro febril de la riqueza, el poder y la influencia, aspectos poco valorados por la EIU.
¿Y el resto de ciudades? Como a nivel global, distintas agencias han clasificado en Rusia sus urbes de acuerdo con su calidad de vida. El índice elaborado conjuntamente por el Instituto de Planeación Urbana de San Petersburgo (Urbanica) y la Unión de Arquitectos de Rusia es quizás el más fiable.
En 2010, Sochi, Moscú y San Petersburgo lideraban el ranking. Los resultados cambian notablemente si se considera el costo de la vida. Ese mismo año, Sochi desaparecía de las diez primeras, Moscú bajaba a la novena posición, y solo San Petersburgo, quinta, mantenía el tipo. En 2011, el índice agregado (solo se elaboró este) favorecía a Krasnodar, Ufa, Khanti-Mansiisk, Moscú y Tiumén, ocupando San Petersburgo el decimosegundo puesto.
Aunque presentan importantes divergencias, las listas de otras instituciones (Russia Watchers o la revista de negocios RBC) coinciden en alabar a Krasnodar, habiendo cierta convergencia con respecto a Surgut, Tiumén, Jabárovsk, Krasnoyarsk, Rostov-el-Don y Ekaterimburgo.
El valor de los índices
Por supuesto, la validez de estos rankings es moderada.
Son útiles porque reducen el universo de información, siempre tan vasto, tan abrumador, sobre todo desde la generalización de internet, a una sola o a unas pocas variables, y porque, gracias a ello, facilitan la toma de decisiones estratégicas sobre dónde emigrar para las personas, dónde invertir y qué compensación ofrecer a los expatriados para las empresas, o qué aspectos de la política pública enfatizar en el caso de los políticos locales y los gestores urbanos.
Pero su alcance es limitado por varias razones. Primero, porque una lista no vale nada sin saber cuál es su objetivo y cómo se refleja en las variables incluidas y su ponderación.
Segundo, porque la fiebre ha sido tan intensa que la simplificación de la información facilitada por una clasificación particular se ve superada por la multiplicación de los rankings: hay tantas listas y tan variadas que estudiarlas es un trabajo tan fatigante que la intuición puede resultar una buena guía.
Tercero, porque emigrantes, empresas y gestores suelen nutrirse de otras fuentes. Quienes emigran lo hacen comúnmente empujados por la oportunidad profesional, la inspiración personal o la recomendación individual.
Quienes deciden invertir saben que las oportunidades pueden ser grandes precisamente allí donde los mercados no están maduros y las incomodidades para los expatriados son naturalmente significativas.
Y los gestores públicos tienen o deben tener prioridades propias distintas a las que reportan puntos en los índices (mejorar el aeropuerto o el centro de negocios aportará más puntos que proveer vivienda o optimizar los barrios de los residentes más pobres).
La escalada en el índice no debe ser el objetivo, sino la consecuencia, a veces colateral, de un trabajo bien hecho. Así que, puestos a clasificar, hay listas para todos los gustos. ¿Con cuál se queda usted?
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