Cuando hace ya casi dos años comenzó la “primavera árabe”, casi nadie podía creer que el renacimiento político árabe fuera a ser un calco de las“ revoluciones de terciopelo” de Europa del Este de 1989. Para la mayoría de los expertos rusos estaba claro que la democracia en Medio Oriente, si echaba raíces, adquiriría un matiz antisraelí y antioccidental.Y que los principales beneficiarios de la caída de los regímenes autoritarios laicos serían los islamistas con diferentes grados de radicalización.
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