El presidente ruso, Vladímir Putin, justificó
hoy la postura rusa sobre Siria, contraria a imponer sanciones y
amenazar al régimen de Damasco, como un intento de evitar la
desintegración y una guerra civil sin fin en el país árabe.
"No nos preocupa el destino de (el presidente sirio) Bachar al Asad.
Entendemos que su familia lleva 40 años en el poder. Sin duda, (el
pueblo) demanda reformas. Nos preocupa otra cosa. ¿Y después qué?", se
preguntó el líder del Kremlin en la rueda de prensa que ofreció hoy en
Moscú.
Recordó que Al Asad no era un asiduo en Moscú antes de
que empezara el conflicto armado en Siria: "Iba más a París y a otras
capitales europeas".
El jefe de Estado ruso reiteró un
argumento repetido hasta la saciedad por el Ministerio de Exteriores:
Rusia no defiende la permanencia de Al Asad en el poder a cualquier
precio.
"(Nuestra postura) es que la gente llegue primero a un
acuerdo sobre cómo van a vivir, cómo van a garantizar la seguridad y la
participación en la dirección del Estado, para ya después iniciar las
reformas del orden establecido en la línea de lo acordado", apuntó
Putin.
Manifestó que Rusia teme que "la oposición de hoy,
cuando asuma el poder, inicie una lucha con las autoridades actuales,
que pasarán a la oposición, y que esto continúe eternamente".
"Queremos que se encuentre una solución que libre a la región y a ese
país de la desintegración y de una guerra civil sin fin. Creo que los
acuerdos basados en la victoria militar no son aplicables ni pueden ser
efectivos" en el caso de Siria, agregó.
Por otra parte, el
presidente reconoció que Moscú "tiene interés por la posición
(económica) de la Federación de Rusia en la región".
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