Encargado de garantizar el funcionamiento de
los misiles, Yesin recuerda con una mezcla de orgullo y alivio la
tensión nuclear vivida entre la URSS y EEUU en octubre de 1962.
"Ahora siento alegría de que nuestros dirigentes encontraran la
voluntad política para solucionar la crisis, ya que estuvimos muy cerca
de la tercera guerra mundial. EEUU era nuestro enemigo. Así nos
educaron", dice.
Yesin llegó en agosto de 1962 a un lugar
idílico rodeado de palmeras y caña de azúcar llamado Sagua la Grande,
pero no para descansar, sino para preparar el lanzamiento de los R-12
(2.000 kilómetros de alcance) y R-14 (4.000), capaces de llegar a
cualquier ciudad norteamericana.
Poco sabía el entonces joven
teniente sobre su misión cuando zarpó a bordo de un buque con destino al
Mediterráneo para unas maniobras.
"Nos lo dijeron a la altura
de Mallorca. Nuestra misión era frenar con nuestra presencia la
agresión norteamericana. (Nikita) Jruschov debía visitar la isla (de
Cuba) y anunciar al mundo el despliegue de los misiles, pero la crisis
frustró el viaje", rememora.
Yesin, de 75 años, recuerda como
si fuera ayer los vuelos de reconocimiento de los aviones espías
norteamericanos apenas a unos 100 metros sorbe sus cabezas.
Aunque lo más difícil fue soportar las condiciones climatológicas de
humedad, las lluvias torrenciales y las picaduras de los mosquitos.
"Dormíamos en tiendas de campaña o al aire libre en camas húmedas. No
había agua potable y nos bañábamos en un río. Yo era joven, pero otros
oficiales mayores sufrieron mucho", relata.
Decenas de soldados murieron por las tempestades, enfermedades y sabotajes.
"Sólo el 28 de octubre nos convencimos de que no habría conflicto
mundial. Si hubiéramos disparado los misiles, no habrían sufrido sólo
los soviéticos y norteamericanos, sino todo el mundo", apunta.
El veterano periodista de la agencia de noticias TASS Víctor Globa fue
enviado a la isla caribeña con apenas 23 años después de la fallida
operación de invasión norteamericana de Bahía de Cochinos (Playa de
Girón) en abril de 1961.
"Llegamos en mayo. Mi trabajo
consistía en instruir a los militares cubanos en el funcionamiento del
armamento soviético", indicó a Efe en un perfecto español a sus 74 años.
Corresponsal durante varias décadas en países de la región, Globa
hizo de intérprete a los generales soviéticos y a Fidel Castro, al que
recuerda como un "superhombre".
"Nada más regresar de
vacaciones me enviaron a Mayarí Arriba, donde había una estación de
radar. Incluso el Che Guevara vino a vernos una vez", señala.
Globa, que traducía al ruso las informaciones sobre los movimientos de
tropas en la base norteamericana de Guantánamo, describe como
"insoportables" las condiciones en las que vivían los militares
soviéticos.
"Trabajaban las 24 horas del día. El estrés era
insoportable. Nosotros dormíamos al raso, en hamacas con redecillas para
los mosquitos. Hasta entonces no sabíamos lo que era el calor",
rememora.
Cuando abandonó la isla, a la que volvería cinco años después, reconoce que lo hizo con un "cierto sentimiento de culpa".
"Sentí que dejábamos atrás a nuestros amigos. Jruschov retiró los
misiles sin consultar con los dirigentes cubanos. Tenía que haber
informado a Fidel. De alguna forma, dimos la espalda a nuestros
aliados", comenta.
Globa, quien opina que la crisis fue "una
aventura" que le costó en 1964 el cargo a Jruschov, tradujo para sus
superiores el discurso radiofónico de Fidel en el que éste mostró "la
profunda decepción" del pueblo cubano.
"Los cubanos se
enfadaron mucho. Los misiles ya los consideraban suyos. Decían que con
Stalin eso no hubiera pasado y cantaban: Nikita, Nikita, lo que se da no
se quita", apunta.
Al mismo tiempo, añade: "Fidel reconoció
que los soldados soviéticos estaban dispuestos a morir junto a los
cubanos para defender la isla".
"Nuestro esfuerzo no fue en
balde. Defendimos codo con codo la libertad de la isla. Las garantías de
independencia que recibió Cuba de EEUU aún están en vigor. Los cubanos
aún nos lo agradecen", sentencia Yesin.
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