Un largo camino hacia la tolerancia

El Papa Juan Pablo II. Fuente: AP

El Papa Juan Pablo II. Fuente: AP

Según diversas fuentes, en Rusia existen entre 200.000 y 800.000 católicos. Se agrupan en 426 parroquias, de las cuales una cuarta parte carece de lugares destinados al culto. Rusia es uno de los pocos países que aún no ha sido visitado por el Papa de Roma, quien no hace visitas de Estado sólo pastorales. La razón es que debería ser invitado por el Patriarca, y esto es difícil que suceda, ya que la historia de las relaciones entre el catolicismo y la ortodoxia es larga, compleja e intensa.

La llegada del cristianismo a Rusia a principios del pasado milenio fue complicada. Los príncipes rusos adoptaron el cristianismo ortodoxo del Imperio Bizantino y continuaron su relación con Roma. 
Las relaciones no eran malas, pero poco antes de la caída de Constantinopla, a mediados del siglo XV, se rompieron definitivamente. Los emperadores bizantinos obligaron a sus clérigos a reconocer la supremacía de la Iglesia Católica y a aceptar el Concilio de Florencia. Los obispos de Moscú rechazaron la propuesta, declarándojse el único bastión de la ortodoxia verdadera. 

Desde entonces el trato al catolicismo fluctuó entre el completo rechazo y el intento por mantener a los católicos en una posición subordinada.

A finales del siglo XVIII, la situación se complicó. Rusia incorporó una importante parte del territorio de Polonia en la que vivían católicos y greco-católicos (descendientes de aquellos ortodoxos que reconocieron el Concilio de Florencia). El imperio ruso, por lo general se mostraba tolerante con los católicos, mantuvo una fuerte presión sobre los greco-católicos, obligándoles a convertirse a la fe ortodoxa, y fue absolutamente intolerante con los ortodoxos que se convertían al catolicismo.

Sin embargo, desde finales del siglo XVIII hasta finales del XIX, el catolicismo se extendió por Rusia y llegó a Siberia. Esta expansión se produjo con ayuda de los rebeldes polacos deportados a Siberia. Allí levantaron sus iglesias católicas y fundaron una comunidad.

En 1905 se emitió un decreto a favor de la tolerancia religiosa, la conversión a otra religión dejó de ser tipificada como un delito. Doce años después, durante la Revolución Rusa, tanto la Iglesia Católica como la Iglesia Ortodoxa fueron perseguidas. Tras la Segunda Guerra Mundial, las persecuciones religiosas se intensificaron. El poder soviético eliminó la iglesia greco-latina y a la fuerza la anexionó a la ortodoxa, pues se la consideraba un bastión en manos de los nacionalistas que lucharon de parte de la Alemania nazi, contra la Unión Soviética.

La Iglesia Católica de rito greco-latino estuvo prohibida hasta 1990, año en el que Gorbachov se reunió con el Papa Juan Pablo II. 

Lejos de eso, hoy los católicos tienen un lugar para rezar. En la década de los noventa se construyó en Moscú la Inmaculada Concepción, una magnífica catedral neogótica.
Semión Kvashá es editor de la sección cultural de Russia Beyond The Headlines.

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