Beliatski, que fundó en 1996 Viasna, una de
las principales organizaciones de defensa de los derechos humanos del
espacio postsoviético, es el enemigo del pueblo número uno para el
régimen de Alexandr Lukashenko, en el poder desde hace casi dos décadas.
Su delito: denunciar a los cuatro vientos la detención y persecución
judicial de políticos opositores, periodistas y disidentes desde las
controvertidas elecciones presidenciales del 19 de diciembre de 2010,
consideradas fraudulentas por Occidente.
Viasna se convirtió
en la única fuente de información sobre los procesos sumarios contra los
más de 600 detenidos en las violentas protestas postelectorales.
El activista logró eludir durante años al KGB bielorruso, pero un
error de las autoridades de Lituania y Polonia al notificar a Minsk
sobre la existencia de cuentas bancarias para financiar a Viasna puso en
bandeja al régimen la excusa perfecta para encerrar a Beliatski.
El activista fue condenado en noviembre de 2011 a cuatro años y medio
de cárcel por evasión de impuestos por, según el fallo, dejar de
declarar entre 2008 y 2011 ingresos por valor de más de medio millón de
euros transferidos a cuentas personales por organizaciones
internacionales.
"La financiación exterior no es un delito.
Las autoridades buscaban una razón para ponerlo entre rejas y,
finalmente, la encontraron. Es una gran injusticia, pero no somos nada
optimistas. Bielorrusia es un país donde no hay ni justicia ni
libertad", denuncia Rebiako.
El proceso fue condenado como
político por la Unión Europea y EEUU, que han pedido la inmediata
liberación del defensor de los derechos humanos.
"Mi caso está
políticamente motivado. Soy un defensor de los derechos humanos, pero
ahora siento que grito en el desierto e intento que mis gritos lleguen
hasta el Sol", dijo el propio activista.
Beliatski siempre ha
defendido su inocencia, pero las instancias judiciales bielorrusas han
desestimado todos los recursos, pese a que estos incluían las cuentas de
gastos de los programas organizados por Viasna.
"Sufrimos
mucho por él. Quieren que se rinda, que reconozca su culpabilidad.
Intentan humillarlo al encerrarlo junto a criminales para que pida el
indulto presidencial. Como se niega, como resiste, utilizan contra él la
única arma que conocen: la represión y el miedo", agregó la activista.
Beliatski, que está encerrado en la penitenciaría Número 2 de la
ciudad de Moguiliov, fundó Viasna tras la aparición hace 16 años del
primer preso político de la historia de esta ex república soviética.
"Tiene prohibido recibir visitas. Sólo recibimos noticias de él por
carta. Me ha escrito que ha perdido peso y que le impiden comprar frutas
y verduras", señala Rebiako.
Sus compañeros creen que la
presión que hubiera ejercido sobre el régimen la repercusión
internacional de un premio era lo único que podía lograr la liberación
de Beliatski, que partía este año como uno de los favoritos al Nobel de
la Paz y al Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia del Parlamento
Europeo.
"En los siete meses que lleva en prisión, ya lo han
enviado varias veces a la celda de castigo. Un premio sería su mejor
oportunidad para salir de la cárcel", según su compañera.
La
Justicia bielorrusa ilegalizó a Viasna en 2003 y confiscó sus
pertenencias, pero Beliatski recurrió a la financiación occidental para
seguir ayudando a los presos políticos.
"En Bielorrusia hay
actualmente doce presos políticos, incluidos candidatos presidenciales"
en las elecciones de 2010, dijo Rebiako.
Ahora Viasna ya no es
una organización de derechos humanos al uso, ya que se dedica también a
observar las elecciones y a denunciar toda clase de arbitrariedades
oficiales, lo que irrita a Lukashenko.
"El ejemplo de
Beliatski nos alienta. De hecho, ya no existimos como organización, ni
siquiera la oficina nos pertenece, pero seguimos trabajando. Nos han
cerrado muchos programas, pero ni uno de nuestros activistas ha
renunciado, pese a las presiones", subrayó la activista.
Historiador y filólogo de formación, Beliatski comenzó su labor en el
ámbito de los derechos humanos durante la "perestroika" en la URSS
(1985-1991), tras lo que fue diputado en el Parlamento de Minsk
(1991-1995)
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