Persona que está orgullosa de su trabajo. Fuente: ITAR-TASS
Serguéi vive y trabaja en el Extremo Oriente de Rusia desde hace más de veinte años. Y a pesar de la diferencia entre el caluroso verano y el frío invierno de esta región oriental, este hombre de 57 años que nació en Leningrado y tiene educación superior militar ve más pros que contras en el trabajo de barrendero.
“¡Soy libre! No necesito a nadie. Mis jefes están en la oficina y tratan de no inmiscuirse en mi trabajo en los patios, paso meses sin verlos.
La dirección se guía por llamadas a los presidentes de las escaleras, a los vecinos, a las abuelitas, por ejemplo.
Si las abuelitas están contentas, no hay problema. Son un público muy exigente”, asegura Serguéi Nifashev. Cuenta también que es falso el prejuicio del barrendero no cualificado.
En su equipo trabajan 11 barrenderos y siete de ellos tienen educación superior. Y la mayoría de sus compañeros son mujeres.
Una de ellas estuvo trabajando en la administración regional, otra fue contable en el pasado, y una tercera es antigua jefa de planta de una fábrica de muebles. ¡Hay hasta un antiguo comandante de tripulación de un bombardero estratégico TU-195!
A pesar del entusiasmo que muestra hoy Serguéi Nifashev, en su juventud ni siquiera podía imaginar que acabaría siendo barrendero. Su abuelo y su padre eran soldados de Leningrado, por lo que también Serguéi se licenció, y con honores, en la Escuela Política Militar Superior de la ciudad.
Desde su infancia, Serguéi Nifashev ha leído mucho. “Teníamos una magnífica biblioteca”, recuerda, “la mayoría de los libros me los regalaba mi abuela, que en tiempos del zar era la institutriz de los hijos del conde Lazarevski. Hablaba alemán y francés a la perfección”.
Tras licenciarse en la escuela militar con honores, Serguéi Nifashev, según él uno de los mejores de su curso, tuvo la oportunidad de escoger el destino de su servicio militar. Entonces solicitó el Extremo Oriente.
“Había volcanes, paisajes exóticos”, recuerda Serguéi, “y mi joven esposa podía encontrar trabajo en su profesión”.
Jabárovsk, Vladivostok, Belogorsk… Al poco tiempo, Serguéi Nifashev se vio obligado a interrumpir los traslados de una ciudad a otra, así como el propio servicio militar.
“Tuve un terrible accidente de automóvil que me provocó una lesión cerebral incompatible con mi servicio. Después me puse a trabajar como soldador eléctrico, mi mujer me abandonó, porque para ella era muy importante el estatus social. Me casé por segunda vez y me mudé a Blagoveschensk a trabajar en una fábrica. Conseguí una pensión por invalidez laboral y en 2006 me hice barrendero”.
Además, este barrendero-intelectual se dedicaba a escribir artículos para periódicos y revistas locales. En pocos años el corresponsal independiente Nifashev ha publicado más de mil artículos sobre los temas más diversos. Y desde hace poco es un conocido blogger en la región de Amur. En su blog publica artículos, poemas, relatos, y se comunica con sus lectores, que ya son muchos.
Ahora este inusual barrendero es conocido en toda la región de Amur, incluso fuera de ella. Ha sido protagonista en más de una ocasión de programas de televisión locales y federales. “Y el año pasado”, comenta con orgullo, “incluso me pidieron que diera una clase para una delegación de barrenderos chinos que acudían a Blagoveschensk desde la provincia de Heilongjiang. Les enseñé con mucho gusto mis inventos: escobas, azadas y recogedores fabricados por mí mismo.
Por su trabajo Nifashev gana más de 1.000 dóalres al mes, y comenta con orgullo que su salario es superior a la media de la región. Su dinero lo gasta en cosas como un coche nuevo para su hijo, vacaciones con su esposa o viajes a su lejano 'Leningrado' natal. Por lo demás, vive modestamente y gasta poco para sí.
Serguéi Nifashev está convencido de que gracias a su profesión conoce bien a todas las capas de la sociedad rusa.
Hay personas que siempre saludan a los barrenderos, otras que, según sus propias palabras, “se ensucian con el vulgo”, y un tercer grupo que no esconde su desprecio.
“Intento empezar a trabajar lo más temprano posible y cuanto más lejos de los edificios de viviendas mejor”, explica Serguéi Nifashev.
“Y llevo casco, especialmente en verano. Porque de pronto estás cortando el césped y alguien te grita desde la ventana: ‘¡Mi hijo duerme!’ O llenan de agua una botella de plástico y te la tiran a la cabeza. Esto entre otras anécdotas, tengo muchas de ellas. Pero a mí eso no me ofende. Desde la infancia me he nutrido de los valores militares y de la psicología de los hombres que cumplen un servicio. Y eso me ha ayudado a comprender que se trata de algo muy digno. Debemos vivir para los demás. Vivir para uno mismo no es interesante. Es aburrido”.
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