El nuevo Museo Judío de Moscú es un llamamiento a la tolerancia

El presidente israelí Shimon Peres. Fuente: Emmanuel Grynszpan

El presidente israelí Shimon Peres. Fuente: Emmanuel Grynszpan

Una impresionante colección de documentos históricos y de documentales repasa los dos últimos siglos de existencia de los judíos en territorio ruso. Este primer museo judío de Rusia, financiado por fondos privados, ha abierto sus puertas esta semana.

El presidente israelí Shimon Peres viajó a Moscú para la inauguración del que hoy en día se erige en el museo judío más grande del mundo. Ocupa los 8,5 km2 del 'Garaje Bajmetievski', un edificio constructivista que llevó a cabo en 1927 el célebre arquitecto Konstantín Mélnikov. Hasta el año pasado, el "Garaje" alojaba un popular centro de arte contemporáneo.

La federación de comunidades judías de Rusia, propietaria del edificio desde 2001, soñó con el proyecto durante diez años, hasta que este se hizo realidad tras un duro trabajo de búsqueda de una financiación de 50 millones de dólares procedentes de donativos privados.

Los resultados son espectaculares. Por su planteamiento, por la riqueza de sus fondos y la emoción que despierta, este museo se ha hecho un hueco desde su apertura entre los lugares de visita obligada en la capital rusa... y eso que no escasean.

"Hemos planeado el museo como un recorrido cronológico en dos ejes, dirigidos ambos hacia la Segunda Guerra Mundial", explica Ralph Appelbaum, diseñador del museo.

"No tenemos muchos objetos originales, aparte del tanque T-34 que liberó Europa, pero hemos concentrado nuestros esfuerzos en la recolección y creación de documentales". La iluminación, sabiamente dirigida, hace que la atención del visitante se concentre en enormes fotografías murales, esculturas y artefactos que describen la vida de los judíos, desde las 'shtetls' (aldeas con mayoría de población judía) en el siglo XVIII hasta las "zonas de residencia" de las grandes ciudades donde el poder zarista confinó a los judíos en el siglo XX.

Itinerario cronológico

El recorrido se inaugura con la proyección de un corto de 10 minutos, 'El inicio', desde la creación hasta la Diáspora. Al salir de la sala de cine, uno se encuentra en un vasto 'mapa de la emigración' esférico que ilustra la singular dispersión geográfica de los hebreos. Maquetas de tamaño natural, con hologramas, vídeos y esculturas, recrean el interior de los hogares judíos en las 'shtetls'.

Fuente: Emmanuel Grynszpan

Después, el éxodo a las ciudades a finales del XIX, narrado con el ejemplo de Odessa, ciudad abierta, donde el público se puede sentar a la mesa del escritor y dramaturgo Cholem Aleijem y otras personalidades judías locales.

Ralph Appelbaum se sienta enfrente del humorista Aleijem, roza con su dedo los libros virtuales colocados sobre la mesa, táctil como la pantalla de un iPad. Los libros se abren como menús.

"La historia no siempre es atractiva para los más jóvenes", explica este hombre, uno de los diseñadores de museos más respetados del mundo.

"Nuestro esfuerzo está dirigido esencialmente hacia los jóvenes. Utilizamos tecnologías sociales como el voto, los test de conocimientos interactivos o las pantallas táctiles para hacer que el acercamiento sea agradable para los niños".

Fuente: Emmanuel Grynszpan

Sin embargo, el recorrido histórico no está edulcorado. En el centro del museo, donde convergen los dos ejes principales, se sitúa una enorme pantalla panorámica donde se proyectan imágenes documentales de los momentos más trágicos de la II Guerra Mundial: Babi Yar, las ejecuciones masivas de los nazis, el cerco de Leningrado, la batalla de Stalingrado y la victoria final.

Enfrente de la pantalla, un memorial en forma de pirámide donde se puede encender una vela en memoria de los millones de víctimas, cuyos nombres van pasando por una gran pantalla negra.

Recorridos interactivos para los más jóvenes

El museo apuesta por los recorridos y el material interactivo, para abarcar así un público lo más amplio posible y llegar en particular a los más jóvenes. Este esfuerzo para volcarse con todo tipo de visitantes muestra la voluntad de no entrar en el sectarismo o el comunitarismo, un prejuicio que a menudo se tiene contra los judíos.

Claramente, esto no es un museo “hecho por judíos para los judíos", sino que se trata de un lugar destinado a mejorar su imagen ante la población rusa.

"La idea es subrayar la diversidad de pueblos que conviven en Rusia", comenta Ralph Appelbaum. "Sea cual sea tu origen, puedes reafirmarte en él en Rusia". De esta convicción surge un nombre: "Museo Judío y centro de tolerancia", que parece un pequeño sacrificio en aras de lo "políticamente correcto".

Las personalidades presentes en la inauguración han expresado su reconocimiento al presidente Vladímir Putin, "que ha apoyado inmediatamente la idea de un nuevo Museo Judío", subraya Alexánder Boroda, presidente del museo y de la Federación de Comunidades Judías de Rusia.

De repente, el recorrido se hace menos denso en lo que respecta a los episodios dolorosos de la coexistencia entre rusos y judíos, por ejemplo, los pogromos de la Rusia zarista y la célebre invención del falso 'Protocolo de los sabios de Sión', pergeñado por la policía del zar y que aún hoy sigue haciendo daño.

Por el contrario, se pone el acento en las calamidades que los dos pueblos sufrieron a la par: la Segunda Guerra Mundial. En el mensaje enviado por Vladímir Putin con ocasión de la inauguración, recuerda que ambos pueblos se empeñan ferozmente en defender la memoria de esta época trágica y a luchar contra cualquier forma de revisionismo histórico. Pero, más allá de los comentarios protocolarios, el Museo Judío ha pasado a formar parte de manera incontestable de los lugares de la memoria más eficaces del mundo.

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