Robots rusos para emergencias españolas

La empresa KEMZ, que fabrica artilugios para desactivar explosivos o actuar en caso de accidente nuclear, planea instalarse en Cataluña. Fuente: GBC Comunicació

La empresa KEMZ, que fabrica artilugios para desactivar explosivos o actuar en caso de accidente nuclear, planea instalarse en Cataluña. Fuente: GBC Comunicació

Un robot que manipula y desarticula explosivos; otro que rescata supervivientes de un terremoto entre los escombros; otro que cierra una válvula tras una fuga química. No son escenas ni de Mad Max, ni de La guerra de las galaxias, ni de Yo, robot. Se trata de algunos de los artilugios que la empresa rusa KEMZ presentó hace poco en un acto en Reus, con vistas a instalarse en esta ciudad catalana y, desde aquí, entrar en el mercado español y latinoamericano.

Esta compañía, de capital 100% ruso –un 38% está en manos del gobierno de la región de Vladímir y el resto es privado-, tiene casi 115 años de historia. Cuenta con algo más de 3.200 empleados -todos ellos trabajan en una planta en Kovrov- y el año pasado facturó unos 250 millones de euros, cifra que se prevé que alcanzará este año los 300 millones.

Es un referente mundial en la producción de piezas de precisión para equipos hidráulicos, por ejemplo, maquinaria pesada y agrícola. En 2001 decidieron dar el paso al campo de la robótica móvil.

¿Y esto qué es? Se trata de unos artilugios con cuatro o seis ruedas; con un tamaño que va desde un coche teledirigido a un coche eléctrico; que funcionan a control remoto y que actúan allá donde las personas no pueden (o no deberían) por ser demasiado peligroso.

En este sentido, la primera aplicación que se probó fue la de manipulación y desactivación de explosivos y otras relacionadas con la defensa y la seguridad, pero después se le han encontrado muchos otros usos civiles.

Por ejemplo, trabajos de mantenimiento de las centrales nucleares y, llegado el caso, actuar en caso de accidente.

“En las imágenes que vimos de la central de Fukushima, había robots de este tipo trabajando”, explica el responsable de KEMZ para España y América Latina, Josep Maria Nogués.

Otras aplicaciones las encontramos en la industria química, ya que, en caso de fuga, los robots están capacitados para abrir y cerrar válvulas. Las máquinas están dotadas de cámaras y las dirigen personas que pueden estar a un quilómetro de distancia.

También pueden acceder a lugares peligrosos y, en casos de catástrofes, por ejemplo, colarse entre los huecos de los escombros y localizar personas.

En Rusia, hay más de 200 robots de este tipo en funcionamiento fabricados por KEMZ. Fuera de este país, hasta ahora no había ninguno.

Esto es lo que ahora se intenta cambiar con una estrategia de internacionalización, que ha llevado a la firma rusa a cerrar acuerdos con empresas locales de la República Checa y Polonia para implantarse en estos países.

En España, tras dos años de trabajo y después de superar no pocas trabas administrativas (¿pero no era Rusia el país de la burocracia?), se constituirán como empresa el primer trimestre de 2013.

No sólo de turismo vive la Costa Dorada

Parece bastante claro que KEMZ España se instalará en Reus, en la Costa Dorada. Por esta razón, se hizo una presentación de los robots hace unos días ante clientes potenciales: representantes de la industria química; de los tres cuerpos policiales que tienen unidades de explosivos en Cataluña (Guardia Civil, Policía Nacional y Mossos d’Esquadra) y bomberos, entre otros.

“La impresión fue muy positiva”, asegura Nogués, quien añade que se han acordado varias reuniones a partir de este acto.

Los robots de KEMZ ofrecen “gran fiabilidad” a un coste menor que los de fabricación estadounidense que utiliza la Policía Nacional. Una máquina de estas puede costar de media entre 130.000 y 150.000 euros (aunque el precio depende de los accesorios que lleve), un 25% menos que las norteamericanas, con la ventaja añadida de que, para conseguir una pieza de recambio, el cliente tendrá que esperar mucho menos, puesto que no hace falta salir del continente.

De entrada, KEMZ no tendría competidores cercanos, ya que dos empresas españolas que se dedicaban a estos productos han tenido que cerrar con la crisis, puesto que se trata de un sector que requiere mucha inversión en investigación y tecnología y, además, el mercado es muy restringido.

¿Y por qué Reus? Hay varias razones, aunque la más importante es seguramente la más sorprendente. Es una ciudad bien comunicada; con clientes potenciales muy cercanos (en concreto, tres reactores nucleares y el polígono petroquímico más grande del sur de Europa) y con un campus universitario también muy próximo.  

Se trata de la Universidad Rovira i Virgili, que tiene unos estudios de informática y electrónica química de gran nivel y con la que los responsables de KEMZ ultiman un convenio para transferencia de tecnología e intercambio de estudiantes.

Pero lo que finalmente ha inclinado la balanza es que los directivos de la firma rusa se sienten en la Costa Dorada como en casa. Algunos de ellos ya habían visitado la zona como turistas, pero además encuentran en Salou, Cambrils, Tarragona, Vila-seca o el mismo Reus restaurantes con el menú en ruso, información turística y de toda índole en su idioma, incluso compatriotas suyos que viven y trabajan allí. Y eso cuenta y mucho.

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