Al borde de un nuevo conflicto en Oriente Próximo

Una chica libanesa sostiene una copia del Corán en una protesta en Líbano. Fuente: AP.

Una chica libanesa sostiene una copia del Corán en una protesta en Líbano. Fuente: AP.

En un escenario de creciente tensión en la zona, EE UU constata como su acercamiento pacifista ha fracasado. El conflicto podría desatarse en Irán, Líbano, Yemen, Irak, Arabia Saudí o Bahréin. Rusia se mantiene neutral ante una eventual escalada de la violencia.

La retórica propagandística sobre una inminente tercera guerra mundial que estallará tras un ataque nuclear de Irán es ya frecuente entre políticos y comentaristas de los medios de comunicación.

En el marco de esta hipótesis, común a cualquier análisis exacerbado de la situación en Oriente Próximo, se augura la pertenencia de Rusia a una u otra alianza, dependiendo de las simpatías del autor.

Las combinaciones teóricas de un bloqueo hipotético de Moscú con unos y contra otros son ilimitadas.

Todo esto poco tiene que ver con la política real, especialmente dado que el gobierno de Rusia tiene su propia visión sobre la estabilidad de las alianzas internacionales basada no solo en la experiencia de los tiempos soviéticos, sino también en la de las dos últimas décadas.

Esta experiencia invita a Moscú a plantear con cautela cualquier tipo de acuerdo de cooperación con sus socios extranjeros.

El fracaso del acercamiento

 

Los multitudinarios actos antiamericanos que tuvieron lugar en septiembre tras la aparición en internet de la película 'La inocencia de los musulmanes' han acarreado notables reajustes en la estrategia de la administración Obama para Oriente Próximo, especialmente por haber tenido lugar en temporada preelectoral.

Esta prueba de un fracaso total de la política pacifista de EE UU con respecto a los países islámicos en el marco de la 'alianza estratégica' entre Washington, Doha y Riad, aunque no ha llevado a la destrucción de las relaciones entre estos países, sin duda las ha debilitado.

Los asesinatos del cónsul de EE. UU. y de tres diplomáticos estadounidenses en Libia,  que fueron organizados por antiguos rebeldes conocedores de la distribución horaria y de la ubicación de las diversas instalaciones del consulado en Bengasi tras numerosas reuniones con las autoridades, no es sino el incidente más notorio de muchos sucesos similares ocurridos en el mundo musulmán.

Otra tendencia que ha aparecido ha sido la de los ataques multitudinarios por parte de soldados afganos contra sus 'hermanos de sangre'. Las tropas de la coalición en Afganistán han sufrido más bajas por estos enfrentamientos que con los choques directos con los talibanes. Desde entonces, el mando de las tropas de la OTAN ha prohibido todo tipo de operación conjunta con los afganos de subdivisiones inferiores al batallón.

Se puede constatar que EE UU y el bloque occidental en conjunto se han topado en Oriente Medio con los mismos problemas que encontró la URSS en el período de expansión activa de la influencia del socialismo en la región. Las diferencias se encuentran solo en la forma: hoy no se busca implantar el socialismo sino la democracia. Las aportaciones occidentales a este proceso se basan en una moneda de libre conversión, lo cual facilita el saqueo de los recursos sin necesidad de realizar proyectos masivos de agricultura, industria e infraestructura.

En este caso, los socios locales son los 'clientes' de las monarquías del Golfo, del departamento de Estado de EE UU, y de los gobiernos europeos, en lugar de movimientos y partidos 'de orientación socialista' que han llegado a un acuerdo con el Comité Central del partido de la URSS.

Naturalmente, los diplomáticos y consejeros militares estadounidenses y europeos, como los soviéticos en el pasado, se convierten en el blanco de ataques por parte de agrupaciones locales militares y políticas en cuanto los 'amigos' de turno dejan de sentir la necesidad, no del país como tal, sino de un comandante militar o una figura política.

Un equipo de expertos del Instituto de Oriente Próximo, liderado por Y. Scheglovin, ha realizado un análisis de la dinámica de los disturbios que se han sucedido tras el estreno del polémico filme. Este análisis propone una división de los estados en los que han tenido lugar los levantamientos en varias categorías.

La primera la forman los países de la 'primavera árabe', que están viviendo una lucha ensangrentada por el poder entre las agrupaciones simpatizantes de Qatar (islamistas moderados) y las de Arabia Saudí (salafistas). Tras descubrirse inferiores en popularidad, los salafistas están intentando retomar el control de los puestos clave del poder ejecutivo y legislativo que han ocupado los islamistas moderados.

En la segunda categoría están los países (entre ellos las monarquías árabes) cuyo gobierno mantiene la situación política interna bajo control. En estos países, los actos antiamericanos no han desembocado en masacres, sino que son un medio para ejercer presión sobre EE UU, como una llave para soltar vapor que logra manejar con éxito la energía destructiva de la calle.

A la tercera categoría pertenecen los países que no son del mundo islámico, por ejemplo la UE y Rusia. Los actos de los seguidores de Mahoma residentes en estos países han supuesto una demostración de las posibilidades y de la fuerza del islam político, patrocinado desde el exterior, así como un test de solidez para los gobiernos centrales, pero también para las propias comunidades musulmanas: un test de lealtad a las autoridades y de predisposición para poner en práctica las ideas del panislamismo para su posible aplicación en una potencial 'quinta colonia'.

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¿Cuáles son las consecuencias?

 

La rivalidad entre Irán y las monarquías árabes en 'la media luna chiita', donde ambas partes libran una guerra por el poder mediante agrupaciones militares-terroristas y tribales locales podría provocar un enfrentamiento armado en el Golfo a nivel regional.

El conflicto podría desatarse en cualquier lugar: Siria, Líbano, Yemen, Irak, Arabia Saudí occidental o Bahréin.

Según los cálculos de los expertos del Instituto de Oriente Próximo, lo más probable es que los enfrentamientos militares comiencen en marzo o abril de 2013, lo cual no excluye la posibilidad de que esto suceda antes como consecuencia de algún incidente en cualquiera de los campos de operaciones previamente mencionados del enfrentamiento sunní-chií.

Israel también está dispuesto a entrar en guerra con Irán, incluso sin el apoyo de EE UU.

Serán muy relevantes para esta relación los resultados de las elecciones presidenciales de EE UU este noviembre. Una victoria de Romney y la consecuente formación de una administración republicana fortalecerán las relaciones militares entre EE UU e Israel, también en el conflicto con Irán. Una victoria de Obama las debilitará, aunque su interés en Qatar, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos es ya de por sí un argumento de peso para atacar Irán.

La situación para Rusia

En el contexto de un estancamiento de la guerra civil en Siria,  así como de un enfrentamiento armado inminente y prácticamente inevitable en el Golfo con la participación de Irán, en Rusia han surgido tanto grupos de presión iraníes como agrupaciones  musulmanas patrocinadas por las monarquías árabes.

En las publicaciones financiadas por Teherán y en las páginas de internet conviven discursos sobre el deber de Moscú de ayudar a Irán y a China a enfrentarse a occidente (los cuales recuerdan al estilo soviético de agitación y propaganda de los años 50), con una fuerte crítica a los expertos rusos y a las organizaciones internacionales por apoyar el programa nuclear de Irán.

En las regiones musulmanas de Rusia han aumentado las actuaciones de grupos radicales sunníes, especialmente de los salafistas. Los actos terroristas  contra los líderes del islam tradicional, así como las campañas de toma de mezquitas en territorio ruso, van acompañados de un discurso agresivo contra Rusia en la prensa árabe, centrada en culpar a Moscú de apoyar a los chiíes en su enfrentamiento contra los sunníes.

Estas tendencias demuestran que Rusia está logrando con éxito mantenerse  neutral en el enfrentamiento entre árabes y persas en el mundo islámico.

  

Evgueni Satanovski, presidente del Instituto de Oriente Próximo

Artículo publicado originalmente en ruso en VPK. 

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