100 años de la aviación militar rusa en una exposición

La muestra se celebra en el Manezh de Moscú, el mismo lugar donde hace exactamente un siglo se fundó la Fuerza Aérea. Fuente: ITAR-TASS

La muestra se celebra en el Manezh de Moscú, el mismo lugar donde hace exactamente un siglo se fundó la Fuerza Aérea. Fuente: ITAR-TASS

La semana pasada en Moscú se celebró la exposición 'El Siglo Alado de Rusia', dedicada al centenario de las Fuerzas Aéreas de la Federación Rusa. Hace justo un siglo, en 1912, el emperador Nikolái II firmó un decreto sobre la creación de una aviación militar en el país. Ese mismo año se celebró en el Manezh el primer salón aeronáutico de Moscú. Curiosamente, la exposición 'El Siglo Alado de Rusia', rindiendo homenaje a la historia, se celebraba un siglo después en el mismo lugar.

En la exposición se han mostrado unos 100 modelos de aviones: desde ornitópteros hasta helicópteros reactivos, de modo que los visitantes tuvieron la oportunidad de seguir la evolución del sueño de volar del ser humano. 

Pudieron contemplar el caza de la Primera Guerra Mundial 'Nieuport', o la nave espacial no tripulada 'Bor', en tamaño natural y equipada con rifles y cañones auténticos. 

El 'Nieuport' es interesante porque es el símbolo de la Primera Guerra Mundial. La calavera de la cola es el rasgo distintivo de la flota aérea rusa en esta guerra. Los distintos tipos de calaveras pertenecían a distintas brigadas. 

“La bandera tricolor francesa coincidía con los colores de la rusa. La llamaban la insignia imperial y voló grabada en los aviones hasta las años 30, aunque ya en forma de estrella roja dentro de un círculo blanco”, cuenta el organizador de la exposición, Serguéi Kovalski. 

Se mostraron modelos de aviones de fábricas y de estudios de diseño como Iliushina, Tupoleva, el museo de la Cosmonáutica o la fundación 'Fuerte Ejército'. 

Uno de los stands más emotivos fue el de los aviones de la Segunda Guerra Mundial: El Yak-1 y el Il-2. 

El Yak-1, abollado, cubierto de hollín y óxido, conserva hasta la fecha sus marcas de balas. Ante su palanca de mando se sentó hace 63 años el piloto Demidov. “Este joven tenía antes del comienzo de la guerra sólo 8 horas de vuelo. Habiendo olvidado que antes de aterrizar tenía que liberar las pastillas de freno, intentó aterrizar sin ellas, pero el comandante le prohibió el aterrizaje. Cuando pasó sobre el lago se detuvo el motor, y no tuvo otra opción que hacer un aterrizaje forzado”, contaba el participante de la exposición Borís Osetinski. 

Una historia parecida vivió el Il-2. En él combatía la teniente mayor Valentina Skopintseva. El avión fue alcanzado cuando la piloto realizaba su tercer vuelo militar. El aterrizaje forzado tuvo que llevarse a cabo justo sobre un lago helado en la región de Múrmansk. El avión se hundió. Fue descubierto y sacado de las profundidades 70 años después. 

Fuente: Andrei Ráskin

Para los amantes de la estética de la aviación se celebró un desfile de uniformes de aviador: desde las cazadoras de los pilotos de los legendarios aviones 'Sviatogor' e 'Iliá Muromets' hasta guerreras, gafas, gorros y las botas altas 'Brujas nocturnas' de las chicas piloto de la Segunda Guerra Mundial que volaban en los famososos 'kukuruzniki', los aviones U-2. 

En el marco de este evento se celebró también una exposición de fotografías nunca antes publicadas sobre los proyectos de los constructores de aviones soviéticos de los años 20-30. Entre ellos figura el desarrollo con una década de antelación del ala con barrido regulable y los portaaviones voladores de Vladímir Vajmistrov y Robert Bartini. 

“La exposición fue de una interactividad máxima”, compartía sus impresiones el representante de las Fuerzas Aéreas de la Federación rusa, el teniente coronel Vladímir Deriabin. 

Todo el que quisiera podía participar en el montaje rápido de un paracaídas de asalto, probar sus fuerzas en el simulador de vuelo 'Diamond-40', luchar en un combate aéreo virtual o pilotar bajo los arcos del Manezh un dirigible controlado por radio. 

Además, gracias a un moderno sistema de climatización, se respiraba constantemente un particular aroma artificial. Iba cambiando periódicamente: del aroma a bosque estival que percibe el piloto tras un aterrizaje en un aeródromo militar, hasta el olor a combustible al repostar en el hangar, de manera que los visitantes pudieran sumergirse plenamente en toda la diversidad de las experiencias del vuelo.

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