El próximo 28 de noviembre se subasta por primera vez material personal del cineasta. Fuente: Sotheby's
Andréi Tarkovski marcó la historia del séptimo arte con sólo siete títulos. Y decimos ‘sólo’ porque la lista de proyectos que tuvo en mente era mucho mayor. Bulgákov, Dostoievski, Ibsen, Mann o Hesse se quedaron sin la versión cinematográfica del más célebre director ruso después de Eisenstein.
Pero después de ‘El Espejo’, Tarkovski se estrelló siempre con el muro de Goskino (Comité estatal de cine), cuyo presidente ostentaba el rango de ministro.
“De todas las artes, el cine es el más importante”, dijo Lenin. Sin embargo, uno de los directores más admirados internacionalmente, el 10 de julio de 1984 en Milán, dio una rueda de prensa anunciando que no regresaría a la URSS.
Llevaba años pidiendo que, si no le dejaban desarrollar sus proyectos personales, al menos lo pudiera hacer en el extranjero. Una historia tristemente poco original. El borrador de una de esas misivas a Brézhnev forman parte del lote que la casa londinense Sotheby’s pondrá a subasta con un precio de salida estimado de 120.000 euros.
La fama del autor de Andréi Rublev no ha dejado de crecer. Tampoco la bibliografía acerca de su obra, las ediciones remasterizadas, los documentales que intentan arrojar luz sobre la compleja personalidad del realizador.
El tiempo, precisamente el delicado material con que estaba construido el sistema filosófico de Tarkovski, se ha encargado de colocar estos siete títulos entre los más valorados por la crítica especializada.
Dejó publicado su corpus teórico y, después de su muerte, aparecieron sus diarios personales (1970-1986), así como otros materiales y recuerdos diversos de amigos y colaboradores. Pero resultan por definición insuficientes para satisfacer la curiosidad general y, menos aún, para la de sus seguidores.
Por eso, no es de extrañar la expectación que ha suscitado la noticia de la subasta de material personal, una buena parte inédito, de Tarkovski, que hasta ahora estaba en posesión de su colaboradora Olga Surkova, coautora de Esculpir en el tiempo.
Fuente: sotheby's
De entre los materiales a subasta, encontramos cuatro álbumes de fotografía con imágenes jamás publicadas de sus años en el exilio; trece cintas y trece minidiscos con entrevistas inéditas; doce cartas de Andréi Tarkovski al crítico de cine ruso Evgueni Surkov; manuscritos de Esculpir en el tiempo que incluyen borradores, comentarios y la versión final mecanografiada, las rarísimas ediciones de trabajo de Solaris, Stalker y El espejo, en los que se detalla la estructura secuencia a secuencia, permitiendo la comparación con el resultado final.
El especialista en libros y manuscritos de Sotheby’s, Stephen Roe, ha declarado que es poco probable que vuelva a producirse una subasta de esta naturaleza del director ruso.
Algunas piezas del lote revelan momentos especialmente duros. En el borrador de una carta se lee:
“Durante tres años y medio, mi película se ha vetado en los cines… Andréi Rublev no se había utilizado ni se podía haber utilizado para ningún tipo de propaganda antisoviética. No tengo oportunidad alguna para llevar a cabo mis ideas creativas. Se dice que este tema está íntimamente vinculado a la suerte de Andréi Rublev… Y sin embargo, no tengo trabajo, no puedo ganarme la vida, teniendo además mujer e hijo. No me siento cómodo hablando de esto, pero hace tanto tiempo que mi situación no ha cambiado que no puedo permanecer callado por más tiempo."
El destinatario era el secretario general del Comité Central, Leonid Brézhnev, que prohibió la distribución de la película sobre el pintor de iconos.
“Esta noche he soñado con Brézhnev, que se dirigía a mi con benevolencia. Dio mio!”, escribe en su diario el mismo año de la muerte del dirigente.
Un potencial creativo, el de Tarkovski, que buscaba sin descanso otros cauces. Por ejemplo, el teatro. La adaptación de Hamlet tuvo tanto éxito que pensó incluso en montar su propia compañía.
O la ciencia ficción, considerado un género menor por las autoridades, fue otra opción que repitió después de Solaris, dada su capacidad para llevar la aparente distancia de las tramas fantásticas a sus preocupaciones filosófico-morales.
“El artista debe estar por principio en contra, no puede ser un conformista”, declaró en una entrevista a la revista Time Out.
Tarkovski dividió a los directores de cine en dos grupos: los que tratan de reconstruir en la película sensible el mundo que los rodea, y los que crean un mundo propio. Los segundos son los que colisionan con los gustos del público, porque no intentan agradarles sino reflejar sus propias aspiraciones.
Tarkovski tenía el pudor de no incluirse en este grupo, en el que incluía a Bresson, Bergman o Kurosawa, pero qué duda cabe que él también trataba de “comprender las emociones internas de los futuros espectadores, aunque sus respectivas longitudes de onda queden muy lejanas”, como definía la labor de estos realizadores.
Hasta el día 28 de noviembre, no sabremos qué particular o institución se quedará con el lote. Si se volverá a cerrar la ‘caja’ para el gusto y disfrute de alguien, o pasará a manos de los especialistas para acercarnos un poco más el mundo propio de este genial artista.
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