“Los rusos saben cómo pasarlo bien, como si no hubiera un mañana”

Entrevista con Irina Dubrovskaja, del grupo Ersatzmusika. Fuente: Archivo Personal

Entrevista con Irina Dubrovskaja, del grupo Ersatzmusika. Fuente: Archivo Personal

Liderada por la torturada y melancólica voz de la artista Irina Dubrovskaja, la banda Ersatzmusika es el mejor ejemplo de la creación cultural de los emigrados rusos en Berlín. Los seis miembros de la banda llegaron a Alemania tras el colapso de la URSS y desde entonces han desarrollado un estilo diaspórico lleno de folk, blues, cabaret y ritmos pegadizos de Europa del este. El corazón ruso se evidencia sobre todo en las letras, rebosantes de ironía, existencialismo, misterio y absurdo.

Cómo coger setas, descubrir las goteras del techo o encontrar razones para emborracharse, todas sus canciones cuentan una historia y entre líneas muestran una imagen de la modernidad atormentada y surrealista. Su primer disco, 'Voice Letter' (2007), tomó el nombre de los flexidiscos que la gente se mandaba en la Unión Soviética como si fueran postales musicales.

Las canciones son cantadas en ruso y tienen un sonido exquisito y denso. Con 'Songs Unrecantable' (2009), su segundo álbum, la banda trasladó el beat ruso a la lengua inglesa: 'If you’ve got a watch, means you’ve the time'. Irina confirma que ya están acabando un nuevo trabajo, “esperamos que sea tan original y humano como los dos anteriores”. 

En uno de los artículos sobre ‘Songs unrecantable’ el crítico musical escribía que “Dubrovskaja suena como una Marlene Dietrich con acento ruso”. ¿Es así como quieres sonar?

No tengo una buena opinión sobre mi voz. La comparación es halagadora, por supuesto, pero tampoco tengo ningún referente o modelo a seguir. Estoy contenta de que le guste a la gente, pero qué podría hacer yo si no… es simplemente mi voz.

Ersatzmusika ha presentado el single ‘Rootless Cosmpolitan’ ¿Cómo va el próximo álbum?

Ya está casi terminado. Esta vez ha ido todo mucho más despacio. Gran cantidad de músicos han participado; luego empecé a sentir que todo conspiraba contra mí, y al final he ido habituándome a las circunstancias. Seguramente lo llame ‘Blue Deck’, porque tiene un aire triste. Me sigo sorprendiendo al escribir canciones tan tristes con este carácter alegre que tengo.

¿Y fue muy diferente la recepción de tus álbumes en Rusia y en occidente?

Mis dos álbumes fueron bien recibidos en occidente, lo cuál me sorprendió mucho; e ignorados en Rusia, lo cuál no me sorprendió nada.

Vosotros llegasteis a Berlín tras el colapso de la Unión Soviética, ¿sigue siendo Ersatzmusika una banda rusa? ¿Qué es lo que distingue a una banda rusa del resto?

No es tan simple. Vine a Berlín como artista visual, invitada por una agencia para participar en la proyecto de pintar el muro. De hecho mi trabajo todavía está allí. No era la primera vez que iba “al extranjero”.

Después de la exposición regresé a Moscú, declarando que nunca volvería a Berlín, pero el destino tenía otras ideas para mí. En 1992 volví para otra exposición, y ya son 20 años los que llevo en la capital de Alemania.

La mayoría de los músicos con los que he grabado, o tocado, son de Rusia; más concretamente de la antigua Unión Soviética. Mi trabajo no requería de muchas explicaciones para ellos.

Igual daba si el bajista venía de tocar heavy metal, y el guitarrista punk rock. Todos ellos conocían subconscientemente cuál era el tema. En ese sentido, sí que somos un grupo ruso.

Aparte de eso, somos unos 'Rootless Cosmopolitans' (‘Cosmopolitas desarraigados’, el título de su último single).

Al final, si mi trabajo encuentra su audiencia y despierta el deseo de colaborar me hace feliz. Por eso hicimos mi segundo álbum con el traductor Thomas Cooper.

¿Y cómo fueron tus primeros años en Berlín?

En esta fantástica ciudad conseguí hacer arte y pagar mis facturas. Trabajé de camionera, toqué los teclados en una banda de rock y participé en muchas exposiciones.

Estar en Berlín era como vivir en una estación de tren. Podría hablar de esta ciudad infinitamente. Mi relación con Berlín es muy estrecha y recientemente he escrito unos ensayos titulados “Berliner Bestiarium”.

La emigración siempre es difícil, pero no siempre un fracaso. Durante todo este tiempo volvía a Rusia con cierta frecuencia. Incluso viví allí durante unos meses, pensando en quedarme. Pero no vi ninguna opción de sobrevivir allí como artista y no quise rebajarme.

Berlín también cambió muchísimo en todo este tiempo…

Por supuesto, y yo tuve suerte. Estuve en Berlín en su momento más interesante, justo después de la unificación de Alemania. El abismo entre el este y el oeste permanecía visible.

Edificios antiguos medio abandonados con cascotes de bala en fachadas que se caían a pedazos, el olor a carbón, los alquileres baratos y la posibilidad de tener un estudio. ¡La vida era pura euforia!

Luego, las viviendas comunales… y los conciertos de bandas totalmente desconocidas, y también de grupos famosos que tocaban en toda Europa pero tenían su base en Berlín. Yo vi conciertos de todos los grupos que me interesaban, como Lou Reed, John Cale, Pere Ubu…

Wladimir Kaminer y la Russendisko fueron durante muchos años los referentes de la diáspora rusa en Berlín, o al menos los más conocidos. ¿Estabais en contacto? ¿Qué te pareció ese fenómeno?

Sí, conozco Wladimir desde 1995. Éramos vecinos. Ya vi algo parecido a la Russendisco en Nueva York en 1989, en los restaurantes rusos de Brighton-Beach.

Acompañados por músicos de Odessa, un grupo de coloridos rusos de la diáspora bailaba y atraía a los norteamericanos como si de una atracción turística se tratara. Era muy exótico y demuestra que los rusos saben cómo pasarlo bien, como si no hubiera un mañana. Yo creo que ese concepto se vendió muy bien en Berlín para satisfacción de todo el mundo.

Anti-folk folclórico, gipsy-cabaret, psycho-folk… no es fácil ponerle una etiqueta a tu música.

No me importan los nombres que le dan, aunque todos los que tú sugieres funcionarían. Yo he estado rodeada de sucedáneos; crecí y maduré cuando un imperio empezaba a caer; de esos restos y otros pequeños pedazos monté mi gama de colores con amor.

¿Y cuáles son tus referentes al componer?

Me gustan las canciones folk, pero no las que son interpretadas por profesionales, sino el folclore de la calle.

Puedo llorar si escucho las canciones de la guerra y de vez en cuando canto canciones de los Gulag. No porque sea un esteta quisquilloso. No lo digo con ninguna ironía.

Veo y siento lo que hay detrás de ellas. Con frecuencia los autores de las canciones folclóricas son olvidados, y aun así las canciones perviven. Ese es el mayor honor posible. Si una canción no tiene verdad acaba olvidada con el tiempo.

También me inspira la sensación de conectar diferentes tiempos, e intento utilizar el arte para conectar lo que yo he vivido con lo existió antes. Eso es más evidente en la letra de las canciones que en la música. Mis melodías son muy sencillas y todos los músicos le van añadiendo algo. Pero las letras son mías y yo soy la responsable de ellas.

¿En algún momento eclipsó la música tu trabajo como artista?

Han ido de forma paralela y yo he aprendido a que se aprovechen mutuamente. Si no me puedo expresar con una canción agarro el pincel. Entonces lo visible ayuda a lo invisible. Hay muchos ejemplos de pintores que componen música y yo no soy una excepción.

¿Qué te parece que el arte se convierta en una práctica política, como en el caso de las Pussy Riot?

Rusia está controlada por devorahombres y vampiros. Las chicas fueron valientes en su intento desesperado de pedir ayuda a las fuerzas celestiales. Su valentía me sobrecogió.

Yo no hubiera sido capaz de hacer algo similar. Pero yo no lo llamaría arte. En esta materia mi criterio es diferente.

¿Hay algo que eches particularmente de menos fuera de Rusia?

Soy bastante nostálgica. No sólo echo de menos Rusia; hace sufrir mi alma y es incurable incluso cuando vuelvo. 

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