Sueños y metáforas mexicanas llegan a Moscú

El nombre de la exposición, Sueños y metáforas, desvela los principales motivos de la obra de esta fotógrafa, su manejo de los signos y las profundas emociones. El arte de Flor parece estar fuera de lo cotidiano y del tiempo, pero sin romper directamente con él.

Sus instantáneas son un diálogo con un mundo en el que ella toma todo lo natural y lo cotidiano por perfección.

Flor Graduño continúa la tradición de la fotografía mexicana que tuvo en Manuel Álvarez Bravo a su representante más conocido, y convierte la cámara en un instrumento poético.

Es fiel a la fotografía en blanco y negro y en sus imágenes solo utiliza iluminación natural. Sus fotografías superan un umbral en el que la naturaleza y la maestría se mezclan. En la interpretación de Flor los cuerpos desnudos se convierten en flores singulares, y en la cotidianeidad circundante se descubren detalles que llenos de descaro, soltura y una recalcada fragilidad.

La hija y las amigas de la fotógrafa posaron para estas fotografías. “Revivieron su propia femineidad”, nos dice Flor.

“No es interesante trabajar con los cuerpos ideales de la moda”, reconoce la autora. “La imperfección de las formas de las mujeres comunes, sin embargo, les da individualidad y una belleza natural distinta”.

Foto de la exposición. Fuente: Flor Graduño

Flor mira el mundo con ojos de alguien que protege valores, los ojos de una mujer embarazada.  Todo lo que le rodea cuenta con una iluminación misteriosa, de perfección y complejidad.

En los trabajos de Flor cada fruto, cada cuerpo, está lleno de belleza. Las formas expresan una fuerza oculta de la naturaleza y cada una de sus fotografías habla de algo lleno de vida, y de la felicidad de ser una misma.

En la inauguración de la exposición declaró que su obra está muy influida por su segundo embarazo: “Salió a relucir mi naturaleza femenina y el tema se convirtió en algo importante para mí. Aunque no sea lo principal de mi obra”.

Hasta el nacimiento de su segundo bebé, Garduño viajaba mucho con la cámara, hasta el punto de que, por ejemplo, las máscaras y los objetos rituales de los indios peruanos que aparecen en sus fotografías serían de interés incluso para los etnógrafos. 

Ante la pregunta de qué es lo más importante de su exposición, contesta: "He intentado que las imágenes se comprendan por sí mismas por espectadores de cualquier lugar del mundo y que al hacerlo encuentren algo que les resulte cercano.

Por ejemplo, hay una fotografía con un cuervo. En algunas culturas este animal es un símbolo de la muerte, pero para mí es más cercana la idea de la renovación. El cuervo va por un campo arado, sacando con el pico lombrices y larvas, prepara la tierra para los nuevos brotes.

El espectador es libre de decidir qué tiene delante: un símbolo de muerte o de renovación".

 El comisario de la exposición, Marc Cobert, considera que en los trabajos de la fotógrafa mexicana se vislumbran profundas emociones.

 “Flor nos habla de la capacidad para abrirse, de la aceptación de la vida, de la posibilidad de sentir y comprender el mundo con la máxima libertad. Su mirada posee la seguridad de las sensaciones táctiles”,

Ser capaz de adentrarse en el espacio temporal sin perder la unión entre el pasado y el futuro, ahí es donde está el secreto del arte de Flor Graduño. Se sale de los límites de la cotidianeidad y a través de los elementos luminosos en sus trabajos se percibe la relación entre el momento y la eternidad.

 Más información en la Galería de Fotografía Clásica de Moscú.  (en ruso)

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