Europa: ¿socio clave o secundario para Rusia?

Dibujado por Natalia Mijáilenko

Dibujado por Natalia Mijáilenko

Cultural e históricamente Rusia pertenece a Europa y eso no puede cambiar en un futuro previsible, pero actualmente Europa se encuentra en una posición inusual debilidad.


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Dibujado por Natalia Majáilenko

La próxima cumbre Rusia-UE, que tendrá lugar a finales de diciembre, celebra un su   décimo tercer aniversario. Vladímir Putin prepara un discurso en el que, probablemente, propondrá de nuevo a Europa una profunda colaboración estratégica en economía y un acercamiento político.

Tanto en los albores de su presidencia, a principios de los años 2000, cuando las relaciones vivieron un periodo de grandes expectativas, como a finales de la década pasada, cuando eran tensas, dijo aproximadamente lo mismo.

Rusia y la UE deben unir su potencial, ya que eso es lo natural y necesario. Sin esta unión, ambas partes saldrán perdiendo en el mundo del siglo XXI, tan incisivamente competitivo.

Nadie ha discutido esta afirmación. El problema es sobre qué base deben unirse. La UE creía que el modelo europeo era el que debía servir como base.

Rusia debía adaptar su realidad, y entonces se iniciará el acercamiento. Putin creía que el movimiento debía ser hacia el encuentro y la asociación, darse en un plano de igualdad.

Moscú se opuso a que su interlocutor definiera los criterios de convergencia, pero no entraba a discutir la legitimidad de muchas normas europeas.

Cambio de paradigma

Tras el regreso de Putin a la presidencia han cambiado muchas cosas. Políticamente, Rusia se niega  de forma consciente a seguir el modelo que hasta hace poco, de forma implícita, se ha considerado el modelo europeo.

En los años 90 y durante la primera década de los años 2000 Moscú ha tenido varios conflictos con los socios europeos por cuestiones políticas y de valores.

Rusia siempre ha defendido su 'particularidad nacional', así como la imposibilidad de alcanzar a gran velocidad un nivel de democracia que muchos países alcanzaron hace siglos.

Sin rechazar el conjunto de concepciones ni la meta de los objetivos, Rusia exigía que se le reconociera el derecho de llegar a ellos por vía propia y a su debido tiempo.

Sin embargo, ahora se ha dejado de considerar que exista una suerte de objetivo formulado desde el exterior.

El modelo europeo ya no se considera una referencia y los valores se han puesto en tela de juicio. Si antes Moscú negaba el propio concepto de 'valor', porque veía en él un intento de presión, y acentuaba la necesidad de buscar la coincidencia de intereses, ahora el debate sobre los valores se ha convertido en algo muy popular en Rusia.

En realidad no coinciden con lo que Europa demanda. Se ha llegado a un punto en que la cuestión no es que Europa critique a Rusia por la divergencia de valores, sino que es Rusia quien culpa a Europa de haberlos olvidado.

Sobre todo porque la situación económica y política del Viejo Mundo hace sea imposible tomar a Europa como un referente.

El conflicto suscitado por el encarcelamiento de miembros de este grupo de música punk pone de manifiesto dos enfoques radicalmente diferentes.

En Europa se habla de persecución política, de violación del derecho a la libertad de expresión; en Rusia, de blasfemia e insulto al sentimiento religioso.

Hay un punto propagandístico en ambas partes, pero hay también un choque entre dos visiones del mundo: la liberal, propia de Europa; y la tradicional, que ha arraigado en Rusia.

Sobre un fondo de agotamiento definitivo del paradigma moral e ideológico soviético y postsoviético, la sociedad rusa empieza a buscar otras bases, y comienza a volverse hacia la tradición cultural y religiosa, aunque no sea la única vía.

Aunque no significa que sea ésta la base sobre la que se forme la identidad. El péndulo puede oscilar hacia el otro lado.

En la propia Europa, la visión del mundo tampoco podría mantenerse sin cambios. Resultaría extraño pretender que con el ritmo de los acontecimientos y la escala de los cambios globales, quedase intacta.

Los importantes vínculos económicos

En la economía resulta todo lo contrario. Rusia se ha adherido a la OMC,  algo que hacía tiempo que deseaban las comunidades empresariales de los principales países desarrollados.

No será un medio mágico para atraer las inversiones extranjeras, pero la inclusión de Rusia en el sistema de normas del marco del comercio internacional hace desaparecer parte de las inquietudes y proporciona mecanismos de defensa para los intereses de los empresarios extranjeros.

Y, si no fuera así, el interés del negocio europeo hacia Rusia no crecería. Rusia es un mercado prácticamente inagotable, donde crece el poder adquisitivo y un país que necesita una asociación tecnológica con las empresas y los estados líderes.

Tal como señaló hace poco en una conversación privada un funcionario europeo de alto rango, sea lo que sea Rusia, hay que confesar que para nosotros es el último El Dorado. Esto resulta especialmente importante en las actuales condiciones de estancamiento general de la UE y las inquietantes tendencias mundiales.

Los empresarios están extremadamente interesados en que las contradicciones de la política no dificulten su trabajo en el mercado ruso, así como nunca pondrían obstáculos a las inversiones en China.

Esto no significa que en Rusia no haya problemas con el clima de inversiones, pero, a fin de cuentas, la atención aumenta.

¿En qué medida es posible unir estas dos tendencias divergentes: la creciente alienación ideológica y política, y el aumento de la tracción económica?

La disonancia no puede perdurar eternamente. En algún momento, o bien los socios europeos deberán aceptar que Rusia tiene sus propia concepción de las relaciones entre el Estado y la sociedad, o bien emprenderá el regreso hacia el estándar político actual, o es posible que la colaboración económica sufrirá aún más por las controversias políticas.

Moscú es consciente de los cambios que se están produciendo, en particular en el mercado energético europeo. Los época dorada de Gazprom se ha acabado, en adelante habrá que luchar por los clientes y los precios, tanto en Europa como en Asia, dónde los rusos fijan cada vez la mirada

Cultural e históricamente Rusia pertenece a Europa y eso no puede cambiar en un futuro previsible, pero actualmente Europa se encuentra en una posición inusual de la periferia mundial.

Rusia, con tres cuartos de su territorio en Asia, necesita formular  urgentemente una estrategia es ese continente. Es allí adónde se dirigirán los principales esfuerzos durante los próximos años.

Fiódor Lukiánov es jefe de redacción de la revista Russia in Global Affairs

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